- WASHINGTON, DC
Poco después de que Rusia invadiera Ucrania, refugiados de la nación ocupada comenzaron a llegar a la frontera de México con Estados Unidos. Aproximadamente 1,000 ucranianos por día volaron a Tijuana con visas de turista, desesperados por llegar a suelo estadounidense.
El elevado volumen de recién llegados estaba abrumando al personal del cruce fronterizo más transitado del país en San Diego. En Tijuana, miles de ucranianos dormían en un gimnasio municipal con la esperanza de tener una oportunidad de cruzar a Estados Unidos.
En respuesta, el gobierno del presidente Joe Biden anunció que admitiría a hasta 100,000 ucranianos durante dos años, a condición de que presentaran su solicitud en línea, tuvieran a alguien que los respaldara económicamente y llegaran por un aeropuerto. Al mismo tiempo, los funcionarios fronterizos rechazaban a los ucranianos que llegaban a pie a la frontera de Estados Unidos.
El gobierno demócrata ha considerado que esas políticas han resultado tan efectivas que un modelo similar se ha convertido en la parte central de una política fronteriza más amplia que se implementará a partir del jueves, en un momento en que llega a su fin el llamado Título 42, una restricción que entró en vigor debido a la pandemia de COVID-19 y que permitía que las autoridades estadounidenses rechazaran rápidamente a los migrantes que cruzaban ilegalmente y solicitaban asilo.
Sin duda los resultados serán una prueba para Biden, que aspira a la reelección, en un momento en que la frontera vuelve a estar en el centro de la atención política y los republicanos intentan hacerlo ver como un mandatario blando en temas de seguridad.
Es un cambio que se aleja de las políticas migratorias más abiertas que caracterizaron el primer año de Biden en la presidencia, en favor de un enfoque que combina una vigilancia policial reforzada con vías legales ampliadas y diplomacia.
La izquierda ha criticado las políticas, diciendo que se parecen demasiado a las del expresidente Donald Trump. Otros se preguntan si cualquier cosa que haga Biden logrará detener el flujo de migrantes a lo largo de la frontera sur, y si las nuevas políticas podrán sobrevivir a las impugnaciones jurídicas que se prevé sean interpuestas y a la falta de recursos.
Pero algunos expertos en migración creen que podría ser un enfoque equilibrado que resulte en menos cruces ilegales y al mismo tiempo proporcione un refugio para quienes huyen de persecuciones.
“Creo que tienen una oportunidad de luchar, con el tiempo, para convertir esto en un sistema real que sea a la vez más justo y más controlable”, dijo Andrew Selee, presidente del Instituto de Política Migratoria, un grupo apartidista de investigación sobre el tema migratorio.
Este reportaje se basa en parte en entrevistas con más de una docena de funcionarios gubernamentales actuales y anteriores, los cuales hablaron con The Associated Press a condición de guardar el anonimato para poder declarar sobre deliberaciones internas.
En su primer mes en el cargo, Biden firmó una serie de acciones ejecutivas con el fin de anular las políticas de la era de Trump. Respaldó una ley para proporcionarle a millones de personas que se encuentran ilegalmente en el país una vía que les permita naturalizarse. Llenó su gobierno con defensores de los inmigrantes ansiosos por contrarrestar las que consideraban políticas antimigratorias de Trump.
Pero las alarmas sonaron casi de inmediato cuando cerca de 19.000 niños que viajaban solos fueron detenidos en la frontera en marzo de 2021. Altos funcionarios se reunieron dos veces por semana para elaborar estrategias y trasladar a los menores desde las sobrepobladas instalaciones de la Patrulla Fronteriza a refugios de emergencia, incluidos centros de convenciones en California y bases militares en Texas.
Si bien el número de niños que viajaban solos disminuyó, un “tablero diario” monitoreado por altos funcionarios mostraba que las llegadas en general seguían aumentando, especialmente las de familias.
La mayoría de las personas que arriban a la frontera estadounidense ilegalmente huyen de la persecución o la pobreza en sus países de origen. Piden asilo y, en general, se les ha permitido ingresar a Estados Unidos para que aguarden a que se emita una resolución sobre sus casos. Ese proceso —que puede llevar años, ya que el sistema judicial de inmigración está sumamente saturado— ha provocado que un número cada vez mayor llegue a la frontera con la esperanza de entrar al país.
Aunque muchos piden asilo, la vía legal para obtenerlo es estrecha y la mayoría no cumplen con los requisitos.
UN SISTEMA DISFUNCIONALY están por concretar una nueva regla —similar a una política de Trump que fue bloqueada en la corte— para hacer que obtener asilo sea extremadamente difícil para cualquiera que llegue a la frontera de Estados Unidos a través de otro país, como México.
Mientras tanto, el número de venezolanos que cruzan la frontera ilegalmente está creciendo nuevamente. Funcionarios del gobierno aguardan para ver si se trata de una situación temporal relacionada con el fin de las restricciones por el COVID-19.
Mayorkas reconoció los temores por el incremento en esos arribos durante una gira por el Rio Grande Valley, en Texas, la semana pasada. Al final, subrayó, nada sustituye a la acción del Congreso.
“Tenemos un plan; estamos ejecutando ese plan”, dijo Mayorkas. “Sin embargo, básicamente estamos trabajando con un sistema migratorio disfuncional que desde hace décadas requiere una reforma urgente”.