Fragancia Shakespeare

Andrés Ehrenhaus evapora cada soneto hasta dejar solo su perfume

En lo que va de siglo XXI se han publicado, solo en España, una decena de nuevas traducciones de los sonetos de Shakespeare, que se suman a las numerosas del siglo pasado. 

Una de las versiones recientes (Galaxia Gutenberg, 2009) está firmada por Andrés Ehrenhaus, quien agregó el Lamento de una amante. Esta pieza de 329 versos, que acompañaba a la primera edición de los sonetos de Shakespeare (de 1609), fue desgajada en las ediciones posteriores como obra aparte; Ehrenhaus argumenta, en cambio, que forman un todo y con él se comprende mejor el sentido de la obra. Una obra de la que aún hoy se discute casi todo menos su genial conmistión de belleza, humor, dolor, despecho e ingenio.

Ehrenhaus, escritor y profesor de traducción en España y Argentina, vuelve sobre los sonetos ya no para sumarles un complemento, sino para someterlos, como explica en el prólogo, a una “jibarización”. 

Es decir, evapora cada soneto hasta dejar solo su perfume: tres versos de 5, 7 y 5 sílabas. La traducción de los 154 sonetos le llevó cuatro años de trabajo; la reducción de cada uno de ellos a tres versos, una semana. Brevedad, condensación, rapidez: restricciones que se acercan al espíritu oulipiano de los Cien mil millones de poemas de Queneau. 

Otro cambio: en lugar del tuteo de la primera versión, se pasa al voseo de inflexión rioplatense en esta reducción. Un ejemplo: del soneto VI, dirigido al misterioso W. H., a quien invita a casarse y tener hijos para que su belleza perdure, copio los últimos seis versos de la traducción completa: “Serás diez veces más feliz que ahora / al verte reflejado en otros diez; / la muerte no podrá con tu persona / pues si ellos viven, vives tú también. / Mas no disfrutes solo tu legado / o heredarán tu encanto los gusanos”. 

Tras su condensación en haiku, queda así: “Tené diez hijos, / dos, uno. No disfrutes / de vos vos solo”. Variaciones sobre una traducción, órbitas extensas en torno al clásico de los clásicos: Shakespeare parece mirar con sospecha, pero no sin diversión.

Cada uno de estos sonetos/haikus va acompañado de una ilustración en blanco y negro de Elenio Pico, quien también se impuso la velocidad de ejecución, para que todo el libro respondiera a un mismo impulso.