Parafraseando a Dickens: es el mejor de los tiempos, y es el peor de los tiempos para los países productores de petróleo. Para la OPEP, las cosas no pintan bien. Pese a los recortes en su producción, el precio del Brent se mantiene por debajo de los 70 dólares por barril. Su producción es la más baja desde 2015 debido no solo a los recortes voluntarios, sino también a factores estructurales y geopolíticos que han mermado la oferta de varios de sus miembros.
Para Estados Unidos, la situación sigue siendo favorable. Con un umbral de rentabilidad que oscila entre 35 y 50 dólares por barril, la industria estadounidense del petróleo no convencional puede adaptarse cómodamente a los precios actuales, de ahí que su producción siga en ascenso y esté por alcanzar la cifra récord de nueve millones de barriles diarios. Las exportaciones estadounidenses de crudo están cerca de los tres millones de barriles diarios gracias a los 119.000 millones de dólares invertidos en infraestructura de transporte y oleoductos durante un lustro. Mientras tanto, la demanda de petróleo atraviesa por un periodo de desaceleración provocado por la ralentización de la economía global y la incertidumbre en torno a la guerra comercial que Estados Unidos libra con China y otros países. Esperamos un crecimiento de 1,18 millones de barriles diarios en 2019, esto es, 360.000 barriles diarios menos que en 2018.
En este contexto, la capacidad de la OPEP para favorecer un aumento de precios es limitada. En la reunión del 2 de julio se decidió extender el recorte de su producción por nueve meses. Frente a la posibilidad de perder cuota de mercado o desencadenar un desplome de los precios, la organización optó por la opción aparentemente menos costosa.
Considerando lo anterior, la desaceleración de la demanda seguirá siendo el principal determinante de los precios del petróleo en el corto y mediano plazo. Nuestras previsiones apuntan a una caída gradual en 2019 y 2020.
La incertidumbre en torno a nuestras previsiones depende de dos factores. Primero, el devenir de las guerras comerciales y su impacto en el crecimiento económico mundial. Segundo, la evolución del conflicto entre Estados Unidos e Irán, que podría resultar en la interrupción del flujo de petróleo a través del estrecho de Ormuz (por donde transita el 21% del petróleo que se consume en el mundo), o en una reactivación de las exportaciones iraníes en caso de lograrse un acuerdo.