Moses Joseph Roth (Brody, actual Ucrania, 1894–París, 1939), el gran amigo de Stefan Zweig, fue muy apreciado por los lectores de periódicos en alemán en la época de entreguerras del pasado siglo. La curiosidad innata de este judío austrohúngaro, sus dotes para la observación y la agudeza crítica convertían cada uno de sus artículos periodísticos en pequeñas joyas literarias y sociológicas. Huérfano de padre a temprana edad, inteligente y despierto, Roth estudió humanidades en Brody y Viena; tras la I Guerra Mundial, en la que participó como soldado austriaco, trabajó de reportero en esta última capital. Pronto se trasladó a Berlín y desde allí frecuentó otras ciudades europeas, como París y Praga. Estos ambientes cosmopolitas y variopintos nutrieron sus incontables artículos y sus novelas. Gran narrador, fue el autor de títulos que hoy son "clásicos modernos": Job, La marcha Radeztky o La leyenda del santo bebedor, entre otros. La magia literaria de Roth se nota en cada línea que escribió, y tan entretenidas son sus novelas como cualquiera de sus artículos, al igual que su copiosa correspondencia.
En castellano contamos con varias recopilaciones de su obra periodística: Primavera de café, Viaje a Rusia, Judíos errantes o Crónicas berlinesas..., libros amenos llenos de ingeniosas historias. En esta línea la editorial Ladera Norte publica ahora este estupendo libro con 48 piezas breves inéditas en castellano. La recopilación —sabiamente escogida— es de la escritora Berta Vías Mahou, autora del prólogo y de la excelente traducción. El nombre Gabinete de curiosidades —elegido por la compiladora— alude al de un libro de artículos misceláneos publicado por Roth en 1930 titulado Panoptikum. Y, en efecto, como un panóptico —en su acepción de colección aleatoria de maravillas y curiosidades— funcionan estos artículos, que son insuperables en su sencillez y en su humanidad, muy amenos; en ellos, Roth se muestra como un maestro de la semblanza y el retrato psicológico, pues son cantidad de tipos extraños, marginales y originalísimos, los que quedaron captados para siempre en sus rasgos esenciales con la lente diáfana de su mirada.
También hay evocaciones nostálgicas de tono más íntimo que glosan la memoria del "segundo amor" del articulista, o los recuerdos de aquella tienda de ultramarinos de su tío, rebosante de olores paradisíacos
En esta certera recopilación se exhiben "curiosidades" humanas tales como artistas del mundo circense: payasos, equilibristas y bailarinas. Ese mundo exótico constituía un tema muy atrayente para el público de la época, recuérdese, por ejemplo, que Kafka, contemporáneo de Roth, le dedicó algunos de sus relatos. Incluso asoman en estas páginas quiromantes y magos. En otros artículos se describen personajes marginales de la sociedad como desempleados y tullidos, esas figuras trágicas que al terminar la Gran Guerra erraban por las ciudades, viviendo a salto de mata o mendigando. El propio Roth se fingió un parado e intentó buscar trabajo para conocer en persona aquel calvario. Igualmente exploró el mundo de tinieblas de las muchachas descarriadas y las "damas" que les practicaban abortos. En otras semblanzas más jocosas se describen iluminados llegados de la India para captar a un público "ávido de profetas". Junto a ellos, hay retratos de ropavejeros, cuidadores de aseos públicos, y hasta aparece un aristocrático príncipe de Alemania. Los deportistas —boxeadores, atletas, tenistas y motoristas— caben también aquí, y hasta un original hombre-anuncio. Hay, además, enanos y reinas de la belleza, modistas y reporteros. Así como evocaciones nostálgicas de tono más íntimo que glosan la memoria del "segundo amor" del articulista, o los recuerdos de aquella tienda de ultramarinos de su tío, rebosante de olores paradisíacos traídos de Jamaica y Guatemala. Son todas curiosidades marginales maravillosas. El mismo Roth terminó convirtiéndose en una de ellas a causa del criminal antisemitismo nazi: exiliado, apátrida, alcoholizado y en la miseria, murió en París con sólo 45 años.