La verdad es que, en estos momentos, la mejor literatura europea está viniendo de los países que se encuentran pegados a la línea que separa el Este del Oeste por una sencilla razón: son países —al revés que los satisfechos países europeos del lado de acá— con un conflicto grave de personalidad, de definición, de autodescubrimiento; es decir: con un verdadero conflicto dramático, que emergen de la insoportable presión soviética para tratar de encontrar no ya su independencia y libertad, sino incluso su idea de libertad e independencia; países que durante decenios han estado alimentándose de la imagen de la prosperidad y la libertad occidentales; son gentes que, ante la apertura de fronteras tras el final del telón de acero, aparecen potencialmente como emigrantes que salen de la carestía y de la opción entre ser (cito al autor) Homo sovieticus u Homo antisovieticus.
Esto dije al inicio de mi recensión de El último territorio, publicado en España en 2006. La Enciclopedia fue escrita en 2011. La invasión soviética de Ucrania de 2022 es ahora la realidad.
Ucrania es un país independiente desde 1991 que pertenece a un espacio geográfico cargado de historia. Polacos, turcos, alemanes y rusos han sido para él una permanente fuente de conflicto.
En este “devastador corredor entre Europa Occidental y Oriental”, Yuri Andrujovich miraba hacia lo que fue el Imperio Austrohúngaro como la única referencia de europeísmo y estabilidad para Ucrania; pero el imperio cayó y con él la vieja Europa, y en el sentir ucranio subyace el “culto en torno al mito de entreguerras, que de vez en cuando nos permite decir en voz alta: aquí fue violada Europa”.
Esa actitud de vivir permanentemente escindido entre lo europeo y lo eslavo se resuelve en él como en una lucha identitaria. Y aquí llegamos al meollo del asunto: ¿qué hago yo aquí —venía a preguntarse el escritor— donde la gente emigra con la conciencia de que el último que salga que apague la luz? “¿Esta es nuestra independencia, conseguida al cabo de tanto tiempo?”.
En estos momentos, la mejor literatura europea está viniendo de los países que se encuentran pegados a la línea que separa el Este del Oeste porque son países con un conflicto grave de personalidad, de definición, de autodescubrimiento
Dijo entonces: “Se puede proyectar hacia el pasado la imagen del enemigo y durante mucho tiempo complacerse con albergar esperanzas. Pero ¿qué hacemos con el futuro? En este punto, yo me inclino por renunciar al patetismo. Sobre el futuro, ni una sola palabra: queda tan lejos que quizá no lleguemos a verlo.
Detengámonos aquí y ahora. Éste es nuestro país, una provincia abandonada, el fin de una época, el fin del mundo y de todo lo demás. Es nuestro territorio. Nadie nos dará otro”. Esta era la tesis de su admirable libro El último territorio, centro de su reflexión sobre Ucrania y sobre el mundo, la relación entre lo que une y lo que divide, como la línea de los Cárpatos une y divide Este y Oeste…, y Andrujovich salió a recorrer las ciudades del mundo. Ahí comienza este periplo. Y ahora que leemos este libro, el futuro ha llegado.
Esta Pequeña enciclopedia de lugares íntimos recorre durante años 39 pequeñas ciudades y grandes urbes de Europa y América a las que el joven nacido en Ivano-Frankivsk, que hizo el servicio militar bajo bandera rusa, acude a congresos y encuentros culturales como representante de la intelectualidad ucrania y sobre las que derrama la que es su cualidad como escritor: la mirada excepcional del artista que siempre ve lo distinto donde los demás ven lo obvio, una mirada de cálida inteligencia que busca un sentido a todo lo que mira y mira con una irreductible curiosidad intelectual y lúcido amor y atención a los seres humanos y los lugares donde habitan, allí donde grandes acontecimientos históricos (la Primavera de Praga, la Guerra Fría, la catástrofe de Chernóbil o la rebelión de Maidán en Kiev, etcétera) comparten también sus viajes por estas pequeñas y grandes urbes de Europa y América.