El 4 de octubre de 1957, el mundo se sorprendió con la noticia de que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) había logrado posicionar un instrumento en el espacio; Estados Unidos se rezagaba con respecto a su rival ideológico, político y económico.
Pero antes de esto, en los años cuarenta, ingenieros del Instituto Politécnico Nacional (IPN) trabajaron en la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas (actual Secretaría de Comunicaciones y Transportes), donde comenzaron a probar sistemas de propulsión en suelo mexicano.
Este hecho, conllevó a la creación de la Comisión Nacional del Espacio Exterior (CNEE) en 1962, cuatro años después de la fundación de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA, por sus siglas en inglés).
La CNEE realizó en corto tiempo —antes de su desintegración en 1977 por decreto del presidente José López Portillo— destacados desarrollos y cooperaciones internacionales, por ejemplo, la construcción y lanzamiento de cohetes de la serie Tototl, los cuales alcanzaron distancias de poco más de 20 kilómetros de altura.
Posteriormente, siguieron con la línea Mitl I y II que llegaron a los 120 kilómetro de distancia y que ya podían llevar una carga útil de 8 kilogramos. Y por último, construyeron cohetes de dos etapas denominados Huite I y II, con el objetivo de llegar cada vez más alto y llevar mayor capacidad de carga útil.
Entre otras colaboraciones internacionales la CNEE, en conjunto con la NASA, montaron una estación de rastreo en Guaymas, Sonora, para la atención de los programas Mercurio, Géminis y Apolo.