"A veces, una sale y se aleja de un lugar, pero solo se aleja el cuerpo". Lo lee en alguna parte una de las narradoras de Magalí Etchebarne, y la frase resume bien La vida por delante: cuatro relatos donde varias mujeres viven medio ensimismadas y sin poder escapar del dolor del pasado o del que está por llegar. El tercer libro de Etchebarne ha ganado el último Premio Ribera del Duero de narrativa breve, que otorgan los escritores Brenda Navarro y Carlos Castán presididos por Mariana Enriquez, y no sorprende que precisamente a ella le gustaran unos cuentos que integran lo oscuro con gracia en la cotidianidad.
Cuando le concedieron el premio a Etchebarne, Enriquez citaba la escritora Hebe Uhart, que decía que los escritores argentinos no escuchan, se miran desde el ombligo: "Magalí escucha, escucha perfectamente; todas las voces que compone son carnales". Sí que es muy argentina, en cambio, la serenidad violenta de estos cuatro relatos llenos de enfermedad, muerte, finales y sentido del humor. Un grupo de mujeres que afrontan juntas el deterioro del cuerpo ("esa forma obscena que tiene la piel de separarse de los músculos como si quisiera divorciarse"); dos amigas y compañeras de trabajo que se van de vacaciones a un paraje natural que también es una "atracción para suicidas"; dos hermanas que se desprenden de las cenizas de su madre después de cuidarla largamente en casa; y una pareja que se ahoga sin motivo claro ("a veces una escena se desliza en otra escena y el sentido es anémico"). En todos los cuentos hay algo amargo pero no lacrimoso, porque la autora utiliza una ironía muy medida para enfocar los delirios que agrietan el presente de sus personajes. Es por eso que por ajenas que sean algunas situaciones, la intranquilidad que las rompe es siempre reconocible.
El título del manuscrito que presentó Etchebarne al premio era La madre, el trabajo, la muerte, el amor. No pasó el filtro editorial, y al final se impuso el título más irónico: que le queda toda vida por delante es lo que le dicen a la protagonista del segundo cuento cuando queda postrada en cama por un accidente terrible donde también muere su primer novio. Y es evidente lo ridícula que suena al momento de ser pronunciada la frase. La gracia del título original era enumerar con la máxima literalidad el tema de cada uno de los relatos, pero en realidad los cuentos están más hilados de lo que parece. Todos los personajes buscan refugios para soportar el dolor cotidiano, y lo encuentran en eso tan repetido de los cuidados: "La ternura es cara, pero es lo único que puede salvarte; no es el amor".
Se dice que es aún temprano para analizar los efectos del año 2020 en el arte y la literatura, pero es imposible leer los cuentos de Etchebarne sin que la memoria retroceda a aquel momento. Y la misma autora lo confirma sutilmente cuando en el último relato hace una referencia explícita al gel antiséptico que usábamos. En lugar de novelar la realidad más cruda del episodio de pandemia y dotarlo de falsa profundidad, Etchebarne es hábil porque lo desnuda y se queda con lo más difícil de señalar: la fragilidad de los cuerpos y las relaciones, la conciencia de que no es fácil saber qué se rompió.