En torno a 1417, el almirante Zheng He, explorador a sueldo de los emperadores de la dinastía Ming, un lobo de mar al que se atribuyen extraordinarias hazañas, afirmaba que era posible "recorrer el mundo sin salir de China". Zheng se refería a la existencia en las rutas del Índico, el mar Rojo y el sudeste asiático de una red cada vez más tupida de colonias de emigrantes chinos, una diáspora incipiente que iba a remitir en los primeros años del imperio Qing, de 1644 en adelante, pero que se reanudaría con vigor en el siglo XIX.
Por entonces, gran número de ciudadanos de etnia Han procedentes de provincias en declive como Fujian o Cantón se vieron forzados a emigrar a diversos lugares de Asia, Oceanía, Norteamérica, Europa Occidental, África Meridional, América Latina o el Caribe. Aquel éxodo masivo produjo las modernas chinatowns o barrios chinos, un salto cualitativo con respecto a las numerosas, pero, en general, poco pobladas colonias de expatriados de siglos anteriores.
Hoy, la frase de Zheng resulta más cierta que nunca. Se pueden recorrer los cinco continentes, de Sídney a París, pasando por Buenos Aires, Nueva York, Johannesburgo o Yokohama, sin salir de China. O, al menos, de la peculiar versión de China que los inmigrantes Han traían en la mochila cuando llegaron a sus nuevos destinos.
Imagen de Chinatown en San Francisco tomada en 1966.
En Estados Unidos, los pioneros, asociados a los progresos del ferrocarril transcontinental que acabó uniendo las grandes capitales de la Costa Este con el océano Pacífico, fueron el Chinatown de Omaha City y el de San Francisco. Este último, con su imponente Dragon Gate, la populosa Grand Avenue (repleta de comercios con sabor local y ornada con las inconfundibles farolas y linternas rojas chinas), sus vistosos murales callejeros, el mercado popular de Stockton Street y el par de edificios con los que se inició la reconstrucción de San Francisco tras el devastador terremoto de 1906, podría opositar sin apenas rivales a barrio chino más genuino, atractivo y célebre del mundo.
En cierto sentido, el Chinatown de la bahía, a la sombra del Golden Gate, sirvió de modelo al resto de vecindarios similares que empezaron a extenderse como una mancha de aceite por todo Estados Unidos entre la recta final del siglo XIX y las primeras décadas del XX, de California a Oregón, Utah, Colorado, Arizona o Idaho a, más allá de las praderas centrales, Sant Louis, Nueva York, Chicago, Cleveland, Filadelfia, Boston, Baltimore o Providence. El de Manhattan, vecino de Little Italy, alberga a 141.000 residentes, el 28% de los cuales son de origen asiático, y ha inspirado satélites en el área de Nueva York como el de Queens, el de Brooklyn o el de Long Island.