A principios de los años ochenta, Jean-Jacques Servan-Schreiber, mítico periodista y político francés, presentó su libro El desafío mundial, secuela del dedicado al propio desafío americano que causó una verdadera conmoción en la opinión pública. En el introito de su disertación levantó ostensiblemente un pequeño objeto apenas visible para la audiencia y anunció enfático:
—Esto es un chip, algo que cambiará la historia del mundo.
Los chips ya eran conocidos por los asistentes, familiarizados con el uso de computadoras y la aún joven tecnología informática. Sabían de su importancia pero muchos creyeron exagerada la profecía.
Chris Miller, profesor de la Fletcher School en Tufts University, ha venido a demostrar que aquel vaticinio se ha cumplido. En La guerra de los chips hace un relato pormenorizado del nacimiento y evolución de Silicon Valley, el Valle del Silicio, bautizado así por ser esta materia fundamental para la fabricación de transistores y semiconductores o circuitos integrados, que es el nombre de pila de los chips. La palabra es un latinismo del inglés que originariamente significaba astilla. Pero acabó por confundirse con las patatas fritas, primero, y con las lascas de silicio después, utilizadas como soportes de dichos circuitos.
Miller hace una historia, pormenorizada hasta el exceso, de la invención y fabricación de estos microprocesadores que van a cambiar el mundo. Interesante es la mirada militar y geopolítica del relato. Su descripción de la Segunda Guerra Mundial como "una lluvia de acero", inspirada en comentario de los soldados japoneses, concuerda con el hecho de que fuera una guerra de desgaste industrial. "Estados Unidos fabricó más tanques que todas las potencias del Eje juntas, más buques, más aviones, y el doble de artillería y ametralladoras". La victoria se decidió por la superioridad del acero y el aluminio, pero se selló con el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki, comienzo de la era nuclear, protagonista de la Guerra Fría. Después de esta, la rivalidad actual entre Washington y Pekín "podría resolverse por el poder de computación".
La historia de los chips está muy vinculada a la estrategia militar de los Estados Unidos. El grupo de ingenieros que los inventaron y se aventuraron en su fabricación contaron con el impulso y apoyo, también financiero, de la Casa Blanca. Lo mismo si se trataba del Programa Apolo (el viaje a la Luna), que de la construcción de misiles Minuteman o de cohetes inteligentes. Si el bombardeo de Hiroshima constituyó la prueba del poder de destrucción nuclear, la guerra de Vietnam sirvió para cotejar la versatilidad y utilidad de las armas equipadas con tecnología informática. La invasión de Irak y la guerra de Ucrania son otras tantas ocasiones en que a través del aniquilamiento de cientos de miles de seres humanos se ha comprobado la eficiencia bélica de los desarrollos tecnológicos y la Inteligencia Artificial.
El autor reconoce que la inicial historia de los chips estuvo estrechamente ligada a los planes del Pentágono: el Ejército estaba incrustando chips "en toda clase de armas, satélites, sónares, torpedos y sistemas de telemetría". Pero el proceso adquirió perfiles más espectaculares cuando en los años setenta Bob Noyce, uno de los pioneros inventores del sistema, decidiera impulsar la fabricación en serie para producir chips destinados al uso general y no a necesidades concretas. Hoy nuestra vida diaria está regida por la actividad de esas pequeñas lascas tecnológicas, presentes en nuestras neveras, microondas, coches, teléfonos, televisores y un sinfín de productos más, hasta el punto de que en 2020 "el sector de los chips produjo más transistores que la suma de todos los bienes producidos por todas las demás compañías, en todos los sectores, a lo largo de toda la historia".
El libro describe la competencia chino-americana por lograr la primacía del poder tecnológico y los éxitos logrados por los países asiáticos aliados de América, singularmente Taiwán, Corea del Sur y Japón. Son interesantes los capítulos dedicados al caso Huawei, compañía privada china pionera en la extensión del 5G en las telecomunicaciones, que ha padecido la agresión directa de la política estadounidense. En 2018 tuve ocasión de conversar con su fundador, el coronel Ren Zhengfei, en su sede de Shenzhen. Lejos de la afición al protagonismo y el espectáculo que los promotores de Silicon Valley han demostrado, es un hombre coherente con la mejor tradición del confucianismo, cortés y ponderado en sus opiniones. Participamos en la conversación Javier Solana, Javier Cremades y yo mismo. Al preguntarle por la amenaza que suponía para su empresa la política hostil de la Casa Blanca, sin torcer el gesto llamó simplemente la atención sobre la magnitud del mercado interior chino, una ventaja competitiva formidable respecto a Estados Unidos. En opinión de otros directivos de la compañía eso explica la decisión americana de expulsarles de su mercado y la restricciones impuestas por la Casa Blanca a la exportación de chips a China. La ofensiva de Washington ha sido además frontal en los países de la Unión Europea, incluido España, y continúan las presiones.
La guerra de los chips se encuentra ahora en un punto álgido que amenaza con recrudecerse en torno al caso de Taiwán, país campeón en la fabricación de los mismos. Políticos y gobernantes anuncian el fin de la globalización que, de producirse a gran escala, no será un fin pacífico. Para sus generales, a uno y otro lado del frente, el oro del siglo XXI no es el petróleo sino los datos. Europa, todavía ausente de esta contienda salvo como víctima, promete hacer esfuerzos para incorporarse a ella. Es dudoso si lo cumple que pueda presumir de pretender su autonomía. Aunque siempre nos quedarán los otros chips, las patatas fritas.