Cuando era un niño, el padre de Tom Hanks (Concord, 68 años) vio cómo su padre era asesinado por un jornalero durante una pelea en la granja familiar. Amos Meffor Hanks tenía solo ocho años y fue el único testigo del asesinato. Tuvo que declarar tres veces y el asesino fue absuelto. Aquello lo sumió en una profunda tristeza de por vida. "Aquel incidente le hizo creer que no existía justicia en el mundo. Fue demasiada carga de injusticia y desigualdad sobre sus jóvenes hombros", confesó Tom Hanks en 2020 en In Depth con Graham Bensinger. "Mi padre quería escribir, tenía grandes inquietudes artísticas pero la vida no le dio las cartas adecuadas para desarrollarlas". Esa sombra marcó la infancia del actor, es una leve mácula, pero está ahí tras la sonrisa franca y traviesa que le ha otorgado títulos como "el padre de América", "el tipo agradable" o "el alcalde de Hollywood". Pero también tiene un sutil lado oscuro. "La razón por la que es una estrella de cine es que es complejo", declaró Sally Field, su compañera en Lo que importa es el final (1988), una historia sobre cómicos que pasó desapercibida en su momento. "Sí, es muy divertido y es fácil estar cerca de él, pero sabes que en el fondo hay alguien oscuro. Tiene un lado triste. Es lo que le hace tan convincente en la pantalla".
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El origen de esa oscuridad puede encontrarse en una infancia errática. Sus padres se divorciaron cuando él tenía cinco años y mientras su hermano pequeño se quedaba con su madre, él, su hermana mayor y su otro hermano se fueron con su padre y viajaron por el país. "Me mudé alrededor de un millón de veces", contó a The Rolling Stone. "Creo que cambiábamos de casa cada seis meses". Algo que no sólo le impidió conservar amigos, también le obligó a desprenderse de bienes materiales que eran importantes para él. "No tengo nada de cuando tenía cinco años", declaró, tal vez para explicar su afán por el coleccionismo (tiene una importante colección de máquinas de escribir) y su necesidad de buscar anclajes físicos. Su vida nómada también le repercutió en el colegio. "Era un friki, un tarado. Era horrible, dolorosamente, terriblemente tímido, pero al mismo tiempo hacía bromas divertidas", contó. Hanks era uno de esos niños a los que el trabajo de sus padres les obligaba a criarse a sí mismos, pero no les guarda rencor. "Estaban atormentados por la culpa. Éramos cuatro y simplemente no podían hacerlo mejor", justificó en dicha entrevista. Con el tiempo, ha explicado que entiende mejor sus dificultades desde que él mismo es padre de cuatro hijos. Uno de ellos, Chester Hanks, es especialmente problemático. Se ha visto implicado en un episodio de violencia doméstica, ha tenido problemas con las drogas y ha sido acusado de coquetear con la estética supremacista blanca. Hanks lo condujo con discreción y fue su mayor apoyo.
En los noventa inició una nueva etapa al lado de Nora Ephron. La directora y guionista, que ya había pensado en él para interpretar el papel que luego desarrollaría Billy Cristal en Cuando Harry encontró a Sally (1989), lo convirtió en un inesperado protagonista de comedia romántica. A él, al tipo que se había definido a sí mismo como "de culo grande y muslos gordos... una nariz de aspecto tonto, orejas que cuelgan hacia abajo, ojos que me hacen parecer parte chino y... una tripa que no dejo de ver". Algo para recordar (1993), un clásico que reventó la taquilla, empezó con un desacuerdo. Ephron había escrito una secuencia en la que el personaje de Hanks renuncia a una cita para que su hijo no se sintiese afectado, pero Hanks pidió que lo cambiaran. "No hay un padre en el planeta Tierra al que le importe un bledo lo que su hijo piense de que salga con una mujer. ¿Por qué sabes lo que ese padre quiere hacer? Quiere echar un polvo", argumentó y se granjeó el respeto de Ephron. Ahí se fraguó en una relación de confianza mutua que llevó al mismo equipo a rodar años después y con idéntico éxito Tienes un e-mail (1998), la versión del clásico de Lubitsch El bazar de las sorpresas.