Esta expresión se utiliza en ocasiones cuando nos referimos a nosotros mismos, pero por alguna razón no queremos que los demás lo sepan. Como en aquel anuncio donde un hombre le pregunta al doctor qué le podía recomendar para “el primo de un amigo que tiene hemorroides”.
Una alumna me platicó algo hace días. Con el consentimiento de ella, lo comparto. Resulta que la prima de una amiga (no es cierto, en este caso me consta que no se trataba de ella misma) tenía un amigo con el cual se permitía ciertas consideraciones (entiéndase, “agasajo”, más explícitamente conocido en mis tiempos como “el agasajo amiguero”). Esto había provocado en ella ciertos sentimientos más allá de la amistad, por lo que se sintió muy mal cuando, accidentalmente, descubrió a este muchacho despachándose el mismo tipo de consideraciones con otra chica.
Mi alumna le sugirió a su amiga que se alejara de este joven porque se estaba haciendo daño ella misma. Estuve de acuerdo con el atinado consejo que dio esta muchacha, y me gustaría agregar algunas otras reflexiones en torno al tema de las interacciones modernas entre chicos y chicas
Una difícil disyuntiva
Me apena un poco decirlo porque pertenezco al género, pero la verdad es que un buen porcentaje del género masculino son bien ca…nijos y lo que buscan es disfrutar el poner sus manos (y si se puede, otra cosa) en el cuerpo de una mujer. Lo van a hacer con quien les dé entrada y van a llegar hasta donde ella se los permita. Para lograr ese propósito, no tendrán empacho en “endulzarles” el oído, diciéndoles cosas que las harán estremecer y las harán sentir como protagonista de película de Disney. Y una vez logrado su propósito, volarán libres y felices en busca de otra flor para chupar su polen. No generalizo, solo hablo, como ya mencioné, de un buen porcentaje. Por supuesto, existen también los honrosos casos en que el joven, una vez probado el néctar, se mantenga fiel a esa relación y busque perpetuarla. El problema radica en saber ante cuál de los dos estás.
Entonces, esto lleva a la joven a una disyuntiva: ¿Le doy o no le doy “chance”? Esa sí, ya es una decisión personal. Mi propósito aquí no es sermonear. Mi propósito es poner sobre la mesa – para aquellas que les interese tomarlo en cuenta – los posibles resultados de una decisión u otra.
Si deciden darle chance (es decir, aflojarle… todo), por favor estén conscientes de que hay un riesgo. El riesgo de que el joven resulte ser una “golondrina viajera” que volará cuando se harte de ustedes y quiera probar otros labios. Y les digo que estén conscientes para que, si llega a suceder, pues que no duela tanto. No es lo mismo que el cubetazo de agua fría te agarre preparada psicológicamente, a que te lo lancen sin la menor consideración mientras tú seguías en los brazos de la ensoñación, esperando el “…y vivieron felices por siempre”, a lo cual seguirá la depresión, el enojo, la frustración, y toda una gama de emociones que te pueden llevar a concluir que la vida es miserable. Todo esto sin olvidar que también existe el riesgo de que compruebes la veracidad de aquel “meme” que vi en una ocasión y que decía: “El sexo en el noviazgo es mágico: aparece un bebé y desaparece el papá”.
Un consejo no solicitado
Así que, aunque nadie me está pidiendo mi consejo, como quiera se los voy a dar. Mi consejo para las jóvenes sería este: Aprendan a respetarse y a darse a respetar. Aprendan a valorarse por lo que son y no por las palabras dulces que les diga un joven, tal vez con otras intenciones. Pongan a prueba la sinceridad de sus palabras, negándose a entregarles lo más preciado que tienen, evitando el riesgo de que después se burlen de ustedes. Bien lo decía Arjona en su canción: “Dime que no, pues, si se pone fácil, el amor se vuelve frágil. Dime que no, y me tendrás pensando todo el día en ti. Si me dices que sí, se fugará lo incierto. Si me dices que no, te seguiré conquistando”.
Así que, si alguna de ustedes conoce a la prima de una amiga que esté dudando entre el “sí” y el “no”, por favor, ayúdenla a tomar una decisión inteligente. Ayúdenla a evitar un trago que puede ser bastante amargo. Y, si aun sabiendo todo esto, se deciden por el “sí” y el Gran Houdini se les pela, al menos no podrán decir que no estaban advertidas.