Novela negra en español: todo lo que necesita saber sobre un género en continua expansión

La ficción criminal se encuentra en un momento dorado, con más variedad, presencia social y exposición comercial que nunca

En 1980 el teórico cultural Javier Coma publicó en El viejo topo un ensayo titulado La novela negra. Historia de la aplicación del realismo crítico a la novela policíaca norteamericana. El artefacto servía al lector para entender lo que venía de fuera y lo que empezaba a florecer en el raquítico panorama español. Hoy, el género más potente y diverso no necesita contextualización. ¿O sí? Tras demostrar durante la pandemia que era el refugio perfecto para el lector y una de las grandes bazas de las editoriales para llegar hasta él, la novela negra vive en España un momento prolífico y expansivo. Pasada hace tiempo la moda nórdica, conjurados los temores de una burbuja, es una parte sólida del negocio editorial, llegan decenas de novedades a las librerías todos los trimestres, los festivales jalonan la geografía española y, sin ir más lejos, desde el pasado jueves y hasta el domingo 13 se celebra en Barcelona BCNegra, uno de los más potentes del panorama europeo.

Pero ¿se traslada esta efervescencia a los autores en castellano? ¿Quiénes destacan? ¿Por qué volvimos a llegar tarde, pero no mal? Las respuestas a esas y otras preguntas pueden trazar los perfiles de un género inabordable y transversal, que invade y se deja invadir, cómodo en el mestizaje literario. Dos aclaraciones antes de analizar la escena del crimen. No busquen, en lo que sigue, una lista exhaustiva de autores. Tampoco ha lugar a batalla terminológica alguna: novela negra se aceptará como expresión que engloba todo lo demás: policial, thriller, novela de espías, híbridos, etc.

 

De acuerdo, pero ¿cómo empezó todo?

Asegura la tradición que los totalitarismos no dan buenas novelas negras. Ahí están, por ejemplo, el cubano Leonardo Padura o el chino Qiu Xiaolong para desmentirlo. Francisco García Pavón creó en 1965 el primer policía español protagonista de una serie, “el único policía que nos gustaba en el franquismo”, que diría el librero y agitador cultural Paco Camarasa. Se llama Manuel González, pero se lo conoce como Plinio y va acompañado de su Watson particular, el veterinario don Lotario. Es policía local en Tomelloso, Ciudad Real. Aparece por primera vez en una novela corta titulada Los carros vacíos y alcanza su plenitud en El reinado de Witiza y Las hermanas coloradas, con la que gana el Nadal. Son buenas novelas y buenas historias policiales que indagan con inteligencia en las sombras del franquismo.

Resultado de una apuesta durante una borrachera, Manuel Vázquez Montalbán publica en 1974 Tatuaje, la primera historia del mítico Pepe Carvalho (si olvidamos la experimental Yo maté a Kennedy), verdadero personaje fundacional de la novela negra española, protagonista de 23 libros entre novelas y relatos, un Philip Marlowe mediterráneo sin el que no se entiende lo que pasó después ni en España ni en parte de Europa. Ahí tienen a Montalbano, eje indispensable de la novela negra mediterránea y genial homenaje de Camilleri al maestro barcelonés. Tatuaje, por cierto, fue masacrada por la crítica y no vendió nada. Junto a Vázquez Montalbán dan el salto al género Juan Madrid y Andreu Martín con novelas de marcado carácter social, urbanas, transgresoras e incómodas, estilo en el que se han mantenido hasta hoy. Los acompaña Jorge M. Reverte y su periodista Julio Gálvez. Francisco González Ledesma, antes Silver Kane y otros pseudónimos, constituye el puente ideal entre la literatura de quiosco —que mantuvo vivo el género con sus historias o las de Guillermo López Hipkiss— y su época germinal a finales de los setenta y durante la década de los ochenta.

 

Un momento, ¿aquí solo hay señores?

En la novela negra española, y en la universal y que Miss Marple nos perdone, tardó en llegar una autora con protagonista femenina, pero cuando lo hizo fue con una fuerza avasalladora. Existe algún precedente (las novelas de la detective Lònia Guiu escritas por Maria Antònia Oliver) pero es en 1996 cuando Alicia Giménez Bartlett crea a Petra Delicado, una agente de la Policía Nacional en Barcelona, divorciada varias veces, a la que nos encontramos por primera vez, ya con Fermín Garzón de escudero, en Ritos de muerte. Desde entonces, 11 novelas y un libro de relatos, enorme éxito en Italia o Alemania y, sobre todo, un camino abierto por el que pudieran transitar otras autoras.

