En el otoño de 1965 (el que esto escribe contaba con cinco años de edad), mis padres me llevaron, como tantas otras veces, al cine Brasil, al lado del actual edificio de la presidencia municipal. Se estrenaba una película musical que terminaría siendo éxito rotundo, ganadora poco después del Oscar a la mejor película del año: The Sound of Music (El Sonido de la Música), exhibida en México como La Novicia Rebelde.
Entrañable historia
Era la historia de una inquieta joven religiosa en un convento en las montañas de Viena, Austria, a finales de los años treinta del siglo pasado. En la secuencia inicial, María, esta joven novicia, canta al pie de las montañas: “Las montañas vibran con el sonido de la música, con canciones que han cantado durante miles de años. Cuando mi corazón se siente solitario voy a las montañas, ahí encuentro paz y felicidad”.
Más adelante canta otra canción (“Mis cosas favoritas”), en la que evoca aquellas cosas que la hacen feliz, mencionando, entre otras, la lluvia, las flores, las aves volando, la nieve al caer, y dice “Cuando me siento triste, simplemente recuerdo las cosas que me hacen feliz, y ya no me siento tan mal”.
Esta joven es enviada al campo, a la residencia de una familia, a cuidar de los siete hijos del coronel Von Trapp, quien había enviudado. Varias institutrices habían ya renunciado al no aguantar las múltiples travesuras de los muchachos (en un rango de 5 a 16 años). En una de sus primeras interacciones con ellos, María les enseña a cantar, empezando con las notas musicales, para lo cual les canta la famosa melodía “Do, Re, Mi”, en donde, con una especie de juego, hace que el aprendizaje sea más fácil y entretenido para los niños.
Entre música ensoñadora y tras varias peripecias emocionantes, para no hacerles el cuento largo, María se enamora del coronel y él de ella. Esto representa un conflicto interno fuerte para ella por su condición religiosa, por lo que va a hablar con la madre superiora para que la aconseje. Entonces la madre le canta una de las canciones más hermosas de la película en donde le dice “Escala cada montaña, enfrenta cada obstáculo, sigue cada arco iris, hasta que encuentres tu sueño. Un sueño que necesitará todo el amor que puedas darle, cada día de tu vida, por todo el tiempo que estés aquí”.
Sobra decir que María deja los hábitos y se casa con el coronel. Poco después, Viena cae bajo el poderío nazi, para tristeza de los Von Trapp, que amaban su libertad. En un evento en honor del Führer (Hitler), la familia Von Trapp es obligada a cantar. El coronel empieza a entonar una canción llamada “Edelweiss”, nombre de una flor representativa del país, y que habla del amor al terruño que le vio nacer. A mitad de la canción, su voz se quiebra por la emoción y no puede continuar, y entonces María y los muchachos lo apoyan, terminando de cantar la canción por él.
Aprovechando los intermedios de su presentación, y bajo un plan previamente orquestado, los Von Trapp escapan del teatro y se alistan para salir del país, escapando de la tiranía del gobierno. El plan es que se internarían en las montañas hasta llegar a un país libre, pero antes de emprender la travesía, pasan al convento a despedirse de la madre superiora. Ésta les da su bendición y toda la familia, en medio de la oscuridad de la noche, se interna en la espesura del bosque, hacia las montañas, mientras la religiosa vuelve a entonar la canción: “Escala cada montaña, enfrenta cada obstáculo, sigue cada arco iris, hasta que encuentres tu sueño”, apareciendo ahí la conocida palabra “Fin”.
Duda infantil
Recuerdo que salí del cine impactado por la película, pero intrigado por el destino que habría tenido esta familia. En mi mente infantil, me daba temor (todavía no distinguía muy bien realidad de ficción), imaginarlos perdidos en el bosque, y le pregunté a mis papás: “Papá, mamá, ¿qué pasó con los Von Trapp?”. No me dijeron qué pasó con ellos, pero al cabo de algunos años lo descubrí.
En la próxima publicación les diré qué pasó con los Von Trapp.