El robo de monedas de oro y plata en la casa del francés René Guyard, 1851
De los cajones del mostrador y del baúl faltaban todo tipo de monedas de plata y oro, sumando un total de, por lo menos 208 pesos mexicanos, tres reales y seis gramos
En la mañana del domingo 3 de agosto de 1851, en las Casas Consistoriales de Reynosa se preparaban para verificar las elecciones donde se elegirían las autoridades del ayuntamiento del año entrante. El Ayuntamiento le había otorgado al joven Antonio Domínguez Cantú, la junta primaria de la Sección 6ª que estaba reunida en ese lugar.
Antonio era el dependiente de la casa de comercio de "Mr. René Guyard". Don Donato Palacios, el primer Cronista Municipal de Reynosa, explica en uno de sus escritos que René Guyard fue el propietario de un importante almacén de abarrotes en la esquina suroeste de las actuales calles de Morelos y Juárez, un ciudadano francés avecindado en Reynosa desde antes de la mitad del siglo XIX.
Ese negocio se encontraba en la cuadra donde ha existido el Palacio Municipal o Casa Consistorial; el gobierno municipal ha estado allí desde que Reynosa fue trasladada de su primera ubicación a las Lomas de San Antonio en 1802. El edificio original del Palacio Municipal hecho con sillares de caliche, fue totalmente derruido en 1959, para dar paso a un moderno edificio de hormigón inaugurado en 1964, el cual a su vez ha recibido una serie de alteraciones a través del tiempo.
Más de la sección
La casa del francés, originalmente un edificio de cal y canto, sirve aún actualmente al Mission Bar y a otros negocios pequeños por las calles mencionadas. La finca se encuentra enfrente de la Plaza Principal (Miguel Hidalgo), y originalmente estuvo compuesta de diez piezas y un subterráneo. El lugar donde vivía el francés Guyard lo conocían los reynosenses como la "Casa Morada" en esa época.
- La esquina de las calles Juárez y Morelos, donde se parecía la antigua casa del francés, René Guyard. Foto de Glenn, 1913.
El hallazgo
El joven dependiente había cerrado las puertas del comercio, mientras atendía su comisión de las elecciones en la Presidencia. Antonio Domínguez regresó al comercio en tres ocasiones: primero fue por unas sillas que se requerían durante la junta, después fue por un poco de marmaja y finalmente por un cortapluma, necesario para anotar los eventos de la elección.
En la última vuelta encontró abierto el pórtico del zaguán que daba al patio de la casa. Alrededor de éste se encontraban los cuartos de la vivienda y un acceso interior al negocio del francés. Para el dependiente, esa situación se convirtió en alarmante.
En realidad, esa mañana la casa no se quedó sola, pues en ella se encontraban Máximo Calvillo y un primo hermano de éste, llamado Hilario Zárate. El primero era el cocinero de la casa del francés. Según los manifiestos de la Sección de Tesorería del Archivo Municipal de Reynosa, Guyard en 1849 declaró que ahí tenía un comercio de ropa y una pulpería. En esos tiempos, esta última expresión era utilizada en México para indicar a los establecimientos en que se preparaban y servían comidas.
Los primos entraban y salían de la casa, ya que estaban encargados de hacer mandados para el lugar. Al entrar el encargado del negocio, notó que el cocinero Máximo Calvillo se le había desaparecido y empezó a sospechar que algo andaba mal y que hubiesen robado a su amo. Muy pronto lo verificó, pues encontró abierta la puerta de la trastienda que daba al patio. Observó abierto el baúl donde guardaba el francés su dinero.
Eran apenas las 10 de la mañana, cuando el joven dependiente dio aviso al alcalde 2º constitucional y juez de 1ª Instancia, Florentino Zamora, en la Presidencia Municipal. De los cajones del mostrador y del baúl faltaban todo tipo de monedas de plata y oro, sumando un total de, por lo menos 208 pesos mexicanos, tres reales y seis gramos. Esto era la cantidad que tenía registrado el dependiente, pero pensaba que era mucho más, pues desconocía la cantidad del dinero que guardaba el francés.
El dependiente ponía en conocimiento al juez para que procediera con la investigación del robo y la persecución de los malhechores, que posiblemente todavía permanecían cerca de la población. Debido a las elecciones de ese domingo, el juez no pudo llevar al personal del juzgado a la casa del francés, por lo que pidió al dependiente que mantuviera la puerta, el baúl y otros objetos sin mover en el lugar del robo. Pidió al portero del juzgado y a los policías, para que salieran a los extramuros de la población en busca de los ladrones.
Fue hasta el lunes 4 de agosto, que el juez se presentó con su personal en la tienda. En el lugar, el juez dio fe que la puerta en la trastienda, que daba al patio, tenía en la parte superior una ventanilla con unas verjas de fierro, por donde cabía el brazo de una persona. En el lugar, el personal vio un palo de escoba con un clavo atado en un extremo. Infirieron que los ladrones habían arrimado una barrica cerca de la ventanilla para abrir la puerta con el dicho artilugio. Dedujeron también que un escoplo de fierro sin mango había sido utilizado para abrir el baúl, antes que los ladrones encontraran la llave.
La captura
A las cinco y media de la tarde del mismo día del robo, Ignacio Rodríguez y Gerónimo Ríos, ya venían con uno de los prófugos, el cocinero Máximo Calvillo. Higinio Domínguez, padre del dependiente, pagó un par de pesos a Rodríguez para que buscaran a los prófugos. Calvillo fue capturado en el jaral en la margen del río Bravo, al oriente de la villa. Ríos fue el conductor que lo escoltaba para ponerlo en la cárcel de Reynosa.
El aprehensor le recogió al prisionero 23 pesos y 4 reales en el jaral. El conductor entregó esta cantidad al juez, quien a su vez la puso en manos del encargado del comercio del francés, el joven Antonio Domínguez Cantú.
No fue hasta el día 6 de agosto, que Higinio Domínguez trajo a Reynosa al otro prófugo, Hilario Zárate, al primo del cocinero. Antonio Domínguez Cantú puso mucho empeño en la captura de los dos ladrones desde el día del robo. Su padre Higinio iba por el camino a Monterrey, cuando encontró, antes de llegar al Tapestle, a los arrieros de don Policarpo Chapa. Éstos le informaron que Facundo Gómez, quien llevaba el exhorto para la captura de Hilario, ya iba adelantado con ese rumbo.
Casi al alba del día martes 5 de agosto, los arrieros habían visto al ladrón Hilario pasar hacia el poniente, y después se lo indicaron a Facundo Gómez, quien venía siguiéndolo. Higinio Domínguez llegó al rancho La Coma, en el municipio de China (actualmente General Bravo), Nuevo León. Ahí lo esperaba su enviado Facundo Gómez, quien había logrado capturar al malhechor con la ayuda del encargado de justicia de ese lugar, José Félix de la Cruz.
Éstos lograron confiscarle 151 pesos mexicanos y cinco reales al ladrón. El botín lo conformaba en realidad monedas de 20 reales, reales, tostones y cuartillas de plata; de media y de onza de oro; de uno, dos, cinco y 20 pesos. Además de las monedas, Zárate se llevó de la casa de Guyard una pistola, una navaja y el costal ropero donde cargaba todo lo robado. Al prisionero se le introdujo a la cárcel en Reynosa, mientras que los objetos fueron regresados al dependiente del comercio del francés Guyard.
Las declaraciones
Fue hasta el 12 de agosto de 1851 que se les tomaron las declaraciones a los dos acusados del robo de las monedas. Los dos primos, Máximo Calvillo e Hilario Zárate, eran originarios de Saltillo, de 21 y 23 años de edad respectivamente. Máximo era de profesión albañil y pintor, mientras que Hilario era carpintero; en la casa de Guyard, el primero tenía la función de cocinero, mientras que su primo hacia los mandados de ese comercio.
Al tomarle las declaraciones, fueron pronunciados como convictos confesos, tomándoles posteriormente sus filiaciones. Debido a que existieron algunas discrepancias entre las declaraciones, se llevó un careo entre los dos primos el día 18 de agosto, aclarando los hechos del robo.
El robo
Ese domingo del hurto, los dos primos se encontraban solos en la casa mientras que el dependiente iba y venía a la Presidencia de Reynosa. Cuando el cocinero Calvillo volvió con la carne para la comida, su primo Zárate se encontraba ocupado preparando cigarros en la cocina.
Cuando Calvillo entró al cuarto, su primo le dijo lo siguiente: "si yo pudiera, con la llave de la puerta de la cocina abrir la trastienda, lo hiciera y tomaría del cajón del mostrador dos pesos que necesito". La llave en la cerradura estaba pegada y no salía. Los dos hombres comenzaron a idear el modo de entrar al comercio desde el patio. Zárate le fijaba un clavo de fierro a un palo de escoba que encontraron, mientras que Calvillo empezó a arrimar una barrica vacía hasta la puerta de la trastienda.
Intentarían introducir el palo por la reja que se encontraba en la parte superior del marco de la puerta. Al subirse Zárate a la barrica se recargaron sobre la puerta y se abrió sola. Supusieron que ya estaba abierta, pues por ahí habían sacado una fanega de frijol desde hacía dos días antes.
El cocinero Calvillo se dirigió a uno de los cajones del mostrador donde tomó todo el dinero. Entre los dos arrastraron la castaña o baúl que se encontraba por debajo del mostrador hacia el patio, en donde la abrieron con la llave que tenía pegada a la cerradura. Zárate tomó el oro de la castaña, cuartillas de un cajón en la parte superior del mostrador y dos pesos del primer cajón.
En eso sintieron que llamó a la puerta Antonio Domínguez. El cocinero fue a abrir la puerta y cuando el dependiente entró a la casa, el primero se dio a la fuga por el zaguán. Calvillo corrió rumbo al río sin sombrero y sin zapatos. Zárate se escondió en la cocina y esperó hasta que el dependiente salió de nuevo de la casa; entonces se encaminó para donde se asistía por una frazada, antes de partir de Reynosa.
El dependiente Antonio Domínguez Cantú, era un muchacho menor de edad por lo que el juzgado pidió a su padre Hilario Domínguez lo representara en el caso, con la aprobación del francés. René Guyard envió una carta dándole su consentimiento desde su rancho La Lomita. Sabemos que este lugar se encuentra actualmente al sur de la ciudad de Mission, Texas. Posteriormente, el francés heredaría esos terrenos a los padres oblatos que recorrían el bajo río Bravo en esos tiempos.
Durante el proceso, se supo que la cantidad robada al comercio de Guyard ascendía a 322 pesos mexicanos, en monedas de oro y plata. Quedaban 137 pesos por recuperar. Esto era una cantidad considerable ya que una vaca costaba tan solo 4 pesos o un caballo semental 10 pesos. Por la cantidad robada, se podía conseguir un rancho respetable en esos tiempos, ni que se diga, de una buena casa en Reynosa.