- WASHINGTON, DC
Los demócratas reaccionaron con furia agraviada cuando se reveló que el expresidente Donald Trump poseía documentos con sellos de confidencialidad que deberían haber sido entregados al gobierno cuando dejó el cargo. Después, cuando surgieron las revelaciones de que el presidente Joe Biden también manejó inadecuadamente varios documentos secretos se desencadenó un estruendo republicano de “bueno, ¿y ahora qué con esto?”.
Ahora, con otro descubrimiento de documentos reservados, esta vez en la casa del vicepresidente de Trump, Mike Pence, el señalamiento partidista parece fundirse en un coro de frustraciones tanto de demócratas como de republicanos.
Ahora parece que los máximos secretos de Estados Unidos no están necesariamente a salvo con los funcionarios más altos. No cuando estuvieron en manos de Trump, que desdeña las reglas y las costumbres del gobierno, y tampoco en manos de Biden y Pence, pese a que las suscriben.
“¿Qué diablos está pasando aquí?”, preguntó el senador por Florida Marco Rubio, principal republicano en la Comisión de Inteligencia del Senado, cuando se le preguntó sobre el caso de Pence.
El presidente demócrata de ese panel, el senador por Virginia Mark Warner, dio un consejo severo a todos los expresidentes y futuros presidentes, independientemente de su partido: “Revisen sus armarios”.
La última revelación provino del abogado de Pence, Greg Jacob, quien le informó a la agencia Archivos Nacionales y Administración de Documentos (NARA, por sus siglas en inglés, el lugar apropiado para tal material) que se encontraron documentos confidenciales en la casa de Pence en Indiana la semana pasada.
Jacob precisó que una cantidad aparentemente pequeña de papeles fueron embalados y transportados inadvertidamente a la casa de Pence al concluir el gobierno de Trump. Los documentos salieron a la luz cuando Pence, impulsado por los descubrimientos en la casa de Biden y en las oficinas de los asesores de campañas presidenciales, le pidió a sus abogados que vieran si él tenía algo también.
Ya hay fiscales especiales que están investigando los casos de Trump y Biden. En los tres casos, no se conoce públicamente la importancia del material reservado ni si su manejo inadecuado violó la seguridad nacional, pero está claro que algunos de los documentos recuperados en la finca de Trump en Mar-a-Lago en Palm Beach, Florida, eran ultrasecretos.
Trump, un republicano, tomó como una afrenta que el gobierno de su sucesor fuera a registrar las habitaciones de su propiedad a fin de buscar material con sellos de confidencialidad que se suponía que no debía tener —a pesar de que luchó durante meses contra los esfuerzos para recuperarlos— y el gobierno se vio obligado a emitir una citación para obtenerlos. En contraste, los asistentes del demócrata Biden dicen que cooperaron rápida y plenamente cuando se encontró material reservado en una antigua oficina del actual presidente en Washington, aunque esperaron meses para hacer público lo que había sucedido.
En la Cámara de Representantes, ahora controlada por los republicanos, el representante Mike Turner —republicano por Ohio y candidato a encabezar la Comisión de Inteligencia— aseguró que solicitará la misma revisión de inteligencia y evaluación de daños en el caso de Pence y que solicitó en los casos anteriores.
El manejo descuidado de información protegida por parte de altos cargos se volvió un tema políticamente cargado durante la contienda presidencial de 2016, cuando Hillary Clinton, la candidata demócrata, fue investigada por sus prácticas poco rigurosas con el correo electrónico mientras era secretaria de Estado.
El entonces jefe del FBI, James Comey, concluyó que ella y sus ayudantes fueron “extremadamente descuidados en el manejo de información muy confidencial y altamente clasificada”. Recomendó no enjuiciarlos penalmente, tras considerar que no lo hicieron deliberadamente.
El enorme y complicado gobierno de Estados Unidos tiene un montón de personas que pueden tener acceso al menos a algunos secretos y se supone que deben mantenerlos en secreto. Alrededor de 1,25 millones tenían autorización de acceso a secretos máximos en 2019, según un informe gubernamental.
No son raras las filtraciones a los medios de información confidencial, pero los legisladores de ambos partidos han denunciado que algo está muy mal en el sistema que resguarda los secretos nacionales cuando a un presidente, un expresidente y un exvicepresidente se les hallan documentos que no les corresponden.
INTERCAMBIO DE CULPASEn el Capitolio, mientras tanto, queda cada vez más claro que el caso de Pence había reanudado el intercambio de culpas.
“Nadie está por encima de la ley”, declaró el senador republicano por Florida Rick Scott. “No sé cómo alguien termina con documentos confidenciales... O sea, todos los documentos clasificados que he visto tienen un gran letrero de ‘Clasificado’ en ellos”.
El senador republicano por Texas John Cornyn subrayó que los documentos secretos sólo se sacan de las oficinas de la comisión en bolsas bajo llave.
“En mi opinión, nunca debería permitirse sacar documentos confidenciales de una instalación protegida o por algún medio de transporte seguro entre esas instalaciones protegidas”, afirmó.
Wyden aseguró que en sus muchos años en el panel, siempre ha estado muy claro que no hay que sacar nada de la sala.