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Se rinde el Auditorio Nacional ante Alicia Keys

Fue un deslumbramiento correspondido. Al compartir esta tarde en sus redes que estaba disfrutando de un vuelo en globo por las pirámides de Teotihuacán, Alicia Keys aseguró que México le estaba quitando el aliento

Esta noche, la cantautora neoyorquina, ganadora de 15 Grammys, no había interpretado siquiera dos canciones ("Nat King Cole" y "Truth Without Love") de su Alicia + Keys World Tour, y en el público había total rendición. Fue la primera vez que dio un recital en la CDMX, y seguro muchos se preguntaron: ¿Por qué tardó tanto?

Se rinde el Auditorio Nacional  ante Alicia Keys

 Su primera petición a sus seguidores que dejaran preocupaciones atrás y se dejaran llevar. La artista de 42 años y ninguna pose de diva, con todo y que Prince fue uno de sus mentores, se encargó de lo demás.

 De personalidad dulce pero con voz que inundaba cada rincón, se dejó acompañar por una impresionante banda de cuatro músicos y una corista. Eran tan buenos que pudieron haber animado la noche solos.

 "Estoy muy emocionada por estar aquí con ustedes, mi primera vez", admitió Keys, enfundada en un catsuit brillante de capucha y una capa rosa, antes de "Unthinkable".

 No vino Keys a la capital con las manos vacías. Aseguró que la emocionaba tanto la esperada visita que tenía una sorpresa: la cantante Ángela Aguilar, un mariachi y un dueto que mezcló el estilo R&B con el más mexicano.

 Tímida, cantó apenas unas líneas y se limitó a balancearse al ritmo de "Qué Agonía", tema de la hija de Pepe Aguilar. Pero la moneda se volteó cuando las cuerdas y vientos del conjunto se hicieron cargo de "Looking For Paradise". Ahí se lució.

 El primer gran amor que tuvo Keys ajeno a su familia, lo experimentó a los siete años con un viejo piano. Un instrumento que le regaló un vecino que se mudaba del peligroso barrio Hell's Kitchen, donde ella vivía con su madre. Aquel idilio sigue, inefable.

 Sobre el escenario del recinto, se movía con soltura y gracia, de aquí allá, pero parecía que un hilo la ataba al piano de su tour, al que volvía irremediablemente para continuar con su set. O a varios teclados.

 Porque tras el final del primer bloque de show, reapareció entre el público, en una cabina con tres. Como si fuera la Dj del club neoyorquino más de moda, desde ahí entonó "The Gospel" y "Skydive", y jugó con sus admiradores a que eligieran su preferida entre distintas versiones de sus canciones.

 "Empire State of Mind", su éxito junto con el rapero Jay Z, lo comenzó desde ahí, lo continuó por el pasillo, entre la gente y lo terminó sobre el entarimado. Es un himno no oficial de Nueva York a esa jungla de concreto donde se hacen los sueños ("Concrete jungle where dreams are made of"). Hoy esa jungla fue la CDMX, y el sueño, Alicia Keys.

 "Más fuerte", gritaba, pero su público no necesitaba incentivos más allá que ella haciendo lo que sabe.

 Lo más significativo de su carrera cupo en la velada de dos horas, donde fue íntima, explosiva, sensual, mágica. Con su piano, pasó de cimas como "Girl on Fire" a otras como "Fallin" y, para rematar, "If I Ain't Got You". Sus fans, como ella ante la vista desde el globo horas antes: sin aliento.

 

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