‘Tu mente bajo los efectos de las plantas’: calma, estimulación, expansión

El escritor Michael Pollan vuelve a reflexionar sobre el vínculo que une a los humanos con las plantas psicoactivas

Tras el éxito de su anterior título, Cómo cambiar tu mente, en el que resumía la historia y la actualidad de los psicodélicos, Michael Pollan continúa en Tu mente bajo los efectos de las plantas por el sendero de las sustancias que alteran nuestra conciencia, combinando como acostumbra la crónica periodística con la divulgación científica, la historia con la prospectiva y la primera persona con la tercera.

RENACIMIENTO PSICODÉLICO

Si en su monumental radiografía del renacimiento psicodélico Pollan probaba el LSD, los hongos psilocibios y la 5-MeO-DMT, en este nuevo ensayo cuenta sus experiencias con el opio, la cafeína y la mescalina.

Para poder abordar la complejidad de nuestra relación con las drogas, el papel central que ocupan en la existencia humana y la complicación que supone la prohibición de su acceso, Pollan toma estas tres sustancias que encarnan las tres categorías psicoactivas más socorridas: la tranquilizante, la excitante y, en palabras del autor, la expansiva.

A cada una dedica un ensayo breve, partiendo de la premisa de que los vínculos que mantenemos con las drogas de origen vegetal “reflejan nuestras necesidades y aspiraciones humanas más profundas, el modo de operar de nuestra mente y nuestro lazo con el mundo natural”.

El ensayo que abre el libro parte de un artículo, El opio, simplificando, publicado incompleto en 1997 en Harper’s Magazine. En esta “pieza de época” el autor cuenta la peripecia de plantar unas semillas de Papaver somniferum en su jardín, un acto aparentemente inocente que se convierte en delito al hacer con las vainas de la amapola una sedante infusión.

La guerra contra las drogas estaba entonces en su apogeo y la pena a la que se arriesgaba con la publicación de su experimento era de hasta 20 años de cárcel y un millón de dólares de multa.

El artículo se publicó finalmente sin la receta y sin la toma de la infusión, para evitar una posible incriminación por “fabricar narcóticos” y “promover el abuso de drogas”. Y ahora, un cuarto de siglo después, Pollan lo pone en contexto para denunciar la injusticia y arbitrariedad de la prohibición, señalando como contrapunto que, un año antes de su infusión de amapola ilegal, Purdue Pharma, la “empresa criminal” de la familia Sackler, había puesto en el mercado, con todas las de la ley y con un marketing tan agresivo como engañoso, el OxyContin, un analgésico que desencadena la crisis de los opioides que ha matado ya a cientos de miles de personas.

  • A diferencia de otros libros del autor, como El dilema del omnívoro, en los que no deja nunca un cabo suelto —pecando a veces de ser algo prolijo—, en esta primera historia pasa de puntillas por la crisis de los opioides, abonándose a la simplificación en boga: la de que la culpa de todo la tienen los Sackler por ocultar el carácter adictivo de su fármaco estrella.

Un Pollan más enérgico habría ido más allá, explicando que es la prohibición la que ha propiciado que los adictos al OxyContin a los que se les niega la receta acudan a las calles a por heroína y encuentren fentanilo, un opioide sintético y barato, 50 veces más potente que, al ocupar 50 veces menos espacio, facilita su tráfico clandestino a la vez que multiplica las muertes por sobredosis.

La crisis de los opioides es hoy la prueba más sangrante de la inútil y criminal prohibición de las drogas, y se echa de menos que Michael Pollan lo explique como se merece.

Pero este descuido se compensa con la brillantez del segundo ensayo, en el que volvemos a encontrar al mejor Pollan contándonos la historia del café y del té, la evolución que compartimos con estas dos plantas, la farmacología de la cafeína, los cambios que produce en la sociedad su uso masivo alumbrando en Occidente una nueva forma de conciencia que lo cambiará todo:

“Desde el comercio mundial hasta el imperialismo, la trata de esclavos, el lugar de trabajo, las ciencias, la política, las relaciones sociales, e incluso tal vez la prosa inglesa”, escribe antes de lanzarse a demostrarlo.

El hilo conductor aquí es la obligación que se impone el autor de dejar durante tres meses su consumo de cafeína, porque solo interrumpiendo su hábito diario se puede entender el poder de la “droga psicoactiva más utilizada en el mundo”, una droga legal consumida regularmente por casi el 90 por ciento de las personas, un uso tan extendido que el estado de conciencia alterado que procura pasa desapercibido.

Como también sucede con la paradoja de que “la mayor parte de la cafeína que se consume hoy en día se utiliza para compensar el mal sueño que la misma provoca”.