El suicidio de Luis Alberto Alvarado, parte de la generación del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) que defendió la educación superior pública y gratuita en los años 80, está en el centro de Relato.
EVENTOUna pieza de la coreógrafa Bárbara Alvarado que parte de ese evento, desglosando el espíritu militante, el amor y la familia de Luis Alberto, su tío, que, desilusionado, se pegó un tiro a los 31 años.
En entrevista, la artista escénica expone que fueron las decepciones políticas las que lo llevaron a su muerte.
“No quiso ir por el camino de la política de partido”, abunda Alvarado. “Lo intentó, no pudo y salió”.
- Una ruta que pasaba entonces por el naciente Partido de la Revolución Democrática (PRD).
En esta pieza de danza-teatro, construida por Alvarado junto al dramaturgo Juan Carlos Franco, se enuncia: “Nosotros estamos aquí en esta izquierda, pero sin Luis Alberto”.
La coreógrafa plantea que el CEU era como una familia y, como en todas las familias, había contradicciones, pleitos y juegos de intereses. Aunque la obra, ataja, no intenta narrar lo que sucedía al interior del grupo.
Desde una postura radical, Luis Alberto defendió siempre seguir la lucha de los estudiantes para poder instaurar el consejo como parte de la estructura de la UNAM.
“La tesis (de Relato) es que él se desilusionó al final; no del resultado inmediato: él no cedió, no quiso ir con la mitad del grupo hacia un camino (de la política de partido).
“Esa tensión, en realidad, la exponemos como la gran desilusión de Luis Alberto, y por eso decide suicidarse”, añade la coreógrafa.
Entre los ceuístas estuvieron, por ejemplo, Carlos Imaz, de la Facultad de Ciencias Políticas, así como Claudia Sheinbaum e Imanol Ordorika, de la Facultad de Ciencias.
Luis Alberto, quien era estudiante de la ENEP Acatlán, optó en cambio por la vida académica; se tituló en Sociología con la tesis “El movimiento estudiantil en la UNAM, 1986-1987”.
Relato es una pieza documental con cinco intérpretes en el escenario, quienes construyen una fotografía metafórica para evocar el espíritu de la época, “traer el pasado al presente” y desglosarlo.
Un proceso similar a lo ocurrido cuando Alvarado extrajo de una maleta familiar documentos de su tío, como su tesis y trabajos de la universidad.
“Eso es la obra, abrir la maleta y a partir de ahí empezar a develar lo que sucedía”, añade la coreógrafa, formada en el Ballet Nacional de México de Guillermina Bravo y fundadora de Aletheia Cuerpo Escénico.
A esos cinco intérpretes, actores y bailarines de entre 28 y 33 años, una edad próxima a la de Luis Alberto cuando se quitó la vida, les toca invocar la “historia y energía” de quien fuera parte de la comisión del CEU para los diálogos con Rectoría en enero de 1987, donde habló frente a Jorge Carpizo, entonces cabeza de la Universidad.
Relato retrata la vida de Luis Alberto en todos sus aspectos; a cada intérprete corresponde una faceta del combativo ceuísta, aunque a la vez “hablan desde ellos mismos”, al haber abierto sus miedos y vulnerabilidades durante el proceso de investigación para la obra y convertirse en cocreadores.
De ese proceso surgieron las escenas y textos, a la par del relato de Luis Alberto, al que dentro del CEU llamaban “El niño Beto”, una voz aguerrida dentro del movimiento.
A Pablo Vera, por ejemplo, le corresponden los sentimientos profundos; a Diego Martínez Villa, actor, el fuego y la pasión, mientras que a los bailarines Luis Galaviz, la inocencia; Paulino Medina, el sarcasmo y la gracia, y Antonio Soria, huérfano de padre, como el ceuísta, representa la fuerza interna, el coraje, la supervivencia.
Aparecen en esos diálogos temas como el vacío, la soledad, los ideales, el amor, y la coreógrafa juega en escena con el mito de Orfeo, quien desciende al inframundo en busca de su amada Eurídice.
El estreno de la pieza en octubre de 2021 en la Ciudad de México, y de la cual se presentará nuevamente una función mañana en el Teatro de la Ciudad, propició el acercamiento de personas que estuvieron cerca de su tío, como uno de los jóvenes estudiantes que formó parte de su cerco de seguridad, en respuesta a las amenazas de muerte contra los integrantes del CEU.
Pero Luis Alberto, a pesar de arriesgar la vida, no claudicó, lo asumía como su misión en la vida.
El tono de la obra apela a cuestionar los límites de la lucha: por qué ideales está uno dispuesto a dar la vida porque se haga justicia para todos los mexicanos.