Japón sigue siendo uno de los destinos viajeros por excelencia. Limitado el acceso durante más de dos años y medio a causa de las estrictas medidas para frenar la covid, la economía se vio gravemente dañada, pero hoy, gracias sobre todo al turismo internacional y al desarrollo del consumo interno, la tercera economía mundial está recuperándose.
El país, que apenas hace dos décadas representaba literalmente las antípodas, resulta mucho más cercano culturalmente en la actualidad, además de formar parte del imaginario de la juventud.
Esto se debe principalmente a la industria del entretenimiento y al anime en particular. Un género que en Japón tiene el mismo reconocimiento que otras formas narrativas, como el cine, la literatura o el teatro.
AFICIÓNEsta afición ha generado una inclinación entre un público joven hacia manifestaciones que van desde la comida hasta la música, pero también entre aficionados a la literatura y al cine japoneses. Lo que antes eran temas y motivos extraños hoy son necesarios para interpretar el mundo contemporáneo.
Del mundo rural, la juventud y el abuso trata la novela ganadora del Premio de los Libreros de Japón en 2021, Las ballenas de 52 hercios, de Sonoko Machida (2022). Traducida por Makiko Sesé y Daniel Villa, siempre atentos a la prescripción de la literatura contemporánea japonesa, narra el encuentro y amistad entre Kiko y Mushi en un pueblo de pescadores.
La novela es esencialmente cinematográfica gracias a la acción de los diálogos, y puede leerse también en el contexto de la última política del gobierno por reivindicar las zonas rurales y animar a la juventud a instalarse en ellas. Si continúa la densidad de la población de Tokio, la mayor urbe del mundo, la mitad de los pueblos habrán desaparecido hacia el año 2040.
Las damas de Kimoto, de Sawako Ariyoshi (2022), publicada en 1959, narra la vida de cuatro generaciones de mujeres, mientras se asiste a la historia del país. Asimismo, a las tradiciones y prohibiciones femeninas y a la enorme pericia que tienen que desarrollar para encontrar un espacio para los deseos.
- En Francia se ha dicho de la novelista que era semejante a la Beauvoir, quizá, aunque también a Sheherezade y a Fatima Mernissi. "Recordó que cada vez que su abuela rehusaba una propuesta de matrimonio le repetía que era necesario pensarlo bien porque la que daba a luz era la mujer. ¿Querría decir que había que elegir bien al hombre con quien tener un hijo?".
En Una mujer y la guerra (2023) la mangaka Yoko Ondo ilustra los dos relatos de Sakaguchi Ango del mismo título publicados en 1946: una perspectiva femenina y otra masculina de la devastación y destrucción de la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo fue la vida de las mujeres en la contienda? ¿Cómo fue su sexualidad? La protagonista solo siente placer en medio del fuego, las ruinas y la destrucción. La tensión que devuelve, obviamente, es enorme, y la fisicidad también. Cuanto mayor es el clamor de las explosiones y el calor de las bombas, más palpitan los cuerpos por el deseo.
Nagori (2023), de Ryoko Sekiguchi, es un pequeño ensayo, en principio, sobre el pensamiento japonés, que avanza diluyéndose en una reflexión fresca y deliciosa sobre la gastronomía y el paso del tiempo. La escritora, que vive en París desde hace más de 20 años, reflexiona sobre el gusto y el paso del tiempo dentro de esa literatura que cada vez más hace de la comida y sus constelaciones culturales temas literarios.
En el contexto de la poesía se encuentra la antología bilingüe La semilla y el corazón (2022), traducida por Teresa Herrero y con versiones en castellano del poeta Juan F. Rivero. Una compilación de 180 poemas desde los orígenes en el siglo VII hasta 1945. La recopilación es rigurosa y detallada y se ha hecho con una amplia bibliografía que permite comparar algunos de los poemas con otras versiones y traducciones. Incluye además valiosos comentarios escritos con la misma sintaxis clara, desnuda y exacta de los poemas seleccionados: "El lugar del nacimiento de la poesía es el canto, y más concretamente el canto popular de los trabajadores del arroz".
Uno de los graves problemas de Japón en la actualidad es el envejecimiento de la población (un 30% es mayor de 65 años), y la literatura y el cine se han hecho eco de ello. En los próximos 40 años se espera que la población descienda de los 125 millones actuales a alrededor de 90 millones. Aki Shimazaki en Luna llena (2022) escribe una novela sobre la pérdida de la memoria y la vida de un matrimonio de ancianos en una residencia de Yonago. Con la atmósfera desvaída y poética de Kawabata, pero con un ritmo y una concisión más contemporáneos, reflexiona también sobre el silencio que han tenido que guardar las mujeres, y sobre las relaciones familiares y generacionales. Una narración bien diferente a una de las grandes películas japonesas del año, Plan 75 (2022), de Chie Hayakawa. Construida con los resortes de la ciencia ficción y, en apariencia, una distopía pura, poco a poco la trama se razona y explica de tal modo que coincide con nuestra realidad, y la película se transforma en algo parecido al terror. El miedo de la sociedad a hacerse mayor. El argumento: Japón aprueba que los mayores de 75 años, aunque no tengan ningún tipo de enfermedad, puedan formar parte de un programa para morir y así dejar un mundo con menos cargas, más dinero y juventud. Sin comentarios.
Menos controvertida resultan Mi madre (2020), de Yasushi Inoue, publicada en Japón en 1975, una bella narración sobre la senilidad y la dignidad con la que merecen ser tratados los padres por los hijos, y la película A Hundred Flowers (2022), de Genki Kawamura, el drama y el dolor de un hijo por la pérdida de la memoria de su madre: una novela y una película llenas de matices.