El director de cine Lan Bo espera hacer sonar las alarmas con un documental, “Wuhan, I Am Here” (“Wuhan, aquí estoy”), sobre los voluntarios que ayudaron a sus vecinos a conseguir comida y atención médica tras el confinamiento de principios de 2020 en la ciudad donde comenzó la pandemia del coronavirus.
El documental llega en un momento en el que China aplica cuarentenas similares en otras ciudades desde mediados de diciembre para contener los brotes de COVID-19. El número de personas confinadas en sus hogares rondaba los 20 millones a principios de enero.
La decisión del gobierno de intervenir los hospitales de Wuhan a tratara los pacientes con COVID-19 supuso que muchas personas con otras dolencias fueran rechazadas.
La película comienza con una mujer llorando frente a un hospital que no admitió a su esposo para un tratamiento contra el cáncer de pulmón. Los voluntarios le consiguieron una cama hablando con un hospital de Beijing gracias a las conexiones médicas.
Otras familias se esforzaron para conseguir el tratamiento para niños con enfermedades graves.
“En aquel momento, los recursos médicos se centraron en los pacientes con COVID-19, así que no era su turno” de ser atendidos, dijo Lan.
“Quienes necesitaban diálisis, quienes tenían cáncer y los pacientes con VIH que necesitaban medicamentos”, agregó. “Además, los pacientes en estado crítico y que necesitaban hospitalización, ¿qué iban a hacer? Todos nos estábamos haciendo esas preguntas”.
El gobierno envió a diario camiones llenos de alimentos a los complejos residenciales. Pero los ancianos que no podían salir de sus casas y las personas sin hogar dependían de que los voluntarios les consiguiesen comida.
Lan retrata los obstáculos con los que se toparon esos voluntarios. Necesitaban permisos para manejar por distintas zonas de la ciudad. Las autoridades les paraban alegando que carecían de autorización para distribuir comida y otros suministros.
El confinamiento de Wuhan, que se extendió también a otras ciudades del país, fue imitado más tarde por algunos gobiernos asiáticos y occidentales a medida que el virus se propagaba por todo el mundo.
Con una estrategia de “tolerancia cero” inusualmente estricta que buscaba encontrar y aislar a cada persona infectada, ayudó a que China tenga una cifra de positivos relativamente baja.
La Comisión Nacional de Salud ha reportado un total de 4.636 fallecidos — ninguno desde principios de 2021 — entre los 105.484 casos confirmados.
En el último confinamiento, la mayoría de los accesos a Xi’an, en el oeste del país, y a sus 13 millones de habitantes, se suspendieron a mediados de diciembre. El gobierno de la ciudad ha sido criticado por la escasez de alimentos y la severidad de unas medidas impuestas por la presión de Beijing para reducir el número de infecciones.
Una mujer embarazada sufrió un aborto espontáneo tras ser rechazada en un hospital, supuestamente por no tener resultados actualizados de la prueba de detección del COVID-19.
Xi’an no aprendió de Wuhan en cuando a la importancia de los voluntarios, afirmó Lan.
“Especialmente en la pandemia en Xi’an, lo que vi es la negligencia del gobierno hacia las fuerzas civiles, lo que resultó en la falta de un trato adecuado a nivel de base”, agregó el cineasta.
“¿Por qué Wuhan pudo superar esto?”, preguntó Lan. “Creo que, además de por la gran aportación de recursos de nuestro país y del gobierno, fue también por la contribución de decenas de miles de voluntarios que trabajaron en la oscuridad”.
Lan ha solicitado aprobación gubernamental para estrenar “Wuhan, I Am Here” en China. El documental se proyectó en el Festival Internacional de Cine Documental de Yamagata, en Japón, el año pasado.
En un confinamiento, “es este tipo de vida cotidiana lo que a veces determina la vida y la muerta de una persona y determina su destino”, afirmó Lan.