La biblioteca de Tutankamón

Un recorrido por la bibliografía del joven rey dorado: del canónico relato de Howard Carter a los ensayos de historia más recientes y algunas novelas

Entre tantas cosas maravillosas que Howard Carter encontró en la tumba de Tutankamón, de cuyo descubrimiento se cumplieron 100 años, faltaba algo que le provocó una gran frustración: textos que explicaran las circunstancias de la vida y la muerte del joven rey, una biblioteca Tutankamón, como si dijéramos. 

Carter confiaba en hallar papiros en la sepultura, que ciertamente no era muda, pues muchos objetos tenían los títulos del monarca, etiquetas identificativas o presentaban inscripciones (algunas tan emotivas como la del bastón en el que ponía “caña cortada de la propia mano de Su Majestad”). 

También había algunos fragmentos de rituales religiosos, frases mágicas u oraciones, pero faltaba cualquier documento que pudiera arrojar luz sobre la historia y los tiempos de Tutankamón

En la antecámara había una caja prometedora que los descubridores creyeron que contenía papiros, pero cuyo contenido eran rollos de tela que resultaron ser ropa interior del rey, taparrabos.

 

LEGADO PERDIDO

Esto no ha evitado toda una literatura conspirativa, por ejemplo, El legado perdido de Tutankamón, de Andrew Collins y Chris Ogilvie-Herald,  que sostiene que Carter y su mecenas Lord Carnarvon sí encontraron papiros reveladores, escondidos, se suele indicar, en las faldas huecas de las dos estatuas de los guardianes a la entrada de la cámara sepulcral.

En todo caso, a falta de esos textos que expliquen de primera mano la historia del rey y su tiempo, y que es de temer no van a aparecer, hay que echar mano de otra biblioteca de Tutankamón, la formada por los centenares de libros —ensayos y también novelas— que se han escrito sobre él, y sobre el descubrimiento de su tumba.

Una selección, siempre parcial, ha de incluir el seminal texto canónico de Howard Carter sobre el hallazgo, La tumba de Tutankamón —ediciones en Destino, en tapa dura con fotos y en bolsillo, y también en la biblioteca de Historia de Orbis—, un libro que contiene los tres volúmenes publicados por Carter entre 1922 y 1933 y que, pese a estar inevitablemente desfasado, sigue siendo indispensable para adentrarse en la, sí, maravillosa historia del descubrimiento. 

Carter escribía con un gran poder evocador sin dejar de lado su espíritu científico y el relato concreto del hallazgo —en sus distintas fases y con todo sus suspense— es algo que sigue provocando una emoción extraordinaria. 

Evoca la sensación de ser un intruso en el sepulcro, el aturdimiento ante la profusión de belleza y misterio, el entusiasmo por el descubrimiento, “la fiebre de lo incierto”, el “impulso casi irresistible, nacido de la curiosidad, de romper los sellos y abrir las tapas de los cofres”, y “por qué no decirlo, la tensa expectación del buscador de tesoros”.

El libro ideal para complementarlo es el ya clásico Todo Tutankamón 

Este detallado recorrido por la tumba y sus tesoros viene firmado por el hoy tan célebre por su polémica teoría de que la sepultura de Nefertiti se encuentra escondida tras los muros de la de Tutankamón, Nicholas Reeves.

Es imprescindible también la gran biografía de T. G. H. James Howard Carter, the path to Tutankhamun. Conveniente asimismo leer Tutankamón, la historia jamás contada, el libro señero de Thomas Hoving que reveló las omisiones y mentiras del relato oficial del descubrimiento.

Para hacerse una idea rápida de quién era Carter, es magnífico el librito del egiptólogo José Miguel Parra Howard Carter, una vida, una miscelánea de textos propios y de sus contemporáneos (Petrie, Carnarvon, Lucas, Lady Evelyn, Gardiner, Weigall, Mace) que recorre a la manera de flashes toda su trayectoria vital y profesional. Incluye, por ejemplo, el obituario que le hizo en 1939 Percy E. Newberry.


LOS TESOROS DE TUTANKAMÓN

Un libro por el que tengo una debilidad especial, aparte de mi humilde, baqueteado y requetesubrayado ejemplar del relato de Howard Carter, que me ha acompañado en cada visita a la tumba, cayendo incluso una vez al Nilo (afortunadamente en el Valle de los Reyes las cosas se secan muy rápido) y que a falta del británico me dedicó Zahi Hawass, es Los tesoros de Tutankamón, de Jaromir Malek, el egiptólogo y conservador de los archivos en el Griffith Institute del Ashmolean Museum de Oxford, donde está el archivo personal de Carter.

Es un libro realmente mágico, de gran formato, que contextualiza el descubrimiento de manera magistral e incluye 30 facsímiles extraíbles de documentos relacionados con el hallazgo, entre ellos un plano de la tumba dibujado por la mano de Carter (también se lo hice firmar un día a Hawass), fichas de objetos del sepulcro, pinturas, unas páginas de la Lettre a M. Dacier de Champollion (texto fundacional de la egiptología), postales y mapas antiguos, cartas y el diario de Carter con la anotación del 4 de noviembre de 1922 (sábado) a lápiz “first steps of tomb found”.

  • Muy evocador y útil también el catálogo de la reciente exposición del Griffith Institute, precisamente, Tutankhamun. Excavating the archive, un recorrido por los documentos más interesantes del archivo de Carter. 

Del mencionado Reeves, con John H. Taylor, muy recomendable también el iluminador Howard Carter before Tutankhamun (1992), que acompañaba la exposición de igual título del British Museum.

Otro clásico que hay que apuntar es el de Christiane Desroches Noblecourt, Tutankamón, vida y muerte de un faraón (Confluencias, 2014, la edición original de Pygmalion, con sus deslumbrantes fotos en color, que me regaló Terenci Moix y en la que se dejó unas notas para El arpista ciego, es de 1963). 

En esta gran obra, la gran dama de la egiptología que llevó al médico a Ramsés II y acarició los guepardos de Hatshepsut se mide ante la eternidad con el joven rey, a la vez que hace un exhaustivo estudio de su ajuar funerario y de toda la época amarniana, siempre con su bella prosa exaltada.

Las obras y sus autores tratan de encontrar como era la vida de los egipcios antiguos.