La historia en ruinas

El historiador mexicano Mauricio Tenorio Trillo repasa el fenómeno del impulso iconoclasta habitual en los años recientes, que en realidad no es en nada nuevo, excepto por lo que tiene de abarcador e inmediato

Derribar, decapitar o cancelar estatuas y monumentos se ha convertido en algo relativamente habitual en los años recientes. Las polémicas no cesan. Puede evocarse, en España, el complejo caso del Valle de los Caídos, sus tumbas y la gran cruz. Pero también, por ejemplo, el de la estatua de Antonio López, marqués de Comillas, retirada en Barcelona por la vinculación del personaje con el tráfico esclavista. En México, el populismo mesiánico de López Obrador, alias AMLO, se llevó por delante el monumento a Cristóbal Colón del Paseo de la Reforma de la capital. En los Estados Unidos no solamente no se han librado de esta particular fiebre de iconoclasia, amparada por la cultura de campus, las violencias raciales y el guerracivilismo ambiente, sino que se actúa como foco principal de irradiación del empeño de pasar cuentas con el pasado desde la pretendida superioridad presentista. Los debates y enfrentamientos —a golpe de tuit y pancarta, o bien, simplemente, a golpes— han acompañado la caída de las estatuas del general Robert E. Lee, héroe confederado.

Asegura el historiador Mauricio Tenorio Trillo en su último libro, titulado La historia en ruinas. El culto a los monumentos y a su destrucción, que el fenómeno más arriba descrito no es en nada nuevo, excepto por lo que a lo abarcador e inmediato se refiere. El colapso del bloque soviético, pongamos por caso, constituyó un momento especialmente intenso de destrucción y de construcción monumental y memorial. Sostiene el autor que "los monumentos nacen y mueren por distintas causas, pero todos paren y son paridos por ruinas". Mexicano y profesor universitario en Estados Unidos, Tenorio es un historiador prolífico y siempre interesante. Sus obras combinan una cuidada escritura, temas sugerentes, buena documentación e interpretaciones tan inteligentes como ambiciosas. A sus trabajos sobre la historia mexicana y norteamericana —desde Historia y celebración. México y sus Centenarios hasta Elogio de la impureza. Promiscuidad e historia en Norteamérica—, se suman otros, como Culturas y memorias: manual para ser historiador, en donde la reflexión sobre la disciplina alcanza cotas muy notables.

  • En La historia en ruinas, un volumen compuesto por cuatro capítulos-ensayo y basado en referencias sobre todo estadounidenses, mexicanas, españolas, alemanas y rusas, Tenorio se enfrenta, como historiador, al impulso iconoclasta de la querella actual de los monumentos y su voluntad buenista de "abolir" la supuesta maldad del pasado. Reclama, por encima de todo, especificidad y mesura, al tiempo que propone una mirada irónica sobre la imposibilidad de limpiar un pasado que nunca ha sido ni será limpio.

En la base de los monumentos se encuentra el conflicto, pero no el de ayer, sino el de hoy. Abusando precisamente del presentismo, nos dice el autor, piensan algunos que tirar o erigir monumentos —en su mayor parte, evocadores victoriosas de guerras y violencia— permite alcanzar "una verdad histórica, moral y estética". Vana creencia. Ningún historiador puede avalarlo. Tras recomendar la conservación de la "basura" en "vertederos" de la historia, sentencia: "Vivimos una fiebre antimonumental sostenida por la creencia en que cada individuo es, en potencia, un monumento moral". La superioridad moral, científica y política que justifica, frente a pasado y futuro, la fiebre de los derribos supone un auténtico despropósito. Excepto en algún que otro punto específico, que merecería más matices —pienso en la no distinción entre catalanismo y nacionalismo catalán, o bien en la asimilación abusiva entre Franquismo y fascismo—, el libro de Mauricio Tenorio no puede dejar a nadie indiferente.