Ellos no tienen festejos
Viven el día a día, sin más aspiraciones que ganarse unas monedas
El Mañana / Staff
Mientras en la mayoría de las mesas en los hogares familias comparten toda clase de cenas y “recalentados” tras las celebraciones de la Nochebuena y Navidad, el tintineo de los brindis resuena por salas y pasillas.
En el exterior de esos cálidos hogares, en las calles, se recrea una lucha de 365 días que no da descanso ni tregua. Son quienes a base del autoempleo y mediante actividades diversas tratan de ganarse el sustento diario.
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Para ellos sólo su esfuerzo les garantiza tener algo para comer y no pasar el día sin su manutención.
Su mente no está distraída como la de los demás, que piensan qué regalos compartirán, qué cenarán, en dónde y con quién pasarán las fiestas decembrinas, a dónde viajar o pasear en familias.
Ellos están enfocados en sus cruceros, en ganar un poco de dinero para seguir sobreviviendo en un ambiente hostil e indiferente, como es la calle.
Ellos no están para andar elaborando listas de buenos deseos ni regalos, sólo anhelan tener lo suficiente para irse temprano de las calles y descansar.
La suerte la echa el destino y de su empeño, compromiso y deseo de sacar el día, sólo depende de ellos y de nadie más.
Todos los días del año se les puede observar en las esquinas de las avenidas y cruceros. Son malabaristas, pedigüeños, vendedores varios, limpiavidrios, traga fuego, y mujeres que junto a sus pequeños hijos realizan suertes al aire para obtener unas monedas en instantes que dura el cambio de luz en el semáforo.
Siempre han permanecido ahí, son visibles, tienen rostros y nombres que nadie sabe; se les miran con indiferencia. El juego de manos evasivos y cortantes son el único intercambio de comunicación con ellos, apenas y unos segundos se les mira y después quedan atrás en el camino, como si nunca hubiesen cruzado por el camino.
- Su pensamiento y atención está en ganar el sustento diario.