McAllen, Texas.- En medio de las denuncias por el inicio de las redadas contra inmigrantes, el vicepresidente Mike Pence visitó la zona del Valle de Río Grande para establecer un diagnóstico claro sobre la crisis migratoria en esta frontera.
La tarde de ayer viernes, el funcionario estuvo acompañado por una delegación del Comité Judicial del Senado, entre quienes se encontraban los senadores que están acompañando al vicepresidente Pence y a la segunda dama son: Marsha Blackburn (Tennessee), John Cornyn (Texas), Rob Portman (Ohio), Lindsey Graham y Tom Rice (Carolina del Sur), Thom Tillis (Carolina del Norte), Mike Lee (Utah) y John Hawley (Missouri).
También los acompañó el secretario del Departamento de Seguridad Nacional, Kevin McAleenan, y la asesora de la administración del Presidente Trump, Kellyanne Conway.
Horas más tarde, Pence fue llevado a Donna donde visitó las instalaciones de un centro de procesamiento, según la agenda de la oficina del Vicepresidente.
Previo a la visita, activistas de la organización LUPE, ARISE y de Proyecto de Derechos Civiles de Texas realizaron una protesta donde expresaron su descontento con el trato de inmigrantes en los centros de detención.
De las instalaciones de procesamiento en Donna, Mike Pence encabezó una mesa redonda con la delegación del senado y autoridades federales, estatales y locales en la estación de la Patrulla Fronteriza en McAllen.
El vicepresidente Pence comentó en sus redes sociales que hay mucho más trabajo por hacer para asegurar la frontera y poner un fin a la crisis, a pesar de que el Senado aprobó una medida bipartidista de alivio humanitario.
La visita de Pence, según observadores, obedece a que a poco más de una semana de que se diera a conocer un reporte publicado por la Oficina del Inspector General del Departamento de Seguridad Nacional en donde se abordó la problemática de centros excediendo su máxima capacidad de inmigrantes detenidos y de inmigrantes que llevan detenidos por más de las 72 horas permitidas.
Este reporte analizó las condiciones de cinco instalaciones de la Patrulla Fronteriza en el Valle del Río Grande y dos puertos de entrada de la región.
Los migrantes enjaulados se encontraban en un área en la estación de la Patrulla Fronteriza en McAllen. Cuando vieron llegar a los reporteros, muchos comenzaron a gritar, diciendo que estaban allí desde hace 40 días o más y que tenían hambre y querían lavarse los dientes. Los agentes que vigilaban las jaulas portaban máscaras.
El grupo de periodistas que cubrían al vicepresidente fue obligado a retirarse en 90 segundos.
“Esto es duro”, reconoció Pence en una conferencia de prensa posterior. “Sabía que veríamos un sistema sobrepoblado. Está abrumado, y por eso el Congreso tiene que actuar”.
Un reportero de The Washington Post dijo que las jaulas estaban tan atestadas que era imposible que todos los hombres se acostaran sobre el concreto.
La escena se parecía a lo que un inspector general describió en un duro informe entregado la semana pasada luego de visitas a instalaciones de la Patrulla Fronteriza cerca del río Bravo, incluyendo la que Pence vio. Un alto administrador gubernamental consideró que la situación es una “bomba de tiempo activa”, según fue citado en el informe.
Michael Banks, el agente a cargo de la estación de McAllen visitada por Pence, dijo que a los hombres detenidos allí se les permite lavarse los dientes una vez al día. Indicó que se les dio desodorante después de bañarse, pero reconoció que muchos de ellos no se habían bañado en 10 o 20 días. Dijo también que lo más que alguno de ellos había estado allí eran 32 días.
El presidente Donald Trump señaló horas antes que había enviado a Pence a la frontera para desmentir los reportes de que las condiciones en los centros de detención de migrantes son pésimas.
“Están muy llenos porque tenemos mucha gente, pero están en buen estado”, afirmó Trump. Se quejó de que el New York Times había reportado “falsamente” sobre las condiciones imperantes.
Horas antes en su gira, Pence visitó otras instalaciones de detención con una serie de tiendas blancas grandes donde la mayoría de los detenidos descansaban sobre tapetes similares a los utilizados en jardines de niños, y para cubrirse contaban con mantas térmicas de aluminio. Muchas de las familias serían liberadas en un máximo de 72 horas.