Los barómetros de lectura prueban cada año que las mujeres leen más que los hombres, bastante más. Y van reduciendo también la distancia en libros publicados (alrededor del 60%- 40% según datos de 2020). ¿Cómo se refleja todo esto en el género? “Creo que se está leyendo mucha más novela negra escrita por mujeres y ese es el primer paso. Parece algo de la prehistoria, pero muchos lectores hombres sintieron durante tantísimo tiempo que un libro escrito por una mujer no era para ellos. Para llegar a festivales, a premios o crítica literaria en los medios culturales, necesitábamos que nos leyeran. Eso de a poco va cambiando, con gran esfuerzo de nuestra parte, y teniendo que soportar las quejas por nuestras quejas”, reflexiona la argentina Claudia Piñeiro, autora de La viuda de los jueves o Catedrales y premio Pepe Carvalho de BCNegra 2018, una de las escritoras que mejor ha sabido andar ese camino. No es la única y no ha sido fácil. Berna González Harbour y su comisaria Ruiz ganaron en 2020 el Dashiell Hammett, premio que concede la Semana Negra de Gijón y que solo había recaído una vez en 32 años en una mujer (Cristina Fallarás en 2012). En 2021 lo ganó la propia Piñeiro. Rosa Ribas desde la década de 2000 o Arantza Portabales desde hace unos años siguen la tradición del policial sólido. Quienes busquen un camino más canallesco tienen a Esther García Llovet, siempre desde el margen, y quienes quieran una apuesta literaria por probar los límites del género y alejarlo de lo lúdico la encontrarán en la serie de Zarco de Marta Sanz, coronada con excelencia por pequeñas mujeres rojas.

Esta historia quedaría coja sin el fenómeno generado por Dolores Redondo con la Trilogía del Baztán. Iniciada en 2013 con El guardián invisible, la serie protagonizada por Amaia Salazar vendió cientos de miles de ejemplares, fue multitraducida, se llevó al cine a todo trapo y puso en el mapa global la pequeña localidad navarra de Elizondo. Si unas frecuentaron el camino abierto por Giménez Bartlett, a su manera Eva García Sáenz de Urturi o María Oruña han sabido explotar la autopista abierta por Redondo.

De haber sido escrito antes del 15 de octubre de 2021, este reportaje hablaría del éxito de Carmen Mola y las novelas protagonizadas por la inspectora Elena Blanco, pero el Premio Planeta destripó la trama y el misterio quedó reducido a un trío de guionistas, hombres todos. ¿Y de la nueva hornada? Dejemos que la propia Giménez Bartlett elija: “Personalmente, leo con mucho gusto a Susana Martín Gijón”.

 

¿Es el género más leído?

Es un género con sólida presencia social —que no mediática, a pesar de esto que tienen ahora entre manos— y cuenta con más festivales, clubes de lectura y más seguidores o, al menos, mejor organizados, que cualquier otro. Es también un género popular, algo que ha jugado muchas veces en contra de sus integrantes y de cómo eran percibidos en el mundo literario. Pero, ¿es el más leído? Eso siempre va a depender de a quién se pregunte. Los datos que manejan las editoriales proporcionados por la consultora GFK no son públicos. Ahora bien, sabemos que Juan Gómez-Jurado ha vendido más de dos millones de ejemplares de Reina roja (entendida como trilogía junto a Loba negra y Rey blanco). Entre los tres han pasado de las 160 ediciones y de las 155 semanas en las listas de los más vendidos. Estas y otras cifras relacionadas con Gómez-Jurado son desconocidas para el resto del género y del panorama literario español. Hay otros casos. Javier Castillo pasó de la autoedición a superar el millón de ejemplares con sus cinco novelas publicadas por el grupo Penguin Random House hasta la fecha. A eso se suma el ya citado éxito comercial de Dolores Redondo o uno de más largo aliento, el del clásico contemporáneo Lorenzo Silva, ya más de 20 años contando las historias de su pareja de guardias civiles, Bevilacqua y Chamorro.

 

¿Y de verdad no nos va a dar una lista de sospechosos habituales?

A veces podría parecer que hay un género para cada autor. Esto dificulta la elaboración de cualquier lista prescriptora, pero ahí van unas pistas de lectura, amén de lo ya citado. Si hablamos de novela negra urbana Carlos Zanón —que entra y sale del género como otros muchos compañeros— surge enseguida. Además, fue el encargado de seguir la estela de Carvalho, como comisario de BCNegra y en la novela que continuaba con las aventuras del personaje. Víctor del Árbol fue un mosso que ahora escribe novelas negras veneradas en Francia en las que los policías no juegan un papel relevante y Toni Hill, traductor, ocupó su lugar en el mapa negrocriminal con los libros del mosso Héctor Salgado. Si quieren novelas de crooks, de golfos de mal vivir en todos los estratos de la escala social, el maestro es Alexis Ravelo y si desean, en cambio, que el fuera de la ley sea el autor, pasen por los libros de argumentos imposibles del poeta Carlos Salem. La apuesta psicológica, lo turbio, lo domina como nadie la prosa medida de Marcelo Luján. Los dos autores son argentinos afincados en España desde hace tanto tiempo que cuesta saber dónde colocarlos. No son los únicos.


Publicaciones del género policiaco.