La derrota china en las guerras del opio del siglo XIX hizo que el conjunto que conforman la isla de Hong Kong, la península de Kowloon, los Nuevos Territorios y las Islas Exteriores se convirtiera en colonia británica. Condición que adoptó hasta la noche del 30 de junio de 1997. A partir de ese día Hong Kong inició una transición en la que se integrará otra vez en China en 2047. Hasta entonces, Hong Kong es un espacio de soberanía china denominado Región Administrativa Especial en el que los hongkoneses viven preguntándose sobre el futuro. Sobre cómo será la relación con el gigante asiático. Su desasosiego está justificado.
Desde entonces se han cercenado libertades y derechos que han podado a la prensa a la hora de informar y a la gente a la hora de manifestarse contra lo que consideran injusto. Al desmantelamiento político y social se suma el de la cultura y la memoria. Las regulaciones gubernamentales y la unificación de las normativas desde 2010 en cuanto a leyes medioambientales, de contaminación lumínica, sobre dimensiones y medidas de seguridad, han ido apagando uno de los emblemas locales: los rótulos de neón.
Los neones se concentraban en el Hong Kong del imaginario colectivo, que es reducido, como un plató cinematográfico. En el grueso del territorio en el que se elevan las torres de apartamentos en las que viven como en colmenas los hongkoneses nunca hubo rótulos de neón. Ni en la zona fronteriza con China, los Nuevos Territorios, ni en la isla densísimamente poblada de Ap Lei Chau, por citar un par de lugares a modo de ejemplo. Los pocos que no se han rasurado de las fachadas de los edificios son raras avis indultados. Brillan con arrugas, algunos con mejor aspecto que otros. La misma suerte han corrido las empresas y personas que los fabrican y reparan. Sin apenas neones se está extinguiendo una industria y un saber. Quedan pocos maestros del neón, los denominados en cantonés (dialecto chino que se habla en Hong Kong) si fu, como lo son el octogenario señor Wong y Wu Chi Kai, de menos de 60 años. Tipos reputados en su oficio a los que no les gusta compartir sus conocimientos con extraños.Pero frente al menguante número de maestros crece el de artistas que estudian, trabajan y crean con el neón y otros gases nobles. Dos de ellos son la hongkonesa Karen Chan (36 años), más conocida como Chankalun (su proyecto es The Neon Girl), y el también hongkonés Jive Lau (41 años), fundador en 2020 de Kowloneon, estudio en el que crea y enseña el arte de doblar tubos de vidrio de neón.
Una y otro, además de explorar las posibilidades del vidrio y el gas como arte moderno, enseñan a otros sus conocimientos y habilidades. Una manera de conservar y extender la cultura del neón. Los dos son unos defensores del arte del neón. Una fuente lumínica que se ha resentido con la aparición de otra más barata, energéticamente más eficiente y fácil de mantener: el led. Una metáfora que sirve para explicar el destino de Hong Kong y de parte del resto del mundo. Imaginen películas como El día de la bestia, Blade runner o cualquiera del director local Wong Kar-wai en las que en vez de los rótulos de neón que aparecen en las mismas como telón de fondo fueran luces led.
Desde los años cincuenta, los rótulos de neón de Hong Kong han sido referencias visuales muy útiles para la orientación de las personas y herramientas de marketing para los negocios que los lucían e, indirectamente, para quienes los fabricaban. A la vez que en Hong Kong se levantaban rascacielos que lo convertían en centro financiero mundial, de las fachadas de los edificios residenciales se colgaban rótulos de neón para anunciar casas de empeño, panaderías, saunas, restaurantes, casas de té, cafeterías, hoteles por horas o de amor, tiendas de medicina china y salones de mahjong, un popular juego de mesa de origen chino. Letreros que hacían que las noches fueran fluorescentes y eléctricas. Pero, ¿cómo es eso posible? Las luces de neón son un tubo de vidrio sellado en el que hay una pequeña cantidad de gas y aire. Al conectarlo a una fuente de alimentación de alto voltaje, la lámpara se enciende y los átomos de neón o del gas noble que contenga se empiezan a mover. El color de la luz depende del gas que va dentro del tubo de vidrio sellado: el rojo es por el neón, el amarillo por el helio, el blanco por el dióxido de carbono y el azul por el mercurio.
- Los cada vez menos coloridos neones, de diferentes tamaños y formas (cuadrados, rectangulares, murciélagos, hojas, palmeras, gambas, gafas de sol, caracteres chinos...), que quedan se pueden ver, principalmente, en Nathan Road, Portland y Shanghai Street, en la península de Kowloon, y en Lockhart Street y Johnston Road, en Wan Chai (Isla de Hong Kong). En los terrenos ganados al Puerto Victoria, en la península de Kowloon, se encuentra el M+. El museo de la cultura audiovisual contemporánea en el que se han recopilado dibujos de diseños de neón, así como algunos letreros muy conocidos, entre ellos una enorme vaca Angus de un restaurante de carne. Además, desde el mismo museo se pidió a la ciudadanía su colaboración y se pudo hacer un mapa con los neones que sobreviven en Hong Kong. Neones que hablan de una época que se desvanece.
Una serie de neones que anuncian diversos comercios en la ciudad.