Ahora que los vemos arder en todos los informativos, en España, la Amazonía, África, Estados Unidos... Queremos rendir un nuevo homenaje a los árboles y los bosques del mundo. Un homenaje gráfico en el que grandes fotógrafos desvelan las razones por las que los han convertido en sus mejores súper modelos.
"Fotografío estos árboles porque puede que no estén aquí mañana. Los retrato porque sé que las palabras por sí solas no son suficientes y quiero que sus historias vivan".
Con esta frase resume la fotógrafa estadounidense Beth Moon (Neenah, Wisconsin, EE UU, 1955) la emoción que muchos artistas han experimentado al enfrentarse a uno de los protagonistas más nobles, bellos y misteriosos de la naturaleza: los árboles. Un sentimiento que se resume en dos palabras: amor y respeto.
"Me gustaría legar una imagen nítida. Así, si un árbol es destruido por una tormenta, enfermedad, por la avaricia o la dejadez, tendré un registro de su poder y belleza para todos aquellos que no pudieron emprender el viaje para encontrarse con él", explica la fotógrafa sobre una parte de su trabajo que ha recogido en un libro titulado Árboles antiguos, retratos del tiempo.
Un trabajo que Moon tardó más de 14 años en completar en viajes que la llevaron a recorrer Estados Unidos, Europa, Asia, Medio Oriente y África.
Algunos de los modelos de Moon crecen de forma aislada en laderas de montañas remotas, otros en fincas privadas o reservas naturales.
Algunos mantienen una existencia orgullosa, aunque a menudo precaria, en medio de la civilización. Sin embargo, todos comparten una belleza misteriosa perfeccionada por la edad y el poder de conectarnos con un sentido del tiempo y la naturaleza mucho más grande que nosotros.
"El tiempo tiene la forma de un viejo roble al que los vientos acarician y esculpen su corteza, definiendo dificultades y belleza. El tiempo es el tronco que se quiebra en una gran oquedad para acomodar la tempestad. La evidencia del tiempo se revela en la corteza surcada de un árbol antiguo, retorcida, torcida y hermosa", asegura Moon.
- Casi desde el principio de la historia del arte, los árboles han sido retratados de manera consciente o inconsciente por los artistas.
- Son seres vivos que nos han ofrecido su lealtad desde que el tiempo es tiempo. Nos han dado abrigo ante las inclemencias del tiempo, lluvia y calor; fueron masacrados en la industrialización bajo la justificación de lo imparable del progreso, pero, sobre todo, son el pulmón del planeta.
No hay nada más valioso que una multitud de árboles, que una multitud de bosques y de selvas. Son, literalmente, el aire que respiramos.
¿Cómo la sensibilidad especial de los artistas iba a dejar pasar a semejantes súper modelos?El español José Manuel Ballester es un ejemplo paradigmático de artista obsesionado por los árboles. No solo por la naturaleza como ente global, también por lo más cercano. Ballester se convirtió casi en activista contra la tala indiscriminada de árboles que emprendió el Ayuntamiento de Madrid para llevar a cabo proyectos urbanísticos que podrían perfectamente haber respetado a estos seres vivos.
Este artista, que posee los premios nacionales de Grabado y Fotografía, ha apuntado su cámara fotográfica hacia los árboles en innumerables ocasiones, consiguiendo imágenes de una potencia incuestionable que nos hablan de resistencia, de ruptura de las reglas injustas, de cuidado y compromiso.
Andamios para sujetar árboles, troncos que surgen orgullosos salvados en mitad de una escalera o de otras construcciones realizadas por hombres que decidieron respetarlos...
El amor que refleja el bilbaíno Juan Carlos Muñoz a través de su mirada y su cámara consigue un resultado distinto: tal vez esté más dirigido a todos los públicos, pero tremendamente efectivo y comprometido.
Muñoz lleva más de dos décadas dedicado a la fotografía de naturaleza y ha conseguido emblemáticas imágenes de paisajes.
"Yo miro antes a los bosques que a los árboles, luego son ellos con su aspecto singular o longevidad los que sobresalen ante mis ojos y me atrapan para captarlos como individuo", explica el fotógrafo, recién llegado de un viaje por la India. "No siempre es fácil entresacar un árbol del diverso mundo que acoge un bosque.
La luz es el mayor reto para lograrlo. Entre luces y sombras es complicado destacar un árbol. Aunque a veces los rayos ayudan a iluminar detalles que se convierten en protagonistas y transfieren el ambiente de frescura, sombra y vida... Naturaleza, en una palabra".
Le lanzamos la pregunta directamente. ¿Crees que en España se trata bien a los árboles, crees que se les respeta?
"No, sinceramente creo que solo se ve su aprovechamiento y utilidad para el hombre. Ver un árbol como algo meramente productivo solo lleva a la destrucción de los bosques autóctonos. Y mientras, nuestras calles y jardines se llenan de especies exóticas.
Solo tiene algo de valor si da dinero o es ornamental, e incluso así se considera una especie molesta que ensucia nuestro entorno si deja caer sus hojas en otoño o acoge nidos de aves que provocan ruido o alteran nuestras viviendas. Es una lástima que en un país con la mayor biodiversidad europea haya tan poca cultura de amor hacia los árboles y su cuidado, y eso que en nuestras raíces culturales el árbol formó parte de nuestro mundo desde tiempos remotos".
El fotógrafo brasileño Sebastião Salgado ha realizado su famosísimo trabajo viajando por más de un centenar de países.
Su última entrega, Génesis, fue el resultado de una épica expedición de ocho años para redescubrir montañas, desiertos, océanos, animales y pueblos que han eludido la impronta de la sociedad moderna.
"Alrededor del 46 % de la Tierra permanece en el estado en el que se hallaba en la época del Génesis», nos recuerda Salgado. «Debemos conservar lo existente".
El compromiso de Salgado con la naturaleza -y en concreto con los árboles- ha ido más allá del objetivo de su cámara. Precisamente, mientras realizaba las fotografías de Génesis y probablemente impactado por ese trabajo, él y su mujer, Léila Wanick, crearon en 1998 el Instituto Terra, un proyecto que ha devuelto el verde a la región de Aimorés, en el Estado de Minas Gerais, en Brasil.
Salgado recibió como parte de la herencia de su familia un campo totalmente arrasado por la erosión y la deforestación.
Con más de 4 millones de semillas de especies nativas criadas por ellos, reforestaron por completo la Hacienda Bulcao con su flora original, dándole vida a un proyecto emblemático y esperanzador para todo el mundo. Actualmente, el Instituto Terra ha recuperado más de 297 especies de árboles nativos.
En un total de 710 hectáreas ha acogido de manera natural a diversos animales, y hoy en día es un foco permanente de difusión por la conservación del planeta. La vida y obra de Salgado ha sido de un impacto de tal naturaleza que un director de cine de la talla de Wim Wenders la ha recogido en la imprescindible película La sal de la Tierra.
«La tensión entre lo que se esconde y lo que se muestra puede ligarse al paisaje como desposesión propia del Romanticismo; cuando desaparecen las figuras y los horizontes se abren hacia el todo y hacia la nada, y el viaje se torna una experiencia más interior".
Con estas palabras definía David Barro una exposición de paisajes del fotógrafo alemán Axel Hütte que tuvo lugar en 2014 en el Museo San Telmo de San Sebastián.
La obra de Hütte huye por completo del ser humano y se centra casi exclusivamente en el paisaje. Sus fotografías están hechas para llamar a la reflexión, para que el espectador se implique, busque y encuentre respuestas. Ese es su compromiso con la naturaleza, con los árboles: poner a quien contempla sus imágenes frente a un espejo lleno de preguntas.
Volvemos a Juan Carlos Muñoz. Ahora que los vemos arder sin remedio en todos los informativos, en España, en la Amazonía, en África, en Estados Unidos...., ¿cómo crees que deberíamos proteger a los árboles?
"Para cuidarlos creo que deberían ser esenciales la educación y concienciación hacia el bosque y sus importantes valores ambientales, que benefician directamente a la sociedad.
No todo debe medirse en valor económico y, si es así, al menos debería contabilizarse el oxígeno, la absorción de CO2 que realizan, la relajación y bienestar que produce estar entre árboles.
No destacaría árboles singulares que quedan aislados mientras a su alrededor el bosque desaparece, porque es esencial resaltar la labor que todos los árboles juntos, el bosque, realiza de cuidar suelos y acoger la diversidad de la naturaleza. Ellos por sí solos son vida, todos los seres vivos en cierta manera somos bosque".
´El corazón del dragón´. Fotografía de un drago tomada por Beth Moon en la isla de Socotra (Yemen).