HEBBRONVILLE, Texas.- En este rincón del sur de Texas, los cactus rollizos parecen surgir del polvo árido y la tierra agrietada, como bocadillos mágicos.
Únicamente aquí y en el norte de México la planta de peyote de color verde azulado crece de forma natural, enclavada bajo mezquites espinosos, acacias y "blackbrush" (matorral negro).
Para muchos miembros del movimiento religioso Native American Church (Iglesia Indígena Estadounidense, también llamado Religión del Peyote), quienes llaman a esta región los "jardines de peyote", la planta es sacrosanta y una parte inextricable de su oración y sus ceremonias. Se cree que es un cactus sanador natural con el que las comunidades indígenas han contado para su salud física y mental cuando han lidiado con el trauma de la colonización, el desplazamiento y la erosión de la cultura, la religión y el idioma. Falta de acceso para uso religioso
El cactus contiene un espectro de alcaloides psicoactivos. El principal de ellos es la mescalina, un alucinógeno codiciado por sus propiedades psicodélicas. Aunque es una sustancia controlada por la ley federal, una exención otorgada por una enmienda de 1994 a la American Indian Religious Freedom Act (Ley de Libertad Religiosa de los Indígenas Estadounidenses) legalizó que los pueblos originarios usaran, poseyeran y transportaran peyote para fines religiosos tradicionales.
Durante más de dos décadas, los indígenas estadounidense practicantes del peyotismo —como también se conoce a la Iglesia Indígena Estadounidense—, cuyo número en Estados Unidos se estima en 400.000, han dado la voz de alarma sobre la falta de acceso al peyote, al que llaman reverentemente "la medicina".
Dicen que la recolección furtiva y la cosecha excesiva de este cactus de crecimiento lento —florece y madura en un período de entre 10 y 30 años— han puesto en peligro a la especie y arruinado su delicado hábitat.
Los miembros de la Iglesia Indígena Estadounidense (NAC, por sus siglas en inglés) reportan que la situación ha empeorado tras las demandas de los defensores del renacimiento psicodélico que buscan despenalizar el peyote y hacerlo más accesible para la investigación médica y el tratamiento de varias enfermedades.
La agricultura, los desarrollos inmobiliarios, los parques eólicos en la región y el muro fronterizo también dañan su hábitat, dicen los expertos.
Una gran mayoría de los amantes del peyote están de acuerdo en que la planta debe ser protegida y quedar fuera del alcance de los investigadores médicos, los inversores de Silicon Valley y otros grupos que abogan por la despenalización del peyote. Pero dentro de la Iglesia Indígena Estadounidense hay opiniones diversas sobre cómo lograr ese objetivo.
Mientras que al menos un grupo encabezado por líderes de la NAC ha iniciado esfuerzos para conservar y propagar el peyote de manera natural en su hábitat mediante dólares filantrópicos, otros en la Iglesia sospechan de las intenciones de los inversores y dicen que temen la explotación y preferirían obtener fondos del gobierno de Estados Unidos para proteger al cactus.
Una iniciativa para conservar y proteger el peyote
En octubre de 2017, el National Council of Native American Churches (Consejo Nacional de Iglesias Indígenas Estadounidenses) compró 245 hectáreas (605 acres) en Hebbronville, Texas, para establecer una reserva de peyote y un "sitio espiritual" que ahora es administrado por la Indigenous Peyote Conservation Initiative (Iniciativa Indígena de Conservación del Peyote o IPCI, por sus siglas en inglés).
Steven Benally, un navajo mayor de Sweetwater, Arizona, y miembro de la junta directiva de la IPCI, rememora sus peregrinaciones anuales a los jardines de peyote con su familia. Recuerda haber perdido el acceso a los jardines después de que el sistema "peyotero" tomara el control, donde los peyoteros con licencia del gobierno recolectaban por miles la parte superior de la planta en forma de botón y las vendían a los miembros de la NAC.
Esto significó que los indígenas estadounidenses no podían ir libremente a ranchos de propiedad privada y recolectar peyote con oraciones como lo habían hecho durante generaciones. Perdieron su conexión sagrada con la tierra, expuso Benally.
No fue hasta que él abrió la puerta de su extenso rancho, llamado cariñosamente "el 605", que Benally se sintió conectado una vez más. Estaba tan abrumado por la emoción que colocó un cartel en la entrada con las palabras: "Esto es real".
"Sentí que finalmente estábamos viviendo lo que acabábamos de soñar, orar y hablar", dijo.
Uno de los lugares favoritos de Benally en la propiedad es una banca en lo alto de una colina —un rincón tranquilo donde los visitantes han colocado notas de oración, rocas pintadas y otras ofrendas a un grupo cercano de peyotes que brotaron de manera natural—. Benally se sienta en la banca e inhala la suave brisa y disfruta de la quietud.
"Nuestra creencia es que estas plantas, estos animales, estas aves son sencillamente como nosotros", explicó. "Pueden oír, pueden entender. Tienen sus poderes, tienen su lugar, un propósito y una razón —igual que nosotros—".
La reserva de peyote es un sitio de conservación donde la planta no sólo no se cosecha, sino que se propaga y se replanta de forma natural en su hábitat sin sustancias químicas, apuntó Miriam Volat, directora ejecutiva de la organización sin fines de lucro que la supervisa. Los indígenas estadounidenses que muestran sus tarjetas de identificación tribal pueden acampar en la reserva y cosechar con oración en los ranchos amigables circundantes, agregó.
El objetivo es restaurar el peyote y su hábitat para hacerlo abundante en la región en los próximos 50 años.
El peyote que se cultiva en su vivero está bajo la atenta mirada de la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés), informó. Con licencia para operar, la organización sin fines de lucro intenta equilibrar la hospitalidad con el cumplimiento del requisito de la agencia de resguardar los cactus con puertas cerradas y monitoreo con cámaras.
El debate sobre la conservación del peyote
Quienes intentan proteger al peyote no están de acuerdo sobre si se debe cultivar fuera de su hábitat natural. Si bien los científicos y los conservacionistas dicen que eso es esencial para la protección de la especie, muchos miembros de la Iglesia Indígena Estadounidense sostienen que hacerlo diluiría su naturaleza sagrada.
Keeper Trout, científico investigador y cofundador del Instituto de Conservación del Cactus, con sede en Texas, recuerda cuán abundantemente crecía el peyote en la región durante la década de 1970. Hoy casi ha desaparecido.
"Era como caminar sobre almohadas", contó.
Trout empatiza con quienes se oponen por motivos religiosos, pero cree que las personas deberían poder cultivar y cosechar en cualquier lugar. Con un poco de ayuda, Trout confía en que la planta resiliente pueda sobrevivir.