Kiev: refugios antiaéreos del siglo XX contra una invasión del siglo XXI
A pesar de que desde el martes 22 hubo ataques rusos en el frente del Donbás, donde se generalizaron los combates, la invasión de Rusia tomó por sorpresa a los habitantes de Kiev el jueves pasado, según constató la enviada de Proceso
KIEV
Ya durante la primera jornada de operaciones militares rusas, una lluvia de fuego artillero cayó sobre el este ucraniano, en la zona fronteriza con Rusia y en la región separatista del Donbás, a la vez de que se producían ataques deliberados y puntuales del ejército de Moscú contra infraestructuras ucranianas en diversas grandes ciudades del país. Kramatorsk, Dnipro, Mariupol, Kharkiv, Odesa e incluso Ivano Frankivsk, en el oeste de Ucrania, fueron algunas de las urbes sometidas a bombardeos, según informaciones de las autoridades locales.
En la capital ucraniana los ciudadanos se despertaron con el ruido de varias explosiones a partir de las 05:00 horas del jueves. Después siguió el sonido de las alarmas antiaéreas. Ante la inesperada invasión, muchas tiendas y centros comerciales optaron por no abrir, se produjeron colas en las farmacias y diversas empresas pidieron a sus empleados no ir a sus oficinas, mientras que otras personas empezaron a organizarse para huir, lo que culminó en embotellamientos en las principales arterias de la ciudad. “Estamos bloqueados desde hace cinco horas en el intento de salir de la ciudad”, explica Vasyl, originario del oeste de Ucrania.
Otros ciudadanos siguieron durante la semana con sus habituales rutinas, en una ciudad en la que, sin embargo, la poca normalidad que se tenía era interrumpida por imágenes de blindados con material bélico y vehículos de transporte de personas transitando por la ciudad y jóvenes alistándose para ir a la primera línea de guerra en el este ucraniano.
También hubo quienes saludaban a soldados ucranianos de camino al frente con el saludo militar, mientras otros entonaban el himno nacional o salían portando la bandera de Ucrania. “No sé qué hacer. Intento no entrar en pánico”, comenta Ekaterina, una joven originaria de Crimea. “Me siento mal”, explica una empleada de un hotel de la ciudad, que pasó el día pegada a las redes sociales para saber qué ocurría.
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Sólo un grupo de mujeres tomó la iniciativa y se plantó el mismo jueves delante del hotel Ukraine, formando una hilera humana. En las manos tenían carteles que decían, en inglés: “Necesito de su ayuda para salvar a mi país”.
Ésta, sin embargo, fue una de las últimas escenas que la prensa internacional pudo presenciar desde el lugar, ya que el hotel Ukraine informó a sus clientes de su intención de cerrar. Asunto, este último, que supuso que gran parte de los reporteros tuvieran que desplazarse en masa a otros sitios.
No faltaban, de hecho, los que no sabían a dónde ir o no tenían dónde ir. “No sé qué hacer. Intento no entrar en pánico, pero es difícil”, comenta Ekaterina. “Mis nervios ya no pueden más. ¿Me regreso a Crimea, donde ya están?”, se preguntaba.
En este clima, la avalancha de automóviles que ya en las primeras horas aguardaban salir de la ciudad provocó escenas de nerviosismo en los conductores.