Las precipitaciones pluviales, bajas temperaturas, situaciones de riesgo y la llamada "cuesta de enero" son la combinación perfecta para que el comercio en general, apenas comience a caer el atardecer, y el cierre no se haga esperar.
Esto se pudo constatar en recorrido por avenidas principales de la zona centro de la ciudad, en donde apenas el reloj marca las 18:00 horas y se empiezan a vislumbrar las primeras siluetas de la noche, para que la actividad comercial disminuya.
De tal manera que, ya para las 19:00 horas, a más tardar las 20:00, una buena parte del comercio formal e informal en avenidas como la Francisco I. Madero, Independencia, Morelos, las Américas y otras más, bajen sus cortinas y las banquetas se encuentren vacías.
Pasados los horarios antes mencionados, sobre todo entre semana, son pocos los negocios que se aventuran a permanecer abiertos, con los riesgos que ello implica.
Ya no son los tiempos de antes, refieren doña María y don Pablo, -pareja de comerciantes desde hace muchos años-, cuando la gente podía salir libremente por las calles a pasear o comprar hasta tarde sin tener ningún problema, o que corran riesgos como hoy en día.
Los vecinos del norte, que son los que también hacen las compras, cada vez son menos, ya que ni en fin de semana, por obvias razones fáciles de comprender, llegan a presentarse.