- CIUDAD JUÁREZ/EL PASO
En ambos puntos, las personas en movilidad, en una gran mayoría venezolanas, acampan sobre cartones, con cobijas colgadas sobre los pocos árboles para cubrirse del Sol o resguardándose con su ropa, después de que les retiraron sus casas de campaña.
Para sobrevivir, los integrantes del campamento improvisado a orillas del río Bravo regresan a México cruzando un alambre de púas, compran agua y comida, y se cuelan de nuevo en territorio vecino.
“No abren la puerta”, indicó Andrew Gálvez, un venezolano que decidió cruzar este lunes antes de llegar a su fin el Título 42, medida sanitaria implementada por Estados Unidos desde el 2020 y que expulsa a los extranjeros de manera inmediata a México.
A más de un mes del incendio que mató a 40 migrantes en instalaciones del Instituto Nacional de Migración (INM), las autoridades no han cambiado la atención a este grupo, ya que la ciudad sigue desbordada, principalmente de venezolanos, que huyen de la precariedad económica y del régimen del presidente Nicolás Maduro, así como por violencia.
Bajo rayos del Sol que superan los 30 grados, los cientos de migrantes padecen de la incertidumbre por el fin del Título 42, sentados entre el río Bravo y el muro fronterizo, con la esperanza de que la Patrulla Fronteriza abra las puertas y los procese para iniciar su petición de asilo.
Víctor Escobar, un ex militar en Colombia, comentó que desde hace 10 días se instaló en el campamento en Texas, con la esperanza que las puertas sean abiertas para terminar de cumplir el sueño.
Lo que esperan los migrantes es que la Patrulla Fronteriza los reciba antes de que finalice el Título 42, porque saben que con el Título 8 enfrentarán cargos criminales y deportación.
Padres y madres con hijos sobre los hombros, que al mismo tiempo llevan consigo bolsas en mano con botellas de agua y alimento, caminan y caen sobre el bordo pantanoso del lado mexicano hacia el Bravo.
El alambre de púas colocado por el Gobierno de Texas durante los últimos meses los ha hecho desplazarse a pie a más de 20 kilómetros desde el Centro, donde solían concentrarse para cruzar y entregarse.
Ahora, buscan o hacen huecos en el alambre de púas para poder llegar a unos metros de lo que esperan, sea el punto final de su travesía.
Muchos se han registrado en la aplicación CBP One que dispuso el gobierno de Estados Unidos para ordenar a los solicitantes de asilo, pero han sido meses de espera y ante el fin del Título 42, mejor decidieron echar a la suerte la posibilidad de ser aceptados.
Su temor es que a partir del 12 de mayo las políticas migratorias empeoren, aunque también confían que puedan correr con mejor suerte y les permitan ingresar.