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Okumura vive una... aventura ruda

Dieciocho años atrás, un joven japonés se trepó a un avión en busca de la aventura, en busca de seguir su aventura en la lucha libre profesional en México

“Mi plan era un año, nunca me imaginé venir a México”, recuerda el nipón, quien escuchó a su maestro Kuroneko para intentarlo “el tiempo pasó y aquí sigo, no me veo lejos de México”, acepta.

Okumura disfruta arriba y abajo del ring.Okumura vive una... aventura ruda

Sobre el ring tampoco fue sencillo, pero nunca se rindió. “En Japón enfrenté a Brazo de Plata, Shocker y Mephisto, pero son estilos muy diferentes, cuando vine a México cambió todo, como si fuera un novato, desde el primer día en entrenamiento me reinicié, a pesar de que tenía casi diez años como luchador profesional en mi país”.

En lo que no sufrió fue en la comida, de buen diente y estómago aguantador, le entró en automático a los tacos, el pozole y los pambazos. Dominó el picante sin graves consecuencias.

Tiempo después, la lucha libre le dio más sorpresas, como la tarde en que trabajó por primera vez en una función de mercado, “fue muy extraño, luché contra Atlantis y terminé dándole con una manzana en la cabeza, nunca lo había hecho en Japón”.

En otra ocasión, también al aire libre, un perro callejero se subió al ring y la gente lo apoyó, “no se quería bajar y los técnicos me agarraron para acercármelo, afortunadamente pude huir”.

Las pirámides de Teotihuacán y Chapultepec son sus lugares favoritos, lo que no soporta es el intenso tráfico, nunca lo hará. “No me gusta, es una ciudad enorme en la que no me gusta manejar, se me hace que es andar como un videojuego, el claxon todos los usan y en Japón nunca lo hacía”.

Así es la vida del japonés Okumura en México, una aventura eterna que disfruta arriba y abajo del ring.



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