El regreso a clases presenciales es inminente en México. “Llueva, truene o relampaguee”. Esa ha sido la consigna de Andrés Manuel López Obrador, que ha dejado claro que la vuelta a las aulas está en el tope de la lista de prioridades de su Gobierno.
La urgencia es evidente. Un año y medio de pandemia se ha traducido en dos ciclos escolares en los que se ha perdido mucho: padres y madres de familia con doble o triple jornada laboral, profesores que batallan con la tecnología, estudiantes que desde que pasaron a secundaria o preparatoria no han pisado sus escuelas y deserciones cada vez más frecuentes por el impacto económico de la epidemia. Pero la reanudación de las actividades escolares encuentra al país en una encrucijada, provocada por el empuje de la variante Delta y una tercera ola de contagios de covid que tiene como principales afectados a los más jóvenes y a quienes no se han vacunado. A las puertas de que más de 25 millones de alumnos vuelvan a las escuelas, las autoridades no han presentado una estrategia definida para hacerlo, las dudas de la población se multiplican y el tiempo se viene encima, con el inicio de las actividades previsto para el próximo 30 de agosto.
El subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, dijo que se ajustarán los lineamientos sanitarios para que el regreso a clases presenciales sea considerado como una actividad esencial y ya no sea regulado por el semáforo epidemiológico, el polémico sistema de colores establecido por las autoridades para la llamada “nueva normalidad”.
“No está sujeto a restricciones, aun cuando tengamos el semáforo rojo”, dijo el portavoz para la pandemia en una reunión virtual con los gobernadores del país celebrada el jueves.
El exhorto a volver a las aulas fue secundado por la secretaria de Gobernación (Interior), Olga Sánchez Cordero. Y la semana pasada, la Secretaría de Educación Pública insistió en que se hará “con base en una estrategia nacional integral en la que participan todos”, pero no dio más explicaciones.