La gran novela del Mediterráno es una biblioteca, un conjunto de clásicos contemporáneos que explican las claves de una región pegada a la actualidad: del glamur de la Riviera a la Grecia de los refugiados pasando por el turismo de masas en España, las heridas del colonialismo en África o la tensión en Oriente Próximo. Una decena de títulos relacionados con otros tantos lugares refleja la intimidad entre literatura y geografía.
1. Argel de Albert Camus. Pasión en el polvorín
El primer hombre. Albert Camus.
En El primer hombre, de Albert Camus, el Mediterráneo y su tierra natal, Argelia, son un paraíso perdido, “una orilla feliz y bajo la luz de las primeras mañanas del mundo”. Pero también son el marco de la pobreza opresiva en la que creció y de una violencia arcaica, como un Far West norteafricano, un polvorín colonial en desintegración. El protagonista regresa de adulto a la Argelia en guerra. Visita al maestro de escuela que le sacó de la miseria y recuerda a los amigos de infancia, la playa. “La gloria de la luz llenaba esos cuerpos jóvenes de una alegría que los hacía gritar sin interrupción”, evoca. “Reinaban sobre la vida y sobre el mar, y lo más fastuoso que puede dar el mundo lo recibían y gastaban sin medida, como señores seguros de sus riquezas irremplazables”. Camus no se había mostrado en ninguna de sus ficciones anteriores con tanta transparencia y sin el envoltorio de tesis filosóficas o moldes novelescos. El manuscrito inacabado de El primer hombre fue hallado entre los restos del automóvil en el que viajaba al morir en un accidente de carretera en enero de 1960. Iba dedicado a su madre, sorda y analfabeta: “A ti, que nunca podrás leer este libro”.
2. Alejandría de Lawrence Durrell. Un mundo, un amor
El cuarteto de Alejandría. Lawrence Durrell.
Historia, paisaje, cuerpo. Superponemos vértices: Transición, Mediterráneo, Chirbes. La Transición, con el antecedente desarrollista, sustituye ideales por intereses económicos y cristaliza en un paisaje vulnerado. Se malbarata el recuerdo de una infancia en claroscuro: la dulzura del valenciano y el exilio a una Castilla fría. Aparece la luxación en la escritura de Chirbes: hedonismo y culpa, lucidez, palabras que forman parte de un concepto realista de la mediterraneidad frente al tópico del lugar-placer. Chirbes revela la trastienda del parque de atracciones. La trama de deformación de Crematorio (2007) aborda la ocasión perdida de construir un país digno, conservar la naturaleza, alcanzar la felicidad o escribir sin resentimiento. Los vértices de la novela acotan la superficie de un triángulo, el espacio mítico de Misent: una ingenuidad retrata cómo la riqueza del bancal —Mediterráneo interior— fue sustituida por la riqueza de la especulación inmobiliaria en los arenales. Cómo los ricos no fueron los ricos esperados. Cómo los perfiles de costa con sus urbanizaciones y su depredación del suelo simbolizan la avidez capitalista. Los nuevos ricos lo son y lo parecen en su exhibicionismo hortera. Pero la riqueza del bancal también tenía amos y, en su regreso al arrebatado edén, Chirbes no se permite la nostalgia: encuentra lo que ya estaba podrido antes del advenimiento de grúa y hormigón. Idiosincrasia y paisaje se pervierten, mutua e ininterrumpidamente, a la luz de la desigualdad económica. Blasco Ibáñez, el azahar, Zaplana, Marina D´Or. MARTA SANZ