CIUDAD DE MÉXICO
"Nosotros, los historiadores, sí tenemos una deuda profunda con las mujeres y niños de esa época", dice la historiadora Guadalupe Jiménez Codinach, estudiosa del periodo por más de 45 años. "Falta mucho qué hacer por ellas, no solamente para la Guerra de Independencia, sino para todas las épocas de nuestra Historia", abunda. En un esfuerzo de reivindicación, el Gobierno de la CDMX incluyó a tres figuras de entonces en el proyecto escultórico "Paseo de las Heroínas", sobre Paseo de la Reforma: Leona Vicario (1789-1842), Josefa Ortiz (1773-1829) y Gertrudis Bocanegra (1765-1817).
Las historiadoras Guadalupe Jiménez Codinach y Anne Staples, así como el historiador Juan Ortiz Escamilla, destacan que arriesgaran la vida en un momento de gran opresión masculina. "En la época que nos corresponde, que estamos hablando de los años de 1808 a 1821, es una sociedad autoritaria, patriarcal, que le había asignado ya un papel a la mujer: hija sumisa del padre, esposa subordinada al esposo y madre que arriesgaba su vida en cada parto", contextualiza Jiménez Codinach. Leona Vicario, la independiente Anne Staples, investigadora de El Colegio de México, estudiosa de Leona Vicario desde 1974, reconoce un hueco importante en lo que se conoce hasta ahora de la conspiradora y benefactora de la causa insurgente. "Le perdemos el rastro, prácticamente, entre 1814 y 1818". Pese a ello, algunas cosas son muy claras, dice, como su inquebrantable voluntad política que no estuvo subordinada a ninguna asociación con un hombre, como sugieren algunas biografías poco documentadas.
"Tuvo una independencia de criterio. Ella decidió, por sus propias pistolas, que se apuntaba con la Independencia y, en la época, es admirable, porque no era tan fácil que una mujer tomara una decisión de ese tamaño", celebra. Hija de un padre acaudalado por negocios mineros, pero que falleció cuando ella era todavía muy joven, al igual que su madre, se sabe que fue una mujer de gran cultura, que se desenvolvió entre importantes abogados, como su tutor, Agustín Pomposo Fernández, dos veces rector de la Real y Pontificia Universidad de México. Para Staples, el despertar de su conciencia política pudo ocurrir al presenciar de primera mano la persecución de la que fue objeto la familia de su entonces prometido, el abogado Octaviano Obregón --tras la caída, en 1808, del Virrey José de Iturrigaray--, quienes debieron huir a Guanajuato para luego salir a España. Con el enlace roto con Obregón, Leona, quien forma parte de la sociedad secreta de Los Guadalupes, decide por su cuenta asistir a la insurgencia, llevando y recibiendo correo.
"Y no solamente eso, empieza a mandar armas, a mandar ayuda económica y a convencer a varios de que se vayan a la insurgencia", detalla Jiménez Codinach. Detenida en 1813, jamás delató a sus compañeros del movimiento, y fue ayudada a escapar del Colegio de Belén de las Mochas, donde la tenían recluida. De acuerdo con Staples, vivió a salto de mata y fue en este periodo que contrajo matrimonio con el abogado insurgente Andrés Quintana Roo, aunque falta documentar esta etapa. Josefa Ortiz, sin mitos Más allá de las monografías escolares, la Corregidora Josefa Ortiz tiene anécdotas que mejor ilustran su carácter. "No le importa quién es el poderoso; ella apoya una causa, pero no apoya que los medios sean malos y ruines", refiere Guadalupe Jiménez Codinach. Huérfana a temprana edad, Josefa fue criada por su hermana, María Sotero, y contrario a lo que se ha divulgado, recibió gran instrucción en el Colegio de las Vizcaínas. Su matrimonio con el futuro Corregidor de Querétaro, Miguel Domínguez, consta en el libro Matrimonios secretos de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, según piensa Jiménez Codinach, porque Domínguez era viudo y con dos hijas. Además de su labor determinante como conspiradora de la Junta de Querétaro, con todo lo que se sabe de sus acciones para alertar a Ignacio Allende y a Miguel Hidalgo, su labor insurgente fue siempre implacable. Según relata la historiadora, en 1813, año en que fue aprehendida por segunda vez, el virrey Félix María Calleja envió al canónigo José Mariano Beristaín a que le hiciera un informe. Además de recomendar su encierro, Beristaín envió al virrey un testimonio elocuente de doña Josefa: "Y hay finalmente algún otro agente efectivo, descarado, audaz e incorregible, que no pierde ocasión de inspirar odio al rey (.) y tal es Sr. Exmo.
La mujer del Corregidor de esta ciudad". Presa de 1813 a 1817, resiste alejada de sus 12 hijos, con la menor de apenas un año, y pese a ello nunca delató a nadie. Jamás dejó de apoyar a la insurgencia, apunta Jiménez Codinach, pero no dejó de señalar sus desacuerdos, como cuando escribió una carta a Miguel Hidalgo para deplorar la masacre de la Alhóndiga. "Creo yo que nos da ejemplo a las mujeres de hoy y de todos los tiempos, a ver qué es lo más valioso: nuestra patria, su ética, su justicia, su dignidad y la unión de todos los mexicanos", celebra la historiadora. Gertrudis Bocanegra, aún por conocer La figura de Gertrudis Bocanegra permanece, todavía, como un enigma por desentrañar. "El caso de Gertrudis Bocanegra es muy especial, porque realmente no se ha hecho todavía una investigación seria sobre su vida", explica el historiador michoacano Juan Ortiz Escamilla, investigador de la Universidad Veracruzana. De su paisana, no obstante, se tiene algo muy claro: que fue fusilada el 11 de octubre de 1817, en la plaza que hoy lleva su nombre, en Pátzcuaro, acusada de conspiradora, de fungir como correo para los insurgentes y de "seductora de tropa", un término usado para las mujeres que buscaban convencer soldados realistas de cambiar de bando. Fue en la época del Presidente Lázaro Cárdenas que se rescató su figura, recuerda el historiador. Hija de comerciantes españoles, Gertrudis nunca perteneció a una clase acomodada, al casarse con un soldado. "A mí me parece que ella representa a la mujer muy generosa, de clases más bien humildes", explica Jiménez Codinach. En 1811, según consta a ambos historiadores, Gertrudis pierde a su esposo y a su único hijo en dos batallas distintas, hecho que no la disuade de seguir apoyando a los insurgentes. Al ser aprehendida, como en el caso de Leona Vicario y de Josefa Ortiz, jamás delata a sus compañeros.
"Ninguna de ellas, en los juicios que les hicieron, traicionaron a insurgentes, ninguna de las tres traicionó a la causa", encomia Ortiz Escamilla. "En cambio, la mayor parte de los insurgentes que se indultaron, todos 'chaquetaron'".