Durante cuatro horas, Raymond V. Buelna, un líder cultural de la tribu Pascua Yaqui, estuvo sentando en una banca de metal en un espacio de detención de concreto en la frontera entre Estados Unidos y México, separado de las dos personas con las que realizaba una ceremonia de Pascua en territorio tribal en Arizona y preguntándose cuándo serían liberados.
Era febrero de 2022 y Buelna, un ciudadano estadounidense, conducía a dos personas, ambas de la relacionada comunidad tribal del pueblo indígena soberano del noroeste de México, de su casa a la reserva en el suroeste de Tucson. Tenían autorización de funcionarios estadounidenses para cruzar la frontera, pero cuando Buelna le preguntó a un agente por qué estaban detenidos, le pidieron esperar al agente que lo entregó.
“Saben que venimos”, dijo Buelna, quien durante 20 años ha hecho el viaje para una variedad de ceremonias. “Hicimos todo este trabajo y aquí seguimos sentados”.
Ahora, la tribu Pascua Yaqui intenta cambiar esto, para ellos y potencialmente decenas de tribus más en Estados Unidos.
Los funcionarios tribales han escrito regulaciones para formalizar el proceso de cruce fronterizo, en colaboración con el recientemente fundado Consejo Asesor de Seguridad Nacional Tribal del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, compuesto por 15 funcionarios indígenas en toda la Unión Americana.
Su trabajo podría proporcionar una plantilla para decenas de pueblos indígenas cuyas tierras de origen, como los Pascua Yaquis, están divididas en dos por las fronteras estadounidenses de la época moderna.
De aprobarse, las normas podrían convertirse en los primeros procedimientos de cruce fronterizo claramente establecidos en Estados Unidos específicos para una tribu originaria que después podrán usar otras, según Christina Leza, profesora de Antropología en la Universidad Colorado.
Las normas estarán vigentes cinco años, para después ser renovadas y reformadas según sea necesario, y requiere que agentes locales de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus iniciales en inglés) y personal consular sean capacitados sobre la herencia cultural, lenguaje y tradiciones de la tribu. Requeriría que un intérprete yaqui esté disponible cuando sea necesario y de la coordinación cercana con la tribu para que los cruces fronterizos sean rápidos.
Urbina dijo que la tribu se reunió para discutir la propuesta con el secretario de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Alejandro Mayorkas. El Departamento de Seguridad Nacional no respondió de momento a las peticiones reiteradas por teléfono y correo electrónico para comentar sobre las regulaciones.
Cuando los familiares, bailadores de la danza del venado o músicos que viven en Sonora, México, hacen el viaje a Estados Unidos para ceremonias, celebraciones de reconocimiento tribal o eventos familiares, el gobierno de Estados Unidos les suele entregar una tarjeta de identificación de la tribu y una visa de visitante o un permiso humanitario. Aun así, deben enfrentar a agentes fronterizos que, dicen, carecen de conciencia cultural para procesarlos sin problemas.
En los últimos dos años, Buelna contó que ha hecho el viaje de ida y vuelta unas 18 veces y que fue detenido en cuatro de ellos. Dijo que agentes fronterizos interrogaron a las personas que trasladaba, cuya primera lengua es yaqui, sin un intérprete, y que les han decomisado objetos culturales, como pezuñas de cerdo y venado. Los agentes han tocado objetos ceremoniales, a pesar de que sólo ciertas personas dentro de la tribu tienen permiso para hacerlo.
Urbina explicó que la tribu se enfrentó a nuevos desafíos cuando Seguridad Nacional se formó después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, intensificando la seguridad fronteriza. Se volvió más notable en 2020, cuando Estados Unidos prohibió el viaje “no esencial” entre ambos lados de la frontera para controlar la propagación del coronavirus. Esa prohibición terminó esta semana, pero están vigentes restricciones nuevas.
Por una cuestión de soberanía, los pueblos indígenas deberían poder determinar la posibilidad de las personas de cruzar la frontera para preservar la vida ceremonial de sus comunidades, considera Leza.