Los textos que este volumen reúne son los que el gran autor siciliano redactó con su Olivetti Lettera 22 y entre volutas de humo, para acompañar, en forma de solapas, puntos de lectura o notas editoriales, las obras que veían la luz en las colecciones de la editorial Sellerio en la que ejerció de editor.
COLECCIÓNForman una colección de paratextos tal como los definió Genette en Palimpsestos y a los que consagró el teórico francés su estudio Umbrales, en el que define el concepto de peritexto editorial al que se acomodan de modo específico los textos que nos ocupan, toda vez que no son hijos del autor sino de la labor del editor, de modo que su condición de textos ancilares, subordinados, aledaños de un texto dado, bien podría conducirle a un lector desprevenido a considerarlos baladíes y, en consecuencia, superfluos.
Lejos de serlo, constituyen un corpus inexcusable a la hora de componer la imagen cabal de una figura eminente a la vez que poliédrica de las letras del siglo XX como fue Sciascia, que satisfizo sus inquietudes desde la literatura, el periodismo y la política pensando y escribiendo con premura, como hizo entre nosotros Manolo Vázquez Montalbán, desempeñando asimismo una inestimable labor en el terreno de la edición, como hicieron otros grandes escritores a lo largo del siglo pasado, y anotemos a André Gide chez Gallimard, Cesare Pavese en Einaudi, la editorial turinesa en la que trabajó con ahínco Italo Calvino siguiendo los pasos de su mentor Elio Vittorini y sus célebres solapas de la colección I Gettoni, más tarde Michael Krüger en Carl Hanser o, desde luego, Roberto Calasso, que redactó incontables textos para la cuarta de cubierta de los libros que enriquecían el magnífico catálogo de Adelphi —un centenar de los cuales, y entre ellos la solapa dedicada a la novela Todo modo de Sciascia, se agrupa en el volumen Cien cartas a un desconocido— y que, por si fuera poco, quiso teorizar acerca de esta suerte de textos que, en una “estrecha jaula retórica, no menos severa de la que puede ofrecer un soneto”, tratan de “decir pocas palabras eficaces, como cuando se presenta un amigo a un amigo” (“Solapa de solapas”, La marca del editor), las palabras que el editor quisiera que suscitasen un feraz idilio entre autor y lector.
Como de otras muchas prácticas editoriales, el precursor en la elaboración de esta suerte de textos anejos fue el ínclito Aldo Manuzio, autor de epistulae, de cartas prologales que, superando con creces la mera función de captatio benevolentiae, le concedían al lector un protagonismo insólito en aquel tiempo.
Supo el editor renacentista, algunos de cuyos textos preliminares acaban de reunirse en De re impressoria (Ampersand, 2022), que el libro debía ganarse a su lector, certeza que han compartido desde entonces todos los editores literarios, ufanos, como confiesa el fundador de Anagrama en las páginas de Los papeles de Herralde, de estar al cuidado de la redacción de los textos suasorios con los que referirle al lector las bondades del libro.
En su nota sobre El procurador de Judea de Anatole France le confiesa al lector, con primoroso estilo, que la obra es “una apología del escepticismo, saludable en un momento en que mueren las certezas al mismo tiempo que morimos de certezas”; su ironía lo conduce a asegurar que Perorata del apestado de su amigo Bufalino fue escrita durante “la glaciación neorrealista”; escribe solapas para obras propias como si fuesen obras ajenas; para reseñar la Historia de dos amantes de Piccolomini acude a Stendhal citando a Rafael; se ocupa de Voltaire a Santa Teresa, de Montesquieu à clef a Goethe corresponsal de Guerra; se vale de Kundera y El libro de la risa y el olvido para explicar qué es en realidad la Historia de la conquista de México de Sahagún; en su nota sobre un ensayo de Mary McCarthy, señala una frase que reza “desarmar y desorientar a los críticos y a los profesores de literatura, que son los principales enemigos del lector”. Textos inteligentes y comparatistas que relacionan, revelan y seducen.
- La vasta cultura de Sciascia, que sus libros reflejan sin jamás resultar engolados porque se asoma a ellos con la naturalidad con la que lo hacen Géricault, Mallarmé, Freud o Bellini a la narración de Todo modo, y que brilla en su florilegio Fine del carabiniere a cavallo. Saggi letterari (1955-1989), libro en el que también exhibe sus excepcionales dotes de lector, es la que le permite al autor de El caso moro ?recién reeditado por Tusquets? redactar los textos de las solapas o briefings sin el menor asomo de vacuidad.