Terror en industria automotriz

A medida que los vehículos eléctricos salen a la venta en todo el país, las fábricas cierran y trabajadores pierden sus empleos

WASHINGTON, DC

Es un escenario que aterroriza a la industria automotriz estadounidense.

Fabricantes de automóviles chinos se establecen en México para aprovechar las reglas comerciales de Norteamérica. Una vez instalados, envían vehículos eléctricos de precio megabajo a Estados Unidos.

A medida que los vehículos eléctricos (EV, por sus siglas en inglés) chinos salen a la venta en todo el país, a los EV de fabricación estadounidense —que cuestan un promedio de 55,000 dólares, aproximadamente el doble del precio de sus contrapartes chinas— se les dificulta competir. Las fábricas cierran. Los trabajadores pierden sus empleos en el corazón industrial de Estados Unidos.

Al final, todo podría convertirse en una dolorosa repetición de cómo la competencia china, subsidiada por el gobierno, devastó industrias estadounidenses, desde la acerera hasta la de paneles solares, durante el último cuarto de siglo. En esta ocasión, serían los EV, que los fabricantes de automóviles estadounidenses consideran el núcleo de su negocio en las próximas décadas.

"Una y otra vez, hemos visto al gobierno chino hacer dumping de productos altamente subsidiados a los mercados con el fin de socavar la fabricación nacional", escribió el senador Sherrod Brown, demócrata de Ohio, en una carta de abril dirigida al presidente Joe Biden, en la que pedía una prohibición total a los vehículos eléctricos chinos en Estados Unidos. "No podemos permitir que ocurra lo mismo si se trata de EV".

Los vehículos eléctricos chinos de bajo precio representan un "Evento de nivel de extinción" potencial para la industria automotriz estadounidense, advirtió la Alianza de la Manufactura Estadounidense.

El acuerdo comercial que Beijing podría explotar potencialmente —el acuerdo entre Estados Unidos, México y Canadá— fue negociado por el gobierno de Donald Trump y promulgado en 2020. Sus reglas podrían permitir que los automóviles chinos ensamblados en México ingresen a Estados Unidos, ya sea sin pagar aranceles o a un tipo arancelario nominal del 2,5%. De ambas formas, China podría vender sus EV muy por debajo de los precios típicos de Estados Unidos.

Para desactivar la amenaza, Estados Unidos tiene opciones. Los funcionarios de aduanas podrían dictaminar que los vehículos eléctricos chinos no califican para los beneficios de aranceles bajos o libres de impuestos por ser ensamblados en México. Los legisladores también podrían presionar a México para que mantenga los vehículos chinos fuera de ese país. O podrían prohibir la entrada de vehículos eléctricos chinos a Estados Unidos con el argumento de que amenazarían la seguridad nacional de la nación.

Por su parte, Donald Trump dijo a la revista Time en abril: "Les aplicaré aranceles del 100%. Porque no voy a permitir que se roben el resto de nuestro negocio".

No obstante, cualesquiera que sean las medidas que tome el gobierno de Estados Unidos, probablemente enfrentarán desafíos legales de las empresas que quieran importar los EV chinos.

La amenaza de Beijing surge justo cuando los fabricantes estadounidenses de automóviles enfrentan una desaceleración en las ventas de EV, incluso mientras invierten miles de millones de dólares para producirlos, en una apuesta costosa a que los estadounidenses adoptarán los automóviles impulsados por baterías en las próximas décadas. Los precios comparativamente más altos, a pesar de los incentivos fiscales federales para los compradores, han debilitado las ventas de EV en Estados Unidos. También lo ha hecho la ansiedad pública por la escasez de estaciones de carga, potencialmente agravada por el aumento de los robos de cables en ellas.

Los optimistas sugieren que una afluencia de vehículos eléctricos chinos de precio megabajo podría acelerar las compras de EV en Estados Unidos, apresurar la inversión en estaciones de carga y obligar a bajar los precios.

"Sería más barato simplemente dejar entrar los automóviles chinos, olvidar todos los aranceles y subsidios, dejar que el mercado lo resuelva", dijo Christine McDaniel, investigadora sénior del Centro Mercatus de la Universidad George Mason, quien fue funcionaria comercial durante el gobierno de George W. Bush. "Sí, sería disruptivo. Pero los EV arrancarían en Estados Unidos mucho más rápido".

Está en juego una pregunta de enormes consecuencias: ¿quién dominará la fabricación y venta de vehículos eléctricos de cero emisiones?

China ha tomado una ventaja abrumadora hasta ahora. Representó casi el 62% de los 10,4 millones de EV impulsados por baterías que se produjeron en todo el mundo el año pasado. Estados Unidos, en el puesto número 2, fabricó alrededor de 1 millón —menos del 10% del total, según la firma de consultoría y análisis GlobalData.

Al lograr avances tecnológicos y a la vez mantener los costos bajos, los fabricantes de automóviles chinos han logrado avances notables. BYD, de China, presentó el año pasado un vehículo eléctrico pequeño llamado Seagull que se vende por sólo 12,000 dólares en China —y 21,000 dólares por la versión comercializada en algunos países latinoamericanos. Considerado una maravilla de eficiencia en ingeniería, su diseño liviano permite al Seagull llegar más lejos por carga con una batería más pequeña. BYD ha dicho que considera construir una fábrica en México —pero sólo para el mercado mexicano.

Los legisladores y las compañías automotrices estadounidenses no están nada tranquilos.

"Sólo mira a China: Observa lo grande que es su participación en el mercado de EV", dijo John Lawler, director financiero de Ford Motor, en la Conferencia Global de la Industria Automotriz del Deutsche Bank de este mes. "Esas son amenazas competitivas importantes que debemos enfrentar. Ellos tienen un proceso de desarrollo que es mucho más rápido: 24 meses". (En contraste, los vehículos estadounidenses normalmente pasan por un desarrollo de cuatro a cinco años, aunque ese tiempo se ha reducido a tres años o menos para los EV).