¿Por qué es tan querido en México el ajolote?

Deidad, mascota y especie en peligro de extinción


Ciudad de México

Cuenta la leyenda que el ajolote no siempre fue un anfibio. Antes de que se convirtiera en la salamandra más querida de México y los esfuerzos por prevenir su extinción florecieran, fue una deidad escurridiza y astuta.

"Es un animalito muy interesante", dice Yanet Cruz, encargada del Museo Chinampaxóchitl, donde se realizaron diversas actividades para conmemorar el Día del Ajolote a principios de febrero.

Ubicado en Ciudad de México, sus exposiciones se enfocan en ajolotes y chinampas, sistemas agrícolas que se asemejan a jardines flotantes y aún funcionan en Xochimilco, barrio célebre por sus canales.

"A pesar de que hay muchas variedades, el de aquí es un símbolo de identidad para los pueblos originarios de la zona", añade Cruz.


Un ajolote nada en un acuario de un museo en el Parque Ecológico de Xochimilco.

Dependiendo de la especie, color y tamaño, los precios de un ajolote en Ambystomania —donde Vergara trabaja— empiezan en 200 pesos (unos 10 dólares). Los ejemplares se ponen a la venta cuando alcanzan unos seis centímetros de largo —a todos se les coloca un chip para evitar el comercio ilegal— y, una vez en casa, son mascotas fáciles de cuidar.

"Nosotros hemos tenido animales que han llegado hasta los 20 años (en cautiverio) y los demás están en un promedio de 15", afirma Vergara. "Son muy longevos, aunque en el hábitat seguramente no pasan de los tres o cuatro años".

La especie que puede visitarse en la pecera del museo —una de las 17 variedades conocidas en México— es endémica de lagos y canales que hoy están altamente contaminados. Por ende, lograr que una población saludable de ajolotes se alimente y reproduzca podría ser complejo.

"Imagínate el fondo de un canal en una zona como Xochimilco, Tláhuac, Chalco... Hay una cantidad tremenda de microbios", añade el biólogo.

Para él, como para Cruz, la preservación del ajolote no es un fin, sino un medio para salvar el hábitat que le dio origen.

"Los esfuerzos de preservarlo también van mucho de que no se pierda la zona chinampera", explica Cruz junto a una exhibición de muñecos con forma de ajolotes en el museo. "Trabajamos mucho con la comunidad para convencerlos de que su espacio es importante".

Las chinampas no sólo son el sitio donde los ajolotes depositan sus huevos, sino aquellas zonas agrícolas en las que las comunidades prehispánicas cultivaban maíz, chile, frijol y calabaza, y los habitantes actuales de Xochimilco siembran hortalizas contra toda adversidad.

"Hay muchas chinampas que ya están secas y ya no producen", añade Cruz. "Y donde había muchas chinampas se está dando cabida a campos de fútbol".

Según dice, cuando los visitantes recorren el museo ella les explica que las chinampas son uno de los últimos vestigios de México-Tenochtitlán y, por ende, Xochimilco es una zona arqueológica viva.

"Si nosotros como ciudadanos no cuidamos lo que es nuestro, lo perdemos".