México retomó el domingo las conmemoraciones multitudinarias por el Día de Muertos, luego de que el año pasado se prohibieran las tradicionales visitas a los panteones debido a la pandemia de coronavirus.
La pausa de un año, sin embargo, demostró cómo la tradición se niega a morir: La mayor parte de las familias celebraron de todas formas con altares en sus casas para sus seres queridos fallecidos, y algunas personas se infiltraron a los cementerios.
La festividad comienza el 31 de octubre, recordando a los que murieron en accidentes; continúa el 1 de noviembre para conmemorar a los que fallecieron en la niñez, y concluye el 2 de noviembre con el recuerdo de los fallecidos adultos .
Las festividades incluyen reunir a toda la familia para limpiar y decorar las tumbas, las cuales se cubren de flores de cempasúchil. Tanto en los cementerios como en los altares caseros, los familiares encienden veladoras y colocan ofrendas con las comidas y bebidas favoritas de sus parientes muertos.
En el centro de la Ciudad de México se colocó un altar especial dedicado a aquellos que murieron de COVID-19. A los familiares se les permitió ingresar a la plaza, acordonada para el resto de los visitantes, y se les ofreció equipamiento para imprimir fotografías de sus seres queridos, las cuales podían colocar en un muro de color negro junto con un mensaje escrito a mano.
Fue un recordatorio callado y solemne en un país en donde los fallecimientos por coronavirus alcanzaron a casi todas las familias extendidas.
México reporta más de 288 mil muertes por COVID-19 confirmadas por análisis médicos, pero los decesos probables relacionados al coronavirus según las actas de defunción indican que la cifra estaría más cercana a los 440 mil, lo que de acuerdo a algunos conteos sería la cuarta mayor a nivel mundial.
Para un país donde por lo general las personas mueren rodeadas de sus familiares, el COVID-19 fue particularmente cruel, ya que los seres queridos eran trasladados a carpas, donde morían aislados.