EL MENSAJE EN LA BOTELLA: El futbolista que unió a una ciudad

Su novia tenía en su página de Facebook una foto de portada bellísima. El partido acababa de terminar, el todavía trae los guantes de portero, posición que desde hacía años jugaba con singular destreza. A su lado, ella ríe alegremente, celebrando seguramente alguna de las bromas que a él tanto le gustaba hacer, y con las que, entre otras cosas, se ganó el cariño de mucha gente, pues tenía un corazón que sabía reír (y hacer reír) a pesar de la adversidad. Su nombre, Argenis. Nombre de origen griego que significa “Vencedor de la batalla”. Aparte de hacer reír, también le gustaba alentar e inspirar a los demás, sobre todo a los jóvenes que, como él, luchaban por un sueño. Algunos jovencitos pertenecientes a una liga local que recientemente ganó su pase a un encuentro internacional de futbol, recordaban con cariño cómo Argenis los había alentado a dar lo mejor, acompañándolos en muchas ocasiones y compartiéndoles consejos para mejorar su técnica de juego. Y platicaban que cuando los oía renegar de sus mamás, los regañaba, haciéndoles notar lo afortunados que eran por tenerla todavía con ellos. Él había perdido a su madre algunos años atrás. En sus fotografías, solía poner sus brazos totalmente abiertos, como dándote la bienvenida a su vida y a su corazón. En respuesta a ese enorme amor que él regalaba a diestra y siniestra, cuando lo necesitó, hubo muchos brazos que también se extendieron, dispuestos a dar de su sangre para tratar de regalarle un poco más de vida. Pero su misión aquí habría de ser corta. Sin embargo, obró el milagro de unir a esta ciudad de Reynosa, primero en una enorme cadena de oración por su recuperación, y después en conmovedoras expresiones de amor ante su partida. Su despedida estuvo llena de todas aquellas cosas que él amó. Un sencillo pero amoroso homenaje en el campo de futbol que tantas veces lo vio en acción, en donde, ante porras y gritos de “¡Bravo, portero!”, se lanzaron al cielo cientos de globos blancos por igual número de jóvenes que portaban camisetas con la imagen de Argenis y su número de jugador: 29, día del cumpleaños de su madre, y tierno recordatorio que él había decidido usar como muestra de amor por ella. Felizmente, ahora podrán festejar su próximo cumpleaños juntos. En el panteón, la cantidad de flores y de gente era impresionante. Dos grupos musicales norteños le cantaron las canciones que a él le gustaban. Una de ellas decía una gran verdad, no por ello menos dolorosa: “Es Dios quien te da la vida, y él te la vuelve a quitar”. Sus hermanas pronunciaban un largo y doloroso “¿Por qué?” que por el momento quedará sin respuesta, pero a todos los que nos hacíamos la misma pregunta, la fe nos dice que llegará el día en que entenderemos plenamente la respuesta. Por ahora, solo nos queda dejar todo en manos de aquel que tiene el poder para dar y quitar, y pedirle que nos ayude a reconfortar nuestros dolidos corazones, cosa que seguramente hará con infinito amor. Argenis, entre otras cosas, amaba con pasión el futbol, y pareció querer irse en una fecha significativa para ese deporte. Mientras en todo el país se presenciaba la final del fútbol mexicano, en esta ciudad se presenciaba lo que parecía el final de una vida, aunque en realidad, lo que presenciábamos era el principio de un legado inolvidable y la huella que dejaba un verdadero campeón. Dicen que morimos dos veces: Una, cuando dejamos de respirar, y otra, cuando alguien pronuncia nuestro nombre por última vez. Ante el legado inolvidable de amor, valentía, nobleza y alegría que nos deja, podemos estar seguros de que Argenis nunca morirá del todo, porque siempre habrá alguien que pronuncie su nombre. Unos con ternura, otros con agradecimiento, pero todos, absolutamente todos, con un inmenso amor. Argenis, ahora estás con tu madre. Estoy seguro que desde que la divisaste al llegar allá, abriste tus brazos como solías hacerlo acá, para fundirte con ella en un enorme abrazo. Sé que ella estará orgullosa al ver el cariño con el que tus amigos, tus seres queridos y toda una ciudad te despidieron. Tal vez te preguntará “¿Pos’ qué les diste, m’ijito?”. Si no sabes qué responderle, solo dile que te limitaste a ser quien eras. Porque fuiste, eres y serás, un espíritu maravilloso, y en eso, seguramente ella, tu madre, influyó grandemente. Así que dale a ella, también de nuestra parte, un enorme abrazo, y toda nuestra gratitud. El éxito de una vida no se mide por el tiempo que pasó en esta tierra, sino por la profundidad de la huella que dejó. Dejaste una honda huella, Argenis, calaste hondo, así que no tengo ninguna duda, y tú también puedes estar seguro de esto que te voy a decir: Indudablemente, hiciste honor a tu nombre. Indudablemente, fuiste “el vencedor de la batalla”. Dios guarde tu espíritu, hasta que nos volvamos a ver. jesus_tarrega@yahoo.com.mx Facebook: El Mensaje en la Botella