Cuando pienso en frases de cine quiero creer que las que me han dejado más huella son "lo que hacemos en esta vida tiene su eco en la eternidad", "va a necesitar un barco más grande", "abre la compuerta, HAL", "no hay nada como el olor del napalm por la mañana", "que la Fuerza te acompañe", "sácame de encima tus apestosas patas, sucio mono" o "Tora, Tora, Tora". Pero en realidad la que me viene siempre a la cabeza es: "¿Está usted tratando de seducirme, señora Robinson?" (oh, oh, oh, hey, hey, hey). Me ha marcado desde que vi El graduado (1967) a mediados de los setenta en el ya desaparecido cine Savoy del Paseo de Gràcia de Barcelona en compañía de un grupo de amigos de los que solo recuerdo a Carlos Trías, probablemente porque él, algo mayor que el resto de nosotros, también estaba en el umbral de decidir qué hacer con su vida (fue farmacéuticas no plásticos) y sus padres le habían regalado un Seat 850 Sport Coupé (blanco). Ese coche era lo más parecido que teníamos por aquí al Alfa Romeo 1600 Duetto Spider rojo que le obsequian sus progenitores al acabar la carrera a Benjamin Braddock (Dustin Hoffman), el graduado del título (y valga la frase), precisamente.
Mike Nichols rueda un momento de 'El graduado' con Katharine Ross y Dustin Hoffman.
Los pasajes de Benjamin con la señora Robinson son lo mejor de la novela, como de la película. La entrada de ella en el cuarto del chico durante su fiesta de bienvenida es notable. Aparece con un vaso y el bolso en la mano y dice que pensaba que era el aseo. "La señora Robinson llevaba un vestido verde brillante con el escote muy bajo y una aguja prendida sobre uno de sus prominentes senos". Benjamin le manifiesta su inquietud existencial, que no dejará ya de ir en aumento. La Robinson le pide que la lleve a casa (el momento en que le lanza las llaves del Alfa Romeo al acuario es de la película). Y cuando el joven lo hace le revela que es neurótica, exalcohólica y que su marido tardará en llegar. Benjamin, que es tonto pero no tanto, le suelta entonces lo de si no estará intentado seducirlo. Lo que ella confirma preguntándole si no quiere bajarle la cremallera del vestido. Y aquí viene otra línea fenomenal en la que resuenan Melville y todos nuestros deseos y temores: "Preferiría no hacerlo, señora Robinson".
La novela incluye algunas cosas que no recuerdo yo en la película como que tras ese primer intento de seducción, Benjamin se marcha a recorrer mundo y hablar con "gente sencilla y honrada, con labradores, con chóferes de camión, con gente ordinaria que no habite en mansiones lujosas ni tenga piscina" (igual sí que le han regalado El lobo estepario y Demian). Pero vuelve a las tres semanas tras participar en la extinción de un incendio forestal en el condado de Shasta. Dice haber "lavado platos, limpiado carreteras, y charlado con vagabundos, borrachos y fulanas". Y dos días después, supongo que tras descubrir que no es Martin Eden, Peter Camenzind o Jack Kerouac (como nos ha pasado a tantos), decide empezar sus relaciones con la señora Robinson.