CIUDAD JUÁREZ, Chihuahua / El Paso, TX.- Apenas se baja de los hombros de su padre, Ian encuentra algo con qué jugar: pequeñas piedras que lanza al río Bravo.
Desde el lado mexicano, su madre y su padre dan un respiro profundo y observan la frontera entre Ciudad Juárez, Chihuahua, y El Paso, Texas.
En sus ojos se reflejan las decenas de migrantes apostadas en un campamento improvisado en el lado estadounidense, plegadas a una malla ciclónica y una alambrada de púas que, pese a ser reforzada, sigue siendo vencida por cientos de personas que llegan a esta frontera, donde ni el despliegue de la Guardia Nacional de Texas los detiene.
El niño de tres años opta por jugar, ahora, con una espátula y un desarmador hallados en el camino, con ellos escarba el suelo arenoso.
Su padre, Jorge Fuentes, de 33 años, lo sube de nueva cuenta a sus hombros y camina hacia una zona del río, donde el tronco de un árbol seco es utilizado como "puente" para evitar caer en el agua y llegar hasta la llamada "Puerta 36", una entrada no oficial en la que los migrantes se han concentrado en los últimos meses para entregarse a la Patrulla Fronteriza y solicitar asilo.
Fuentes salió hace dos meses de Cúcuta, Colombia, con su esposa y dos de sus cuatro hijos. A Ian lo carga sobre sus hombros cuando toca caminar por horas, mientras que su esposa, Ismaili Arévalo, de 25 años, lleva al más pequeño, Lian, de apenas un año.
A esta familia se unieron otros migrantes de Venezuela y Centroamérica, con quienes formaron un grupo de apoyo y protección desde que subieron al tren en el sur de México para llegar hasta la frontera con EU, país al que esperan cruzar, pese al endurecimiento de las medidas en Texas para evitar su paso.
"Nosotros vamos a lograr pasar", sentencia Fuentes, quien dejó en su país a otras dos hijas por temor a que durante la travesía fueran víctimas de algún delito.
El hombre partió de Colombia el 22 de enero pasado porque la precariedad económica no le permitía alimentar ni vestir a sus hijos. Él se dedicaba a la extracción de carbón coque para la fabricación de acero.
"Si usted trabaja, no come; si lleva pa´ pagar renta, no vive", lamenta.
Ahora que la familia ha llegado a unos metros de El Paso ve complicada la situación, pero no imposible.
Ello debido a que en los últimos días se ha registrado una situación tensa en la "Puerta 36", donde decenas de migrantes han derribado parte de la malla ciclónica y la alambrada de púas, lo que ha desatado el uso de la fuerza de los elementos de la Guardia Nacional texana, quienes los han sometido y posteriormente entregado a oficiales de la Patrulla Fronteriza.
"Es el sueño cruzar ahorita", narra Fuentes, con la boca seca.
- "La ley puede ser muy dura y eso, pero para Diosito no hay nada imposible, para él todo es posible y nosotros tenemos mucha fe de que nosotros vamos a alcanzar a entrar", expresa a su vez su Ismaili.
"Teníamos tres días sin comer y él (su hijo de un año) no era capaz de sentarse, se me caía", recuerda.
En los seis países que recorrió esta familia, el hambre y el frío fueron una constante, pero ellos no se rinden.
El otro niño se enfermó en la Ciudad de México por las bajas temperaturas.
Pero en su paso encontraron gente que los apoyaba y fue así como pudieron llegar a la frontera.
"Acá en México hay mucha gente buena, pero nos hizo falta un médico, gracias a Dios tienen las defensas buenas", comenta Fuentes, quien tiene un primo en EU que sería su patrocinador en caso de que su petición de asilo sea aceptada.
Cuestionado sobre cuál es su expectativa en caso de lograr pasar y solicitar asilo, asevera que dar una mejor vida a su familia, así como ayudar a sus padres, hermanos y a dos hijas que dejó en su país.
Y es que pese a las barreras, la Ley SB4 -impulsada por el gobernador Greg Abbot, con la que se permitiría arrestar, encarcelar y deportar a los migrantes-
y el discurso antiinmigrante del aspirante republicano a la Presidencia de EU, Donald Trump, su fe es inquebrantable.