Ciudad de México
La educación de la clase obrera mexicana estaba en el centro de las preocupaciones del arquitecto Juan O´Gorman (Ciudad de México, 1905-1982). Educar a las masas en un país ensangrentado por la revolución se convirtió en una obsesión para este funcionario, a tal punto, que dedicó gran parte de su creación al diseño de escuelas funcionales y de fácil construcción. Muchas de ellas aún siguen en pie y los planos pueden observarse en una exposición organizada por el Museo Universitario de Ciencias y Artes (MUCA), que ahonda en el trabajo de este artista socialmente comprometido.
Es un tributo a un arquitecto cuyo trabajo es respetado en el ámbito académico, pero que no ha sido suficientemente dimensionado, que no ha logrado el nivel de reconocimiento de otros colegas, como Mario Pani o Luis Barragán, premio Pritzker en 1980. "O´Gorman es el primer arquitecto moderno mexicano con una relevancia a nivel de América Latina. Y eso ha sido incorporado con cierta facilidad a la historia de la arquitectura, pero no en una dimensión más profunda", explica Adriana Sandoval, directora de la Fundación Nancarrow O´Gorman, que impulsa la exposición.
Visitantes observan planos y dibujos a lápiz hechos por el arquitecto y artista mexicano.
O´Gorman necesitó financiar en un momento los estudios de su hija en Estados Unidos y decidió vender su cueva utópica, pero con el compromiso de que el comprador debía mantenerla intacta. No fue así: el recinto fue destruido en 1969. "Por eso es tan importante que esta exposición esté en este sitio, porque este sitio fue dirigido muchos años por la persona que destruyó la casa, Helen Escobedo. Entonces genera una gran tensión. A mí lo que me interesa es decir que si hablamos de la destrucción de la casa cueva como un crimen cultural, un crimen no se perpetúa de manera aislada. Un crimen regularmente, aunque tenga un actor central, tiene cómplices, testigos y también contó con el silencio de todo un aparato que ante la destrucción se quedó callado", critica la curadora. En la exposición se puede ver la maqueta de lo que fue aquella cueva, tal vez como una última revancha de O´Gorman, el arquitecto del compromiso social.