Escena

Harold Torres, ACTOR

No quería ser actor, sino músico. Se sentía en desventaja ante sus compañeros del Centro Universitario de Teatro.
  • Por: Especial Emeequis
  • 21 / Noviembre / 2015 -
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Harold Torres, ACTOR

Su inocencia se hizo presente cuando, en la prueba de admisión a la carrera de Teatro, respondió con la honestidad del primer pensamiento que cruza por la cabeza, y no con la frase elaborada que convenciera al evaluador.

Él, Harold Torres, afirma que a veces le gustaría dejar la actuación, para evitar la mecánica de una rutina de set en set, de proyecto en proyecto. Para evitar perder la inocencia de los primeros días.

¿Qué toma en cuenta para aceptar un papel e interpretar a un personaje?

En apariencia, actuar es una cosa muy sencilla, te aprendes un texto y lo repites. Pero cuando lo haces de manera “interna”, hay un aprendizaje del momento histórico y social en el que se mueve el personaje. Antes de interpretar un papel me vuelvo un poco investigador, un poco sociólogo; vamos, hasta psicólogo de mí mismo. ¿Cómo me reflejo yo? Obviamente soy muy diferente a Mario Aburto (Colosio) o a González (González). Hasta el momento no me ha tocado representar un personaje que esté totalmente alejado de la realidad. Yo espero que mis personajes tengan algo que me genere reacciones al verlo o escucharlo. Cuando actúo, hago una apuesta. Hasta en las series de televisión que he grabado busco que exista contacto con la realidad. Para mí fue relevante hacer, por ejemplo, una serie llamada Texas Rising, porque la educación que yo recibí fue muy básica, bastante mediocre.

¿Por qué fue mediocre?

Porque vengo de una escuela pública del Estado de México y tenía que trabajar, así que no podía clavarme mucho a leer. Yo pensaba que las complicaciones que tiene el país eran de la Revolución a la fecha, ni imaginaba que algunas cosas las arrastramos desde hace tres siglos. Esta serie habla de la pérdida de Texas y otros estados, así que me di cuenta que traiciones y vende-patrias existen desde siempre. Durante la filmación  de Norteado tuve cercanía con migrantes. Eso conmueve, no sólo a nivel artístico o profesional. Te afecta emocionalmente. En alguno de los albergues me invitaron una sopa, me trataban de ayudar porque pensaban que yo no estaba actuando; pensaban que era un migrante más, como ellos, y que estaban filmando un documental sobre mí…. Mi memoria es de muy corto plazo, porque estoy de un lado a otro. Ya cuando recuerdo, me siento afortunado de hacer lo que hago.

En la serie El chivo interpreta a un estudiante insurrecto considerado mártir por sus seguidores. Ha comentado que este personaje le recuerda lo que ha ocurrido en México, específicamente con los estudiantes normalistas.

Los 43 de Ayotzinapa desaparecieron porque defendían su derecho a la educación. Habría que profundizar sobre qué estaban defendiendo. Su lucha era cercana a la de los estudiantes del Poli. ¿Qué pide un estudiante? Educación de calidad para evitar que, una vez acabada la escuela, sólo lo contraten como mano de obra barata. Eso se pelea. En general, es lo que pienso de los estudiantes. Pero en realidad no llego a comprender totalmente los problemas.

Lo que ocurrió en Ayotzinapa fue terrible, pero corren los meses y no pasa nada. En algún momento parecía que  algo se gestaba con fuerza, pero se opacó. Como sociedad, no estamos llevando nada al límite. Los gobernantes hacen lo que quieren y nosotros aceptamos lo que se impone. Hay movimientos que actúan contra esta tendencia, y actores que se manifiestan y realizan acciones. Pero no sé qué viene. Me gustaría que se generara algo más.

¿Qué faltó para que se diera ese “algo más” que menciona? ¿Qué le molesta?

Creo que, sobre todo en la clase media y media alta, existe una gran necesidad de parecer caritativa. Hay un libro, Bono: en el nombre del poder, de un periodista llamado Harry Browne. Este hombre critica el supuesto altruismo de Bono y menciona características que yo distingo en mucha gente en México: hablar en favor de una causa, pero apoyar con su imagen aquello que representa exactamente lo contrario. Hay quienes piensan que con poner en Facebook una imagen de Ayotzinapa  ya está luchando. Eso es una cosa irreal, no hay conciencia. Otros buscan ser parte de esos movimientos pero sin  involucrarse. Yo no estoy seguro de cómo actuar al respecto. Ir a las marchas es algo significativo, pero no tengo mucha claridad sobre qué se logra con eso. O qué puedo hacer. En algún momento mi necesidad fue ir a Ayotzinapa y lo hice. Pero tampoco encontré cómo dar apoyo, porque no me estaban pidiendo ayuda.

¿Fue solo? ¿En colectivo?

Con un amigo. No se me hace chido ir en colectivos de artistas. Fui a la normal más o menos a la semana de que ocurrió todo. Había muchísima tensión. Estuve en una plática de los padres de los desaparecidos y para mí todo era una situación de suma cautela. Estaba presente, con mucho respeto para… ¡No sé! ¡No sé! No lo voy a poder expresar. Lo que después concluí es que cada quien tiene sus luchas y que yo no puedo ir a decir: “Oigan, psss, aquí estoy”. Tengo que ser coherente conmigo mismo. A partir de ese momento me pregunté: ¿qué hacer? ¿Cómo apoyar? Yo tengo mis propias batallas dentro de mi propia familia, a la que no le va tan bien. En mi mismo círculo hay gente que requiere que la apoye, no necesito ir hasta Guerrero.

¿Nació en el Estado de México?

Yo nací en Metepec. En 2003 vine al DF a estudiar en la UNAM.

¿Por qué dice que su educación fue mediocre?

Digamos que yo era consciente de mis desventajas educativas, pero cuando entré a la carrera mi certeza fue rotunda. Mientras mis compañeros tenían conocimientos básicos,  poco más que básicos; o eruditos respecto al teatro, la actuación o el cine, yo no tenía idea de nada. ¡Pero de nada! ¡Nada! En realidad, deseaba estudiar en el Conservatorio Nacional de Música, pero no pude por cuestiones económicas y terminé en una escuela de música de muy bajo nivel en Toluca.

¿Cuál era su instrumento?

Iba por guitarra clásica. Lo que me gustaba más era el chelo, pero no tenía para comprarme uno, ¿verdad? Cuando estuve en esa escuela de Toluca me llegué a robar… ¡No! ¡Robar, no! Más bien solía ir a donde estaban los instrumentos para tomar prestado un chelo.

Estudié en una primaria donde tenía compañeros de 16 años: alumnos que corrían de otras escuelas. El nivel era terrible. La secundaria no mejoró y la prepa era tan mala que como maestro de geografía teníamos a un abogado que daba clases de una materia que desconocía, pero que era amigo del director. En ese tiempo, Arturo Montiel estaba en su campaña para la gubernatura del estado y un día enviaron a toda la prepa a su mitin. Yo no fui. ¿Cómo puedes acarrear estudiantes a un mitin político? Me frikeaba que los directivos estuvieran de acuerdo con esas prácticas.

Si prefería la música, ¿por qué optó por la actuación?

Bueno, de niño imitaba a personajes de las películas. Quería ser arqueólogo por Indiana Jones. Cortaba las mangas de mis playeras como Rambo. Caminaba como John Travolta en Fiebre de sábado por la noche y me peinaba como él en Grease. Tenía una necesidad de imitación, de no ser yo.

Después quise ser rockero, conocí amigos que tenían una banda y mi acercamiento real al arte fue a través de estos músicos. En ese tiempo ya no vivía con mis papás. Me salí de casa tres veces, esa fue la última. Tenía 17 años y trabajé de todo: carpintero, jardinero, en un aserradero, de cerillo y como ayudante de mi papá en un taller mecánico. Pero tuve que regresar a casa de mis papás a causa de una lesión en la pierna que me impedía hacer cosas. Ellos me recibieron con la sentencia de estudiar algo serio. No tenía idea de qué quería ser entonces. Ni ahora. No lo sé, creo que podría cambiar de profesión si quiero.

En ese momento me decidí por comunicación, que era la menos peor, según yo. Pero un día dije: “No me interesa esto”.  Dejé esa carrera y volví a salirme de casa de mis padres con el aviso de que iba a estudiar actuación en DF.

Entré al Centro Universitario de Teatro. Una vez que acabó el propedéutico, me realizaron una evaluación. Quien se encargó de entrevistarme fue Gustavo Sánchez Parra. Él me preguntó qué haría en caso de ser aceptado como alumno y yo respondí: “No sé. La verdad sólo estoy feliz de haber vivido esta experiencia (el propedéutico)”. Mis amigos se sorprendieron: “¿Por qué dijiste eso, wey? Ya no te vas a quedar”. Yo sabía que eso era cierto. No me iba a quedar. Veía a mis compañeros y pensaba que no tenía ninguna oportunidad. Era notorio que no tenía los mismos conocimientos que ellos.

¿En qué se notaba?

En el examen de admisión me preguntaron qué películas había visto. Mucha gente mencionaba películas de las cuales jamás había escuchado en mi vida, como Ocho y medio, de Fellini. Así que cuando me tocó responder, dije: (finge tono flemático de voz) “Ocho y medio, jojó”. ¡Claro que no! ¡La vi apenas hace tres años!

¿A qué atribuye que lo aceptaran?

No lo sé… Creo que tiene que ver la cuestión de formar grupos. Que el individuo, con su forma de ver las cosas, sus inclinaciones y personalidad, funcione dentro de un grupo. Esto no quiere decir que pienses igual, pero sí se trata de tener contrapesos. Yo vi gente talentosa que no se quedó.

¿Y no había discriminación?

Yo tuve mis roces. Mi amiga Marlene Castaños me dijo siempre que debía la buena suerte a mi inocencia. Se me daban las cosas porque no me daba cuenta de lo que estaba haciendo. Ahora ya no soy así. El racismo en México es evidente, no se da con tanta facilidad en una escuela de teatro, pero obviamente hay envidias. Como me empezó a ir bien en el cine, se daban broncas del tipo: ¿cómo tú puedes y yo no? Es lógico. Si yo hubiera estado en el otro bando, también me hubiera cuestionado lo mismo. ¿Por qué yo no?

Recuerdo a una chica, en primer año, que de plano paró una escena mientas ambos actuábamos. A mí me provocó un trauma. Pensaba: “¿Qué hice mal?”. Era como si dijera “este morrito pendejo no sabe lo que hace”. El carácter que ahora tengo es por haber puesto barreras, para protegerme un poquito. Si me ves, físicamente, parezco alguien de barrio. Alguien medio cabrón, ¿no? Eso ayudó a que la gente lo pensara antes de ser gandalla conmigo. Cuando se armaban los madrazos me valía un carajo porque de morrito ya me habían pegado muchísimo y también yo le había puesto en su madre a otros. Así que, de grande, cuando un chavito yuppie me la hacía de tos, me daba risa. Por eso mismo creo que los movimientos sociales los veo desde otro punto de vista.

¿Por qué?

Yo no tengo que bajarme de mi estatus social para ver a los demás. Yo vengo de un estrato bajo. Bueno, medio bajo, ¡tampoco me la viví tan mal! Le agradezco a mis padres la educación, la vivienda. No tuve un play station, pero mis padres me dieron otras cosas.

¿Le parece que hay miradas indulgentes, gente que ve desde arriba hacia abajo?

¡Como Bono! Y aquí en México hay gente que se suma a los movimientos para estar en la foto. Yo no lo juzgo, ¿eh? Pero existe gente que debe hacerlo así para hacerse visibles. Tomarse una foto para defender, entre comillas, una causa.

¿Cómo distingue las defensas genuinas de las oportunistas?

Cuando hay coherencia entre acción y palabra.

Menciona que parece alguien de barrio. Habla de las peleas con yuppies y de la mirada de los que están “arriba” de uno. ¿Es momento de hablar de racismo?

Lo molesto no es sólo que te vean desde arriba, sino que se bajen a tu nivel “para comprenderte”. Ahora, hay de barrios a barrios. Yo no puedo afirmar que soy de barrio, porque hay lugares donde sí me da miedo meterme. Lo que para mí podría ser rudo, para otros es de lo más fresa. Para otros, yo soy el yuppie. Esa es la relatividad de las cosas. El racismo está en todos lados. Hay estudios que demuestran que la gente con un color de piel más claro tiene más acceso al trabajo. Tengo un conocido que trata mejor a una de sus hijas por ser más blanca. Las diferencias del tipo amo y esclavo las vemos en un gesto tan mínimo como responder “mande” cuando le llaman a uno. El racismo está en todo.

¿Siempre ha sido coherente?

No. Pero busco serlo. No significa que siempre lo logre.

Podría dejar la actuación en cualquier momento…

Muchas veces he pensado en dejarla. Soy una persona voluble. Mucho. En un día puedo tener muchos estados de ánimo. ¡Y eso me pasa en un rodaje! Además, soy un tipo muy desesperado. Después de ser una persona que podía arreglar un auto con su padre, o aserrar un árbol, me siento completamente inútil. Necesito sentirme útil. ¡Quiero tomar un curso de electrónica! Pero he tenido mucho trabajo (risa).

La actuación es tan amplia que a veces me clavo más leyendo de historia que de mi personaje. Y en el momento en que más dudas tengo, es cuando ya estoy en el set. Me falta otro tipo de vida, una que se hace de viajes, conociendo gente, que se encuentra platicando. No lo puedo lograr en los festivales: viajo, presento una película, hago un montón de entrevistas, medio conozco y me regreso corriendo mientras me aprendo un texto para, aterrizando, llegar a grabar.

Ahora tengo ganas de no hacer tantas pelis. Yo me aburriría de ver al mismo actor en muchas cosas a la vez.

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