Día de Pascua, Día de la Coneja…
Tradición anglosajona que poco a poco fue penetrando en las ciudades fronterizas de México
DISTORSIONADO. El Día de Pascua o de La Coneja, no es una tradición mexicana, pero sin embargo, en Reynosa se celebra.
sandra.tovar@elmanana.com
Reynosa no sólo está ligado geográficamente a Estados Unidos, sino también a sus costumbres. Una de ellas, el famoso Día de Pascua o Día de la Coneja.
Esta tradición se remonta a las fiestas anglosajonas pre-cristianas, cuando el conejo era el símbolo de la fertilidad y estaba asociado a la diosa Easter, a quien se le dedicaba el mes de abril y el honor de las fiestas de la primavera entre los pueblos del norte de Europa.
Aproximadamente tres siglos más tarde, también en Alemania, se inició la producción comercial de los conejos de Pascua comestibles, para aquel entonces éstos eran confeccionados de pastelería y azúcar.
No fue hasta el siglo XVIII cuando esta costumbre fue introducida en Estados Unidos por inmigrantes alemanes, para el deleite de sus hijos.
En la actualidad, es común que en Reynosa se vendan desde los huevos de pascua, en versión mexicana, hasta los conejos en piñatas, chocolates o pasteles para celebrar este día.
Esta tradición se celebra sobre todo en algunas escuelas que dedican el último día de clases previo a las vacaciones de Semana Santa, para celebrar la pascua.
Además, es común que en algunos parques o plazas públicas los padres de familia escondan los tradicionales huevos a fin de que sus hijos puedan encontrarlos.
Es para niños
En algunas páginas de Internet se publica una versión a fin de que los niños puedan entender esta tradición.
Cuenta la leyenda que hace muchos años atrás había un conejito muy asustado, escondido en el sepulcro donde dejaron a Jesucristo. El conejito observaba el cuerpo de Jesús dentro del sepulcro.
Se preguntaba quién sería ese señor y por qué tantas personas lloraban por él. Escuchaba a lo lejos que se trataba del hijo de Dios. A los dos días, el conejito se despertó asombrado al ver como Jesús se levantaba.
Su asombro fue más grande aún al ver que un angelito retiraba la gran piedra que tapaba la entrada del sepulcro.
Entonces pudo darse cuenta que ese Señor realmente se trataba del hijo de Dios.
El conejito se puso tan contento que quiso salir corriendo y saltando para contarle la buena nueva a todo el mundo, pero tenía un gran problema: no sabía hablar.
Sin embargo, este conejito saltarín era muy inteligente, por lo que rápidamente se le ocurrió una solución: pintando un huevo de colores la gente entendería el motivo de su alegría.
Desde entonces, cada Domingo de Pascua, un conejito deja huevos de chocolate pintados de colores a todos los niños y así le recuerda al mundo entero que Jesús resucitó.