JUSTICIA EN RIESGO. Sin aplicarse casi, el nuevo sistema de justicia se dirige al fracaso
El sistema acusatorio adversarial –el cual permite los juicios orales–, que debía haber entrado plenamente en vigor en 2016 en México luego de ocho años de ajustes y entrenamiento, aún no se ha aplicado de manera cabal. Y ahora está en riesgo, pues ya hay en el Legislativo algunas propuestas para reformarlo
Por Jorge Carrasco
El Mañana / Especial
Todavía no ha sido puesto en operación de manera completa el nuevo sistema de justicia penal y los gobernadores de todo el país ya quieren reformarlo, porque le achacan el aumento de la inseguridad en México.
Pero detrás de su pretensión está el incumplimiento de los gobiernos estatales y federal para capacitar a los policías, ministerios públicos, defensores públicos, personal penitenciario y todos los operadores del nuevo modelo, pese a los millonarios recursos que recibieron y que tuvieron ocho años para hacerlo.
El presidente en turno de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago), el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, ya anunció un paquete de reformas a la Constitución y al Código Nacional de Procedimientos Penales, mientras que el PRI tiene en la Cámara de Diputados una iniciativa que especialistas no dudan en calificar de contrarreforma a lo aprobado por el propio Congreso en 2008.
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María Novoa, directora del área jurídica del Centro de Investigación para el Desarrollo, AC (CIDAC), experta en reformas de sistemas de justicia penal en América Latina, asegura que los gobernadores desconocen o se han desentendido de la operación del sistema penal acusatorio, que este domingo 18 cumple un año de haber entrado en vigor en todo el país.
A TROMPICONES
La operación del sistema de justicia penal mexicano está empezando, pero nació con grandes rezagos y obstáculos. Apenas entrado en vigor, el Ejecutivo federal decidió la desaparición de la Secretaría Técnica del Consejo de Coordinación para la Implementación del Sistema de Justicia Penal (Setec), y mediante un acuerdo con los poderes Legislativo y Judicial decidió que la operación recayera en el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, como si fuera un asunto meramente de esta materia.
Ni siquiera se han definido, en el gobierno federal ni en los locales, los criterios para homologar los registros de su operación, no hay ningún sistema tecnológico que permita el intercambio efectivo de información entre las instituciones y menos un modelo homologado de investigación delictiva en las procuradurías.
En el caso de la Procuraduría General de la República no se ha reformado el marco jurídico para su operación y funcionamiento bajo el sistema de justicia adversarial.
El resultado es que pilares del sistema, como la defensoría pública, se mantienen a la cola de la operación. Este año, de acuerdo con Novoa, esa área ni siquiera recibió presupuesto. Otra de las innovaciones del nuevo sistema es la asesoría a las víctimas, pero hasta octubre de 2016 el gobierno federal sólo tenía 66 asesores jurídicos en la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) y los estados, 699 en total.
Sólo la mitad de los estados tenían sus propias CEAV.
De acuerdo con el estudio Hallazgos 2016: Seguimiento y evaluación de la operación del sistema de justicia penal en México, elaborado por Novoa y dado a conocer el miércoles 14, la parte más débil del sistema es la seguridad pública. Los policías, los primeros en responder a los delitos, no utilizan ni conocen el Informe Policial Homologado previsto en el sistema. Además prevalece la falta de comunicación entre la policía y el Ministerio Público para el llenado de los informes con los que se empieza una acusación.
PRETEXTO Y CAMPAÑA
Con todas esas falencias, Novoa, maestra en políticas públicas por la Universidad Simón Bolívar de Venezuela, estima que por lo menos se requiere una década para que en México opere este sistema de justicia penal.
—¿Por qué los gobernadores lo quieren modificar? —se le pregunta.
—Lo usan como pretexto y campaña política para justificar que no han tenido efectividad en sus políticas públicas de seguridad y prevención.
Sin dudarlo, asegura que se trata de “populismo penal” que no resuelve los problemas esenciales en materia de justicia y pone en riesgo una decisión importante tomada por el país hace nueve años, cuando se aprobó el cambio del sistema de justicia inquisitorio y opaco a uno de justicia adversarial y transparente.
El Legislativo dio ocho años para que entrara en funcionamiento pleno en todo el país, aunque algunas entidades, como Chihuahua y el Estado de México, lo hicieron antes. El plazo se cumplió en junio del año pasado, después de que el Estado mexicano destinara casi 15 mil millones de pesos en capacitación e inversión para el nuevo sistema.
“Es preocupante que se haya dispuesto de un monto tan grande de dinero y no estemos viendo instituciones capaces de tener un funcionamiento óptimo para darnos una operación del sistema”, dice Novoa, egresada de la Universidad Central de Venezuela y quien también ha participado en proyectos de reforma judicial en Europa Oriental.
En lo que toca a América Latina, el sistema de justicia adversarial empezó hace 30 años en Guatemala y se han hecho cambios desde entonces en sus códigos e instituciones. En Chile, en sus primeros 10 años de operación hubo un corte y una evaluación. Ahora que va a cumplir 20 años, viene una segunda evaluación para otros cambios, explica la investigadora.
“Los cambios que se han propuesto en esos países no afectan los principios del sistema, que es lo que aquí vemos en riesgo. Por lo menos en la propuesta de reforma que está en la Cámara de Diputados. La otra está en el Senado. La del diputado César Camacho (coordinador parlamentario del PRI) pretende endurecer el sistema respecto a lo que teníamos en el modelo inquisitivo mixto. Eso sería volver a empezar con la violación de derechos e ir en contra del garantismo que promueve el nuevo sistema”, dice.
SIN LIDERAZGO
También alarmada se muestra Diana Cristal González Obregón, abogada penalista y redactora en el Código Nacional de Procedimientos Penales (CNPP), creado para la operación del nuevo sistema de justicia penal.
“Es un error lo que se pretende. Estamos en la etapa más difícil porque el sistema requiere ajustes para su mejor funcionamiento y no para retroceder al sistema anterior. Pareciera que, con la entrada en vigor del sistema acusatorio, hace un año, se acabó todo. Es todo lo contrario. A todos se les olvidó que se necesita liderazgo para que funcione y nadie lo está tomando.
“Es mentira que el nuevo sistema de justicia no funciona. El problema está en que no hay capacitación, no hay liderazgo ni federal ni local. No se han reformado las procuradurías, aunque algunas han pasado a llamarse fiscalías, y no se han actualizado los planes y programas de capacitación.
“Peor aún es que no se entiende el CNPP por parte de policías, ministerios públicos o defensores de oficio. Ni siquiera se ha digitalizado el proceso, pues se sigue trabajando todavía con montañas de papel, como en el sistema anterior”, dice González Obregón —en entrevista vía telefónica— sobre las carencias para el funcionamiento del nuevo sistema y que son tareas principalmente de los gobernantes, aunque los poderes judiciales de los estados y la Federación tienen sus propios rezagos.
Ante casos como el de la menor Valeria, violada y asesinada en Ciudad Nezahualcóyotl, en el que el acusado amaneció muerto en la prisión el pasado jueves 15, González Obregón dice que el sistema acusatorio permite conocer lo que realmente pasó y revisar la actuación de la policía, el Ministerio Público y las autoridades del penal. Es un derecho de la familia, pero también de la ciudadanía. El sistema además permite la rendición de cuentas, dice.
“La sociedad debe exigir ahora más que nunca a las autoridades federales y locales que invierta en capacitación, en el capital humano y en los recursos que necesitan los operadores del sistema”, asegura.
El amparo, ‘recurso cerrado y oscuro’
Por Luciano Campos
Monterrey / El Mañana
La Ley de Amparo, tal como está ahora, “da al traste” con el nuevo sistema de justicia penal acusatorio, pues no se ha modernizado y sólo estorba en los procesos judiciales, afirma el subprocurador anticorrupción de Nuevo León, Ernesto Canales Santos.
El funcionario explica que desde 2008, cuando se inició la transición hacia un nuevo formato para la impartición de la justicia en México, y hasta su implementación plena, en 2016, también se debió actualizar la legislación de ese recurso federal, que ha sido utilizado de manera abusiva por funcionarios deshonestos.
Es el caso de Nuevo León, donde hay un macrooperativo para procesar al anterior gobernador, el priista Rodrigo Medina de la Cruz, y a una treintena de sus funcionarios, acusados de saquear el patrimonio estatal; pero por el recurso de amparo, ninguno de ellos está en prisión.
Canales se muestra a favor de que exista el amparo, que por su naturaleza impide los abusos de la autoridad contra los ciudadanos; pero aclara que en el caso del combate a la corrupción, se ha convertido en un trámite que contribuye únicamente a demorar los procesos, pues no altera ningún expediente en su fondo.
LEY OBSOLETA
Renace, organismo ciudadano al cual Canales está integrado desde hace años, fue uno de los impulsores del cambio del sistema penal, que la década pasada pasó de ser uno escrito a uno transparente, con mayor libertad para los jueces, que ahora pueden sentenciar con base en pruebas que él mismo observa.
Con la reforma judicial, aprobada por unanimidad en 2008 en el Congreso Federal y concluida ocho años después, los juzgadores pueden ahora participar directamente en la vivencia de la historia del delito, en audiencias en las que se presentan pruebas y alegatos de las dos partes en público, procedimiento que transparenta las actuaciones y proporciona mayor certeza y claridad.
El fiscal anticorrupción de Nuevo León recuerda que con los viejos procedimientos, el juez recibía en su escritorio un acta levantada por un secretario sobre una declaración de un testigo, y otra, con un testimonio recabado por otro funcionario, sobre un segundo testigo, con lo que se privaba de ver a los actores a los ojos, comprobar la credibilidad que le daban a sus dichos o sus contradicciones.
Ahora las audiencias son presenciales y el juez está ahí para ver a los acusados y a los que se quejan. En esas diligencias hay contacto directo.
Sin embargo, señala, el amparo, como funciona actualmente, lastima todo el procedimiento, pues fue creado con bases jurídicas opuestas y que entran en choque con el nuevo sistema, afirma. Por ejemplo, explica, en la Ley de Amparo no existen las audiencias públicas y está ausente la posibilidad de que el juez conozca a todos los implicados en un delito.
“El amparo, como está ahora, da al traste con estos principios. Ahora es cerrado y oscuro, va contra el nuevo sistema que es abierto y transparente. En la práctica, con la experiencia que tenemos en la Subprocuraduría, me queda claro que la coexistencia de los dos sistemas crea un caos”, afirma Canales, quien encabeza los esfuerzos anticorrupción en el mandato de Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco.