La historia de Alemania en el siglo XX es una concatenación de catástrofes a las que el país ha conseguido sobrevivir a base de una combinación de inteligencia, memoria y una mirada muy crítica sobre su propia realidad sociopolítica. La arquitectura no es una excepción a la regla, y muchos de esos símbolos de tiempos oscuros son ahora una atracción turística, un recordatorio del horror o, como en el caso que nos ocupa, un afilado reciclaje que convierte algo que en su momento era un instrumento de guerra en un auténtico homenaje a la imaginación y la voluntad del ser humano para avanzar a pesar de todo. Además, alejado del monumentalismo berlinés, la elegancia aristocrática de Múnich o el encanto burgués de Fráncfort, esta vez es la bulliciosa Hamburgo la que ha querido sacar la cabeza con un proyecto sorprendente.
Hamburgo, con 1,8 millones de habitantes, posee el puerto más grande de Alemania (por algo muchos la denominan "la puerta de Alemania al mundo") y ofrece una combinación de encanto marítimo y sensación urbana metropolitana. Los amantes de la naturaleza encontrarán el escape perfecto entre los ríos Alster y Elba, rodeados de vegetación. Es sencillo experimentar el ambiente urbano en recorridos, planificados o aleatorios, a través de los numerosos museos, exposiciones, restaurantes y calles comerciales. Es, sencillamente, una ciudad en la que la naturaleza y la vida urbana son perfectamente combinables. Pero esta no es la historia de Hamburgo, es la historia de dos torres antiaéreas que son un recordatorio imborrable de días que muchos preferirían olvidar: la historia del búnker de San Pauli, en la urbe alemana.
Landungsbrücken, con el puerto y el Elba al fondo, en el distrito de San Pauli en Hamburgo (Alemania).
Ciertamente, la tupida capa de vegetación que envuelve el edificio, lo delicado de sus habitaciones en contraste con el brutalismo del complejo, hacen que el concepto del hotel y la amplia gama de opciones gastronómicas, junto con la ubicación única y la vista impresionante de la ciudad, convierten a este rara avis en un mundo en el que muchos hoteles parecen clones de otros hoteles, sea una experiencia extremadamente singular, que se resume en la definición que Döbber hace del proyecto: "Queríamos convertir la reliquia de una época oscura en un lugar positivo y vibrante de creatividad y encuentros, un lugar para el futuro, donde lo gris se convierte en colorido: un monumento histórico que se convierte en un nuevo símbolo para Hamburgo. Esa era la idea".