Andrés di Tella (Buenos Aires, 1958) pasa horas tomando apuntes en cafés del barrio porteño de Belgrano. Allí transcurrió su infancia y en esas calles arranca también el recorrido de Cuadernos (Caballo de Troya), su último libro, donde la historia personal se vuelve a cruzar con la de Argentina, la de Gran Bretaña, la de India y la de otras geografías familiares. Abre a los lectores las puertas de la casa en la que vivió junto a sus padres, Torcuato di Tella —fundador del célebre Instituto Di Tella— y Kamala Apparao, y los lleva de la mano a pocas cuadras de allí, al hogar de Norah Lange, el gran amor de Jorge Luis Borges. “Borges la arrastraba a pegar afiches con poesía de vanguardia por las paredes de la ciudad; Norah, por su parte, se subía al techo de la casa para recitar a los gritos, ante el desconcierto de los vecinos”, escribe Di Tella.
“No hay un origen exacto porque no hubo un proyecto de libro desde el comienzo”, cuenta el escritor y cineasta. Recuerda que hace 12 o 13 años no podía recordar lo que soñaba y un amigo le recomendó que pusiese un cuaderno y un bolígrafo en la mesita. “A la mañana siguiente me acordé y lo anoté. Al día siguiente también. Cada vez me acordaba de más y más detalles de los sueños, al punto de que empecé a levantarme más temprano para escribirlos”, cuenta. En uno de ellos, una bruja le adivinaba la suerte no a través de las líneas de la mano ni de una tirada de cartas, sino al “adivinar una foto”. Hay imágenes también en Cuadernos, también dibujos, reflejo de la contaminación permanente entre cine, literatura, música y artes visuales en la obra de Di Tella. Director del documental 327 Cuadernos, sobre los diarios de Ricardo Piglia, ahora vuelca su historia en este libro que funde sus propios dietarios.
La cuarentena por la covid pasó de “ser una aventura a estar trepándose por las paredes”. Entre los múltiples cambios, hizo saltar por los aires una rutina que mantuvo durante años: llevarse un cuaderno a los cafés después de dejar a sus hijos en la escuela. Mañana tras mañana, registraba los planes del día, recuerdos, diálogos familiares sobre películas, fragmentos de guiones cinematográficos, listas, apuntes para sus clases, imágenes que pasaban frente a sus ojos…
El 25 de noviembre de 2020, Di Tella registró en el cuaderno la noticia que dejó en silencio durante unos minutos a toda Argentina: había muerto Maradona. Al recobrar el habla, cada habitante del país sudamericano comenzó a rememorar partidos, anécdotas y frases del dios del fútbol argentino, adorado incluso por niños y adolescentes que nunca lo vieron jugar. Entre sus recuerdos, Di Tella elige un partido de Argentinos Juniors, su primer club, en 1979, y la rueda de prensa que dio en 1994, después de su suspensión en el Mundial. “Lo que me impactó fue que Diego hablaba delante de más de cien periodistas como si estuviera hablando contigo a solas en el rincón de un bar a las tres de la mañana, producía un efecto de intimidad increíble”.
Aun con las canchas vacías por la covid, la devoción por este deporte se mantiene intacta en Argentina. La mañana de la entrevista, las portadas de los diarios destacan la victoria épica de River Plate contra el ecuatoriano Independiente de Santa Fe por 2-1 con una plantilla diezmada por el coronavirus y un mediocampista lesionado, Enzo Pérez, en la portería. Hincha del club millonario, a Di Tella se le forma una enorme sonrisa al recordar el triunfo y los goles gritados unas horas antes.
En la sala oscura siento que está la esencia del cine, en ese momento de concentración, de silencio, de compartir con personas que no conocés
Entre las costumbres que extraña está la de ir al cine. “En la sala oscura siento que está la esencia del cine, en ese momento de concentración, de silencio, de compartir con personas que no conocés, pero con las que se forma una especie de comunidad”, subraya. Su última película, Ficción privada, debutó en 2019 en el Festival de cine de San Sebastián, pero no pudo estrenarse después en Argentina en pantalla grande y se difundió a través de la televisión y de plataformas online, lo que propició una enorme respuesta del público, con “cientos de mensajes recibidos a través de las redes sociales”.
“Antes, alguna vez recibí cartas y fotografías en las que me contaban algunas de sus historias familiares. Lo autobiográfico resuena en la vida de los demás. Somos recontradiferentes, pero también iguales”, destaca. “Es la técnica de la punta del iceberg de Hemingway. Muestro una parte de la vida de mis padres, el resto lo tenés que imaginar vos, con tus propias asociaciones y emociones”.