Llegaron a bordo de un buque un día de mediados de junio. Era 1939, la primavera llegaba a su fin, pero en México se extendió un poco más, lo justo para ver cómo el sueño republicano que la Guerra Civil había segado en España brotaba de nuevo al otro lado del Atlántico. El Sinaia arribó al puerto de Veracruz y de él desembarcaron los primeros 1.600 exiliados españoles, que serían más de 25.000 tras el último viaje. En tierra firme les esperaban, con los brazos abiertos, el pueblo mexicano y el Gobierno de Lázaro Cárdenas, que abrazaron su llegada y lo que representaba como parte de un anhelo común. Ahora se cumplen 85 años de aquel desembarco y el Ateneo Español de México ha organizado una exposición en las rejas del bosque de Chapultepec, en la capital, que se podrá visitar hasta el 16 de junio y que ensalza la historia del exilio español como un “fenómeno vivo y presente en la sociedad mexicana de hoy”, en palabras de su presidente, Juan Luis Bonilla Rius.
“México tiene mucho que agradecer al exilio español. Fue como una biopsia histórica por la que una parte de lo mejor de España fue insertada en México”, ha resaltado el jefe de Gobierno de Ciudad de México, Martí Batres, en la presentación de este miércoles, en la que se ha arrancado a entonar una canción de las milicias que defendían Madrid que cantaba con su madre cuando era niño. “Es una parte de España que luchó, transformó, pensó, elaboró, creó y luego se trasladó a México”, ha valorado. El proyecto republicano sobrevivió en la esperanza que ofreció el país latino a sus defensores y estos se lo devolvieron con una explosión de desarrollo en todos los ámbitos —cultural, académico, científico, industrial— que se alineaba con las vanguardias europeas y que enriqueció profundamente al pueblo que los acogió cuando todavía se lamían las heridas.
La Segunda República se materializó en México como una continuación del proyecto que había sido interrumpido y liquidado tras el golpe de Estado y la imposición de la dictadura franquista. Ese periodo de apenas un lustro, de 1931 a 1936, convirtió los principios ilustrados de igualdad y libertad en un compromiso político que por primera vez en España reconoció y concretó la dignidad humana en una serie de derechos civiles y proyectos sociales que llevaron la democracia a los últimos rincones del país. El sufragio femenino, la libertad de prensa y de asociación, la red de escuelas rurales o la reforma agraria sustanciaron un proyecto al que esta exposición busca rendir especial homenaje, y por eso abre un recorrido de cinco capítulos que también abarcan la Guerra Civil, el éxodo en Francia, el exilio posterior en México y su continuación en la actualidad a través de los descendientes. “La idea era que se conociera lo que significó el Gobierno de la Segunda República, porque aquí, en México, la idea del exilio se concibe mucho a partir de la Guerra Civil, y se desconoce lo que fue el periodo anterior, así que era importante hablar de sus principales políticas”, explica José Héctor Alonso, curador de la exhibición y vicesecretario del Ateneo.
La transición entre las distintas secciones de la muestra fotográfica está protagonizada por fragmentos de poemas sobre un fondo morado, el color de la República, que van desde Miguel Hernández hasta Alicia García Bergua, pasando por Luis Cernuda, Luis Rius Azcoitia y Pedro Garfias, y que ilustran cómo la poesía canalizó gran parte del sentimiento republicano de la época. “A veces se nos escapa, y es importante identificar que España, bajo la dictadura, se quedó sin palabras. Expulsó, asesinó a todos sus poetas”, ha incidido Argel Gómez, director general de festividades de la capital y nieto de un comunista gallego: “Los poetas españoles vinieron cargados de palabras”.
Con esas palabras y con la esperanza de mantener presente a su tierra natal, en 1949 fundaron en México el Ateneo Español. La institución se constituyó 10 años después del primer desembarco porque nunca pensaron que el exilio fuera a durar tanto, pero el aguante del franquismo tras la derrota del fascismo en la segunda Guerra Mundial puso fin a la ilusión. El exilio continuó y la organización se ha encargado desde entonces de difundir la cultura española y honrar la memoria republicana. “Aquí resguardamos un archivo muy importante, que ahora ha sido nombrado memoria del mundo por la Unesco”, ensalza el director, Juan Luis Bonilla Rius. De ese acervo se alimenta en gran medida la exhibición que rodea las rejas del bosque capitalino. También del fondo Ricardo Vinós, del Archivo Histórico Genaro Estrada y de la fototeca del INAH.