Los votantes tuvieron la oportunidad — en esta elección— de romper el techo de cristal más alto de la política estadounidense y elegir a Kamala Harris como la primera mujer en ocupar la presidencia del país. En cambio, volvieron a poner a Donald Trump en la Casa Blanca, un regreso que se sustentó en un apoyo significativo —incluso algo mayor que antes— de las mujeres.
Algunas votantes lamentaron el miércoles la oportunidad perdida de que una mujer ocupara el Despacho Oval, y se preguntaron cuándo —si es que alguna vez— sucederá eso.
“Estoy horrorizada”, dijo Precious Brady-Davis, una mujer transgénero de raza negra que acaba de ganar un mandato de dos años en una junta de gestión del agua del área de Chicago, y cuya alegría por ello se vio atenuada. “Estoy decepcionada con mis compatriotas estadounidenses porque, una vez más, no elegimos a una mujer calificada para la presidencia”.
Quienes apoyaron a Trump —como Katherine Mickelson, una estudiante universitaria de 20 años, de Sioux Falls, Dakota del Sur— dijeron que la contienda se redujo a valores y a cuestiones como la economía, no al género. Incluso, la misma Harris buscó ganarse un lugar en la historia sin hacer énfasis en su género.
“Si bien creo que a muchas mujeres les gustaría ver a una presidenta, incluida yo misma”, argumentó Mickelson, “No vamos simplemente a votar a ciegas por una mujer”